La competición europea está siendo para el Sevilla una gran válvula de escape, máxime tras el 2-0 logrado ante el Freiburg. La situación en la liga no es la esperada, pero tener tantos partidos permitía al equipo evadirse de la situación en la competición doméstica. Claro está que esto es posible porque el rendimiento mostrado en Europa es bueno y da confianza al bloque. Ganar partidos siempre es la mejor medicina para resolver los problemas estructurales de cualquier equipo, aunque este hecho se produzca en la competición menos importante.
En este sentido, el Sevilla sólo ha sido capaz de ganar un encuentro en liga, contra un Rayo Vallecano en una situación aún peor que la sevillista y sin demasiada brillantez. Pese al empate en Anoeta, allí si reflejó cuál es el camino que más puede ayudar a que las aguas se calmen. El entrenador tomó una decisión que todos esperaban: optó por juntar por primera vez dos mediocentros de carácter defensivo y darle presencia cercana al área rival a Rakitic. Y el equipo respondió de otra manera al envite que tenía enfrente. Pero luego, un cambio que devolvía al croata a las cercanías del área propia hizo que el equipo se desestructurara y perdiera empaque y dominio del partido.
Emery está en una situación complicada: sobre él penden juicios importantes tanto de la opinión pública como de la afición. En última instancia se está instalando un debate importante en torno a él y sobre su valía o no para el Sevilla. Sus decisiones son controvertidas y cada vez más son miradas con lupa y analizadas. El banquillo del club andaluz es muy complicado: salvo Manolo Jiménez ningún entrenador ha tenido recorrido importante y todos han acabado engullidos por el equipo. Y el preparador vasco no escapa de esta situación.
El equipo no es consistente, le azotan lesiones de jugadores importantes y el entrenador reconoce públicamente una y otra vez que no da con la tecla. Como no gana casi nunca en liga las miradas recaen en Emery, porque la plantilla parece muy superior al rendimiento mostrado y la confianza en su figura está comenzando a perderse en el entorno sevillista. Algunos de sus últimos cambios no han ayudado porque no le dieron el resultado esperado. Por tanto, empieza a no perdonársele que sus ideas no cuajen en los partidos.
La realidad muestra que el mejor Sevilla del año se ha visto cuando se mostró reactivo, dejó la iniciativa al rival y trató de golpearle a la contra. Y especialmente cuando dos mediocentros de carácter más posicional y agresivo blindaron al equipo, mejorando la prestación defensiva.
Arriba parece haber recursos importantes, aunque Jairo esté mostrándose fallón en la última decisión (aunque ante el Freiburg ha realizado una acción prodigiosa) o Marin viva bastante desconectado para lo que se espera de él, siendo más efectista que efectivo. Gameiro ha entrado con buen pie, demostrando que es un delantero de gran nivel y de los que llevan el gol grabado a fuego. Junto a Rakitic, cuando tiene posibilidades de vivir libre y con menores responsabilidades defensivas, el francés es el mejor argumento de ataque para el Sevilla.
Ya ni la competición europea es un alivio, porque tanto el equipo como Emery necesitan una victoria. Cualquier partido es un termómetro para ver si hay un viraje en la respuesta tanto competitiva como de juego en el conjunto. Después de la derrota en Mestalla, con cambio incluido de Marin por Gameiro, Emery está sometido a una mayor presión si cabe. El equipo ha levantado algo la cabeza, pero siguiendo metido en problemas que no terminan de resolverse.
Incluso los partidos en Europa son más trampa que desahogo y transforman una competición que parecía de relajación de tensiones en una prueba importante. La imperiosa necesidad de reafirmar un ligero movimiento de mejora mete una presión excesiva a cualquier partido. Por ahora, y hasta que la situación se vaya calmando con resultados más positivos, cualquier partido para el Sevilla en general y para Emery en particular es una prueba de fuego. Calmar las aguas revueltas mediante la consecución de victorias sin importar tanto la forma es el objetivo inmediato de un entrenador que vive sometido a una gran presión.
Sevilla vigila a Emery y no está por la labor de permitirle muchos más deslices.
* Miguel Canales es director del proyecto “Fútbol Global“.
– Foto: EFE
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