En fútbol, lo sencillo debería ser poderoso

por MIGUEL CHAMORRO el 23 octubre, 2016 • 12:08

messi

Lo sencillo es poderoso. Lo sencillo se conquista desde la síntesis de la experiencia y de la sabiduría. Lo sencillo es natural, es fácil, es amable, no tiene pretensiones.Ocurre a menudo que grandes lecciones de vida, plenas de sabiduría, nacen de conceptos sencillos pero a los que, paradójicamente, cuesta llegar y aún más comprender cabalmente.

Y así es. Nada es menor en nuestra vida. Nada es pequeño en el encuentro con el otro. Precisamente la mayor muestra de grandeza de un ser humano se observa en su sencillez, en su humildad, en su calidez, en su amabilidad, en su ternura, en la capacidad de mejorar el momento presente del otro desde la entrega que busca regalar una brizna de alegría a quien tenemos enfrente. Porque, en efecto, tenemos muchas vidas que mejorar, empezando con la propia y la de quienes tenemos cerca, mostraba Alex Rovira.

Nos encontramos en un momento, donde exponer más, donde justificar nuestra practicidad así como argumentar que lo que realizamos tiene consecuencias, se hace tan necesario como exponer todo bajo la tutela del amparo científico, que a su vez tiene tanto de científico como de vulgar y, si no, solo hace falta comprobar cómo ilustrados autores y anónimos prestigiosos nos dejaron grandes legados y nunca nos pidieron que los citásemos, únicamente que disfrutásemos con ellos y de ello. La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí proviene la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye al exterior.

Decía Jodorowsky: “No comienza, no termina, permanente impermanencia, vivimos en un ahora que sin cesar se transforma”, y en esa transformación actual, entiendo que cada uno de nosotros debamos adentrarnos en un mundo tan montañoso como es el ámbito futbolístico, pero no de cualquier forma, ¡Ya está bien! Actualmente vivimos extorsionados por exponer más, queriendo únicamente ser más, y eso, en un acto de fe, provoca una guerra por “Estar”, de carácter burlesco, que mediante un espectáculo cuestionable se está convirtiendo en una auténtica “ciencia de la palabrería y la publicación”.

No pretendo desarmonizar el ambiente cálido que algunos crean, pero ya está bien de engañar y sobre todo de involucionar todo aquello que contiene olor, todo aquello que cuando avanza, aquellos que estudiaron “ciencias de lo tradicional” intentan desprestigiar por ser fragancia fresca, atemorizados no vaya a ser que se les petrifique su asiento y techo, en el cual debieron interpretar desafortunadamente esas palabras de Dante Panzeri en las que definía que “el fútbol será siempre antiguo, porque no es ciencia que pueda enseñarse”.

La verdad es que últimamente me encuentro algo anonadado ante tanto ilustrado, no sé si debido a que aquello con lo que soñaba cada vez se parece menos a lo que percibo, o si por el contrario me desilusiona el separatismo que azota, impuesto por el negocio imperante, que, ironías de la vida, únicamente nos anuncia que todo lo que ahora tratamos de integrar ya está inherentemente integrado en el ser humano.

Un autor contemporáneo, A. J. Heschel, afirmaba que “con el avance de la civilización declina el sentido de la admiración“. Nuestra sociedad de masas y de consumo muchas veces vive de acuerdo con una organización de la vida que se asemeja mucho a la vida animal: agobiados por las prisas y el afán de realizar el mayor número de cosas en el menor tiempo posible, vivimos en una incesante actividad, únicamente encaminada a producir medios o útiles para satisfacer determinadas necesidades de la vida. En esas circunstancias la existencia del hombre se convierte en una especie de estéril ciclo que sólo sirve para mantenerse a sí mismo y repetirse indefinidamente. Podríamos decir, siguiendo a Gabriel Marcel, que se ha confundido el ser con el tener. En ese contexto, el hombre es un ser puro y radicalmente pragmático, no tiene tiempo para preguntarse y mucho menos para responder a la pregunta de qué son las cosas, porque simplemente las utiliza en su provecho. Ha perdido la capacidad para valorar las cosas y admirarse ante la realidad, y ha perdido esa capacidad por falta de uso, ya que no valora o aprecia las cosas, sino que simplemente las utiliza. Por tanto, no es de extrañar que quienes viven de tal forma, sólo conciban preguntarse ante un descubrimiento científico: ¿para qué servirá?

Mientras tanto, ver algunos aconteceres en forma de logros, conseguidos por aquellos que llevan tiempo tocando la multitud de temáticas desde las que tratamos de organizar nuestro trabajo, sin dejarse humillar por la ciencia, es una virtud. Observar como se subraya en cada instante al futbolista y su potencial para relacionarse como punto de partida para tratar aspectos del entrenamiento y el juego es uno de los mayores logros que admiro en este rocambolesco sentipensar, donde unos buscan lugar y donde otros corren por correr.

Ceder al jugador todo el protagonismo que de manera natural tiene, considerando que la inteligencia de los que juegan está muy por encima de los que colaboramos desde el exterior, por la sencilla razón de que ellos son los que permanentemente se fusionan con los innumerables estímulos que encuentran mientras participan del juego. Profundizar en lo multidisciplinar hasta hallar esa pauta que nos anuncia que todo es irreducible, que la escisión es una costumbre que asesina a la indagación y nos postula en esa peligrosa sensación de creer que sabemos de futbol, y sobre todo de preparación.

Y como decía Panzeri, “el fútbol es recuerdo de lo que jamás se repetía. Es momento. El fútbol no tiene futuro”. Y ahora perdónenme, pero debo irme; debo seguir interrogándome.

Miguel Chamorro es preparador físico y readaptador de lesiones. Autor del libro “La preparación futbolística desde las incertidumbre“.
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