1.- Y lo volvieron a hacer. El Málaga se ha planteado reescribir su propia historia cuantas veces quiera. Y quiso. El equipo de Pellegrini fue un ejército de jugadores que acabó pareciendo un colectivo sin grietas, perfectamente armado para la guerra y con unos cuantos soldados de élite. Barrió desde la intensidad y se sobrepuso a las deficiencias propias irreconciliables. Fue, de hecho, el partido de los soldados que trabajan más oscuro: Toulalan y Weligton.
2.- La Rosaleda comenzó sufriendo. Los brazos en jarras se tornaron en continuos gestos. Necesitaba amedrentar a Helton como fuera y Baptista y Joaquín comienzan a vivir sobre el fuera de juego. Saviola se descuelga para cazar algún esférico suelto y cohesionar con balón. Los primeros veinte minutos son tan similares a Do Dragão que no hay forma de creer. Pero el Málaga no es el mismo. Comienza a correr más, a anticipar y arañar los espacios. De momento, como un gato para acabar siendo un león y hacer sangre en los costados.
3.- El Porto continúa. Mangala y Otamendi pisan el semicírculo del medio del campo propio para intimidar. No hay espacio para salir cómodo, solo por fuera. Y aparece la activación fundamental de Gámez que representa el partido del Málaga. Comienza superado por el escenario y por Defour (que anda sobreactivado), asoma la cabeza al área rival y comienza a dominar su eje de acción, la banda. Y sigue creciendo hasta que, definitivamente, pisa la línea de fondo contraria. Ya tiene su carril y ofrece superioridades. Comienza a creérselo, a robar balones atrás y no pegar un balonazo.
4.- Pellegrini plantó a su equipo en un 4-2-2-2 en fase de salida. La comunicación de Demichelis y Weligton se hace fundamental. Ambos se imponen en (casi) todas las acciones individuales a Jackson, que no consigue generar ventajas diferenciales con balón, solo con arrastres. Mientras Toulalan e Iturra ofrecen la bombona de oxígeno a la banda yendo a cortar, el central desocupado adelanta un paso, como si quisiera ayudar al otro doble pivote y apareciera en la basculación. No es tal, pero existe esa sensación de presencia. El Málaga comienza a convivir lejos de Willy (ni una parada de mérito en el partido).
5.- Hay una permuta clave en el desarrollo del partido. Es un riesgo evidente, pero Isco huele la sangre por dentro, observa cómo Mangala y Otamendi comienzan a echar el culo hacia Helton porque el Málaga amenaza por fuera. Casi que percute por insistencia. Quieren derribar la puerta, no saben demasiado bien cómo, pero el timbre ya está sonando. Isco le indica a Baptista que se abra. Él quiere el centro. Y, automáticamente, aparece Joaquín. Alguna conducción, trabajo sobre el pasillo interior, presencia en el área. Con Isco por dentro, Joaquín se vuelve suelto, remolino. Este movimiento genera superioridad inmediata. Posicional y numérica. El Málaga reúne en torno a Fernando, el pivote defensivo del Porto, a Saviola (de físico deficiente, pero cohesión gigante a la idea), Isco, Joaquín y Baptista y Toulalan que se asoman a distintas alturas. Incluso Demichelis quiere disfrutar y olisquea el carril central. El Málaga llama la atención por fuera para sonreír por dentro. El partido era otra cosa.
6.- Con el Málaga empujando se puede apreciar algo. Es un buen Málaga, que en el segundo tiempo se ganaría el de muy buen Málaga, pero no es el gran Málaga de Pellegrini. Pereira y su gigantesco Porto no han dejado que se imponga el estilo, tan solo la superioridad técnica y táctica. Y Pellegrini fue capaz de arriesgar, de empujar al rival sin exponer a su equipo a vértigos locos. El partido se definió por su ausencia de ritmo, pero el Porto no tuvo a Toulalan e Iturra. El chileno barría el primer pase rival, impedía las recepciones interiores de Lucho y Moutinho/Defour. Si el equipo luso avanzaba, lo hacía embarrándose y allí aparecía el francés. Partido paciente, exhibiendo su gestó técnico defensivo de élite europea. Corrigió, oxigenó y acabó impidiendo cualquier carrera rival. Con Demichelis y Weligton sujetando a Jackson, el partido, ahora sí, estaba de cara.
7.- Hay un partido después de la expulsión de Defour. No distinto, pero sí ofrece matices importantes. El Porto se reestructura con dos carrileros y defensa de cinco con Maicon en el centro de la misma. Pereira entiende que no puede competirle el centro del campo a un Málaga efervescente. Así, quiere ser sólido atrás para salir por fuera. Deja únicamente a Jackson en punta y a James abierto al costado derecho, casi a la altura del ‘9’.
8.- El Porto insiste en la altura de la defensa, vuelve a empujar al Málaga, pero lo hace con poco, porque el equipo de Pellegrini ha encontrado la llave yendo de fuera a dentro y viceversa. Se vuelve un equipo acordeón, que llama por fuera y por dentro, pero no repite. Provoca superioridades frente a los carrileros y, si no hay ventaja, cambio de banda. Sin ritmo constante, pero asemejándose a la idea. Y Toulalan e Iturra siguen cortando cualquier salida. Y llega el 2-0, ya con Santa Cruz y Piazón (por Baptista y Saviola).
9.- Con la eliminatoria girada, al Málaga le cuesta interpretar el ‘tempo’. Es capaz de plantarse en tres cuartos con inmensa facilidad, pero a partir de ahí no sabe qué hacer. Si avanza se expone a pérdida; si no, está renunciando a la sentencia. La duda se convierte en imposibilidad de sometimiento, pero la jerarquía en el engranaje defensivo es perfecta. Pellegrini suma a Camacho en la batalla. 4-5-1 para negar por acumulación a un Porto impreciso, que ya no quiere elaborar. Fue un tremendo equipo, pero le llegó la eliminatoria sin James ni Moutinho en condiciones.
y 10.- El Málaga vence con otros registros. Se parece mucho al ‘Plan A’, pero tiene matices ensayados propios de lo que propone el rival. Pellegrini fue Darwin y se adaptó para sobrevivir. Nada de morir con las botas puestas. El Málaga percutió, fue intenso y bloqueó la salida interior del Porto. A partir de sentirse sólido fue arañando lentamente sin renunciar a las contras. Y apareció el Isco de las grandes noches, el mismo que ha escrito una página. Solo una de muchas. Se fue al espacio interior y giró la eliminatoria. El Porto comenzó a ver a Isco de frente y no de perfil. La magia. Su perdición.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: EFE
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