Este verano se cumplen 60 años de una de las gestas más épicas del mundo del deporte. Emil Zatopek, en un plazo de una semana, se coronó campeón olímpico de los 5.000, 10.000 metros y de la prueba de Maratón. Sucedió en Helsinki, en 1952.
Emil Zatopek, la locomotora humana, nació el 19 de septiembre de 1922 en Koprivnice (Checoslovaquia). Era el sexto de siete hermanos de una humilde familia obrera. A los 16 años empezó a trabajar en la fábrica de calzados Bata, gracias a la cual, y de manera absolutamente casual, se inició en el mundo del atletismo. Bata patrocinaba cada año una carrera en la que los jóvenes del pueblo estaban casi obligados a participar. Zatopek no tenía ningún interés en el deporte, ni era aficionado, pero en 1940, con 18 años, no tuvo más remedio que correr y ante su sorpresa, ya que nunca había realizado entrenamiento alguno, quedó segundo. Era una carrera de 1.500 metros, con 100 participantes. Ese resultado le animó a seguir.
Zapotek y Mimoun en los 5.000 de Helsinki'52
Eran tiempos muy duros, con su país ocupado por los alemanes en plena Segunda Guerra Mundial, sufriendo todo tipo de miserias, hambrunas, etc. Emil encontró en correr la manera figurada de escapar de todos esos calvarios a los que Checoslovaquia estaba sometida. Continuaba trabajando en la fábrica de zapatos, estudiaba y también ayudaba a su padre, un vendedor de hortalizas. Tras el fin de la guerra, antes de que su país sucumbiera esta vez al régimen comunista, Zatopek se alistó en el ejército y abandonó su empleo en Bata. Era militar por el día y atleta durante la noche, corriendo con una linterna por los bosques de Ostrava.
Emil comenzó a labrarse cierto nombre y sería invitado a una competición internacional en Berlín, cuando tenía 24 años. Era totalmente desconocido para el público y fue el único representante de Checoslovaquia en ese estadio. En la presentación de los equipos, con su chándal y pantalones cortos, fue el hazmerreír de los presentes al ser la única persona que desfilaba detrás del abanderado checoslovaco. Sin embargo, Zatopek demostró todo su poderío venciendo con autoridad. Dos años después, en 1948, acudió a los JJOO de Londres, los primeros tras la Segunda Guerra Mundial. Allí se vivieron momentos duros, ya que muchos de los grandes atletas de su generación habían muerto en la guerra. En aquellos Juegos se llevó la medalla de oro en 10.000 metros, ganándose el mote de “La Locomotora Humana”. Su leyenda empezó a crecer y sobre todo su estilo de correr. Zatopek tenía una manera muy particular de hacerlo. Corría desgarbado, con la cabeza agachada entre los hombros, de una manera muy poco ortodoxa, se movía espasmódicamente y parecía que iba a romperse en cualquier momento. Incluso su cara delataba un sufrimiento brutal, inhumano, transmitiendo su padecimiento a todo aquel que presenciara sus carreras. Fue advertido por médicos deportivos de que su forma de correr le acarrearía problemas a largo plazo. Pero Emil, erre que erre, no cambió su estilo. Es más, se adelantó a su época en sus métodos de entrenamiento, ya que se concentraba en series de velocidad, algo impensable en aquella época. Corría con sus botas de soldado para luego sentirse más ligero a la hora de competir.
Zatopek comenzó a batir todos los records, y se presentó en los JJOO de Helsinki’52, una cita que permanecerá en la historia y donde se coronó como rey del atletismo mundial. Ningún atleta en la historia ha ganado los 5.000, los 10.000 y la Maratón en una misma competición, batiendo el récord olímpico en todas ellas y el mundial en las dos primeras. La carrera de 5.000, histórica, pasará a los anales del atletismo, con una remontada espasmódica e inolvidable. Ganó la Maratón a su primer intento, ya que nunca había corrido esa distancia antes. Su táctica fue juntarse con el favorito, el británico Jim Peters y seguirle. Mediada la carrera, Peters se descolgó y Zatopek venció, convirtiéndose en un auténtico héroe, utilizado, por supuesto, por el régimen comunista, siendo ascendido en el ejército hasta el grado de coronel.
En sus años victoriosos, fue el primer atleta que bajó la barrera de los 29 minutos en la prueba de los 10 kilómetros. En su época dorada siguió siendo utilizado por el régimen como arma de propaganda, controlando, limitando sus movimientos y viajes al extranjero, espiando y distorsionando sus declaraciones, relegándole a la oscuridad total, sin conceder entrevistas, aislado del mundo real, títere de la represión.
Zatopek era invitado a competiciones atléticas por todo el mundo, pero el régimen comunista, ante el temor de que pudiera desertar, le denegaba todas las salidas: solo compitió en campeonatos oficiales y bajo estricta vigilancia, lo cual cortaba la proyección del atleta y agrandaba aún más su mito. Casado con la lanzadora de jabalina Dana Zatopkova, campeona olímpica en 1952, minutos después del triunfo de su marido en los 5.000 metros, la situación de encierro que vivían también influyó en la atleta checoslovaca, que quedaría subcampeona olímpica en Roma’60.
Ya con 34 años, y a consecuencia de sus monumentales esfuerzos, su carrera decayó, tomando parte en los JJOO de Melbourne 1956, quedando sexto en la Maratón. Casualmente se retiraría en una carrera en España, el cross de Lasarte en el que se proclamaría vencedor.
Emil era un hombre de principios, y en 1968, con la primavera de Praga, con esos aires de libertad para su amado país, rechazó abiertamente la ocupación por parte de las tropas soviéticas y la imposición del comunismo duro, y apoyó al reformista Dubcek, partidario de más libertad para el pueblo y de un socialismo más humano. Estas críticas trajeron consigo un destierro y un castigo. Fue expulsado del ejército y relegado al ostracismo, trabajando exiliado en unas minas de uranio al noroeste del país. Se le prohibía volver a Praga y así estuvo seis años, hasta que regresó a la capital a trabajar de basurero. Era el basurero más famoso del mundo. Los vecinos salían a saludarle, sabían que un héroe estaba barriendo y no le dejaban hacer su trabajo, lo hacían por él.
Tras todos esos sucesos, finalmente le obligaron a firmar un papel en el que se retractaba de todas sus opiniones contrarrevolucionarias y de esa manera pudo vivir una vejez tranquila y sin sobresaltos, muriendo en el año 2000. La muerte de un héroe nacional en Checoslovaquia y del mejor atleta del siglo XX.
* Sergio Pinto es periodista. En Twitter: @dikembe
– Fotos: AP –
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