El primer gran torneo del año sobre tierra batida no se disputó en Suiza, aunque fueron los helvéticos los encargados de darle el brillo que, a priori, Nadal y Djokovic iban a proporcionar al Master 1.000 de Montecarlo. El español, sin encontrar su mejor tenis desde la lesión que padeció en la final del Open de Australia, y el serbio, lesionado, no pudieron reeditar la final del pasado año. Pero Wawrinka y Federer se encargaron de deleitar al público. Son amigos, sí, pero sobre la arcilla no lo parece. La batalla se la llevó el que hasta ahora era el aprendiz, Stanislas Wawrinka (4-6, 7-6 (5) y 6-2). Horas antes, los dos amigos prepararon la final entrenando peloteando juntos. Ya en la final, el maestro Roger Federer, a pesar de comenzar de forma excelente el encuentro, volvió a demostrar que su cabeza no está preparada, al menos por ahora, para los momentos importantes.
El que sí que tiene en estos momentos mentalidad ganadora es Wawrinka. Hasta este año, nunca había completado una temporada con más de un título. Estamos en abril y ya lleva tres. Entre ellos, el Open de Australia (su primer Grand Slam) y Montecarlo (su primer Master 1.000). Es su año. Es el número tres del mundo. Lo de Australia pudo parecer un golpe de suerte, pero Stanislas se está encargando de demostrar que no es así. En Mónaco completó un torneo brillante. Falta apenas un mes para Roland Garros y ya es una alternativa. El suizo es un gran jugador sobre arcilla. De hecho, sus tres finales de Master 1.000 son sobre esta superficie: Roma (2008), Madrid (2013) y Montecarlo (2014). Después, habrá que ver cómo se desenvuelve sobre la hierba de Wimbledon. Si mantiene el nivel, ya pueden empezar a temblar Nadal y Djokovic.
Es curioso que un deportista que lo ha ganado prácticamente todo no sea capaz de hacer su mejor tenis en los momentos importantes. Es lo que le pasa a Fededer. Está claro que ha subido claramente su nivel respecto a la pasada temporada, pero lo que Roger no ha recuperado aún es la mentalidad ganadora. Comenzó de forma digna el año 2014. Llegó a semifinales del Open de Australia, aunque nada pudo hacer ante Nadal. En Indian Wells llegó a la final, pero perdió. Y en Montecarlo, a pesar de comenzar con la muñeca fina la final, no fue capaz de ganar el tie-break del segundo set y en el tercero fue una marioneta en manos de Stanislas. Un claro ejemplo del nerviosismo que corre por sus venas en los momentos decisivos se pudo ver en cuartos de final, cuando necesitó de 16 bolas de break para romperle el servicio al francés Tsonga. Luce su mejor tenis incluso al resto, pero cuando siente la presión, el brazo se le agarrota y se vuelve más fallón de lo habitual. Su lucha, algo que parecía que había perdido el año pasado, le hizo ganar el partido ante Tsonga, aunque se pudo comprobar que su cabeza deja mucho que desear. ¿Recuperará la mentalidad ganadora?
Preocupa la lesión de Djokovic (aún no se sabe cuándo podrá volver a coger la raqueta). Este varapalo para el serbio, actual número 2 del mundo, se une al mal estado de forma del número uno. Nadal, a pesar de comenzar la temporada de forma fabulosa, no ha llegado a su territorio de la mejor manera posible. Hablar de Montecarlo es hablar de Rafael Nadal. Este año, la final parecía escrita incluso antes de que arrancara el torneo. Solo Djokovic parecía que podía ganarle, pero fue Ferrer el que lo logró en cuartos de final. Luego llegó Wawrinka y arrasó al alicantino. La tierra batida, un territorio dominado por el rey Nadal y por la armada española, corre peligro de ser conquistada por los soldados suizos. La invasión, liderada por el poderoso Wawrinka, ha comenzado en Montecarlo.
* Karel López.
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