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Jonas cruzó el atlántico sin miramientos. Decidió fichar por el tercer equipo de España aceptando el rol de sustituto de David Villa. Conocedor de oídas de la historia de su nuevo club e ignorante de la exigencia de su público, sustituyó el fútbol brasileño por el español. El chico no era consciente de todo lo que iba a suceder en Paterna en los siguientes tres años.
Llegó al equipo de la capital del Turia recién nombrado Bota de Oro en Sudámerica. El Valencia le fichó en el mercado invernal de 2011 por tan solo 1,25 millones gracias al contrato que había firmado el propio Jonas Gonçalves con el Gremio. Fichar en Brasil conlleva una cuota de riesgo, pero traerse al máximo goleador del continente por una cifra tan baja era, a priori, una excelente operación.
Se le llegó a bautizar como “El peor delantero del mundo” en su peor noche como futbolista. El titular fue del Mundo Deportivo, cuando el brasileño aún jugaba en el Gremio. Mucho tiempo ha pasado desde aquel aciago partido donde llegó a fallar tres ocasiones clarísimas de gol.
Si hay que definir a Jonas por la posición que ocupa en el campo, lo ideal sería decir que es segundo delantero. Es curioso, porque es una posición poco utilizada en los últimos tres años en el Valencia. Extinguida en el momento en el que se perdieron los extremos puros en Mestalla, Jonas llegó, bien para sustituir a Soldado, bien para acompañarle. Fue su mejor compañero, porque ni uno era delantero puro ni el otro mediapunta asistente. Permutaban posiciones mejorándose el uno al otro. Hoy por hoy, Jonas, sin esa referencia que quiera bajar a la zona de tres cuartos o en su defecto ese mediapunta con ganas de gol, tiene que realizar un trabajo doble. Ni Pabón, ni Canales ni Hélder Postiga funcionan.
Ahora que el Valencia atraviesa su peor momento en bastantes años –ignorando la etapa Koeman–, estamos ante un Jonas líder. Líder porque es el goleador que está tirando de un carro maltrecho con las ruedas cerca de resquebrajarse y especialmente porque no hay otro siquiera que se haya atrevido a proponer su nombre. Después de Mathieu el brasileño ha sido el jugador che que más minutos (1.388) ha jugado. Tanto de mediapunta como de delantero. Ya lleva ocho goles, siendo la única referencia ofensiva capaz de soportar el peso de todo un equipo. Tras la salida de Soldado se fichó a Hélder Postiga, segundo máximo goleador del equipo con cuatro goles.
Los jugadores valencianistas viven bajo el amparo del techo de Djukic, técnico con la soga al cuello que sirve de escapatoria para cualquier acción indolente de sus jugadores. Comienza a no ser culpa del entrenador en cuestión, si no de la creencia de que el Valencia todavía es un club campeón. Da la sensación de que los aficionados che acuden a Mestalla parafraseando a Jorge Manrique, con la cabeza gacha y rememorando viejas proezas. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Incluso se echa de menos a Emery, entrenador pitado hasta la saciedad en un estadio donde la exigencia se olvidó de las posibilidades. No es excusa, ni mucho menos, de un equipo que hasta el momento no sabe lo que es ganar tres partidos seguidos convenciendo, pero ese espíritu de abatimiento se contagia. Renace el miedo, primo hermano de la presión, hijo bastardo de la motivación.
Con los últimos veteranos de aquel Valencia victorioso ya habiéndose retirado o abandonado la escuadra valencianista, estamos ante un equipo con jugadores que conocen la historia de su actual club por lo que cuentan, no porque lo hayan vivido. Por tanto les es extraño el enfado de su afición al ganar jugando mal. Mestalla necesita un líder capaz de sacudir de una patada esa presión que se ha instalado en Paterna. Al menos con el objetivo de que sirva de acicate para que el público se dé cuenta de que este ya no es aquel Valencia de Villa y Silva, ni tampoco aquel Valencia que asustaba viendo cómo volaban sus extremos. La época de Emery, donde el tercer puesto sabía a poco, es pasado. Las cuentas de la tesorería así lo atestigüan. Y es hora de que, a pesar de no ser plato de buen gusto, cambie la visión respecto a un equipo que ya no opta a títulos.
* Carlos Jiménez Barragán es periodista.
– Fotos: Juan Carlos Cárdenas (EFE)
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