¿Qué se puede hacer? A simple vista, tres posibilidades:
1.- Jugar como en los últimos meses, con los mismos futbolistas, y confiar en la pavorosa presencia de Messi.
2.- Jugar como en los últimos meses, confiar en la pavorosa presencia de Messi y alinear a varios jugadores no habituales, que quizás pueden rendir mejor, pero también peor, que los habituales.
3.- Jugar diferente a los últimos meses, introducir variantes tácticas y jugadores no habituales, arriesgándose a no reconocerse a sí mismo. Y confiar en la pavorosa presencia de Messi.
Desconozco la opción que elegirán los técnicos, si será una combinación de ellas u otra por descubrir. Lo indiscutible es que irán a por el partido. Ganar el partido es un objetivo. De acuerdo: no es el gran objetivo. Pero es que el gran objetivo es ascender el Everest sin oxígeno y por una nueva ruta, prácticamente desconocida, así que no resulta sencillo. Entendamos que no es posible conseguir la cumbre sin dar unos primeros pasos acertados. Y que no es factible llegar el cuarto paso sin dar antes el primero. Cada cosa a su tiempo: antes que remontar hay que dominar al rival para vencerlo.
Por descontado, es fútbol y no un concurso de emociones. Pero es muy probable que para acceder al nivel de fútbol que precisa el Barça se haga imprescindible alcanzar antes un estado emocional muy concreto: el de la supervivencia. En las últimas semanas, la duda ha penetrado en el interior de este equipo. Donde antes habitaba la certeza y la confianza, ahora mandan la duda y el desencanto. Solo Messi, reavivado, parece resistir en sus certidumbres de mago. Para que el resto consiga parecerse a lo que eran, posiblemente necesiten afrontar el partido como si fuera el último de sus carreras. Solo si cree estar en el filo del abismo, cerca del límite o ya directamente sobre el abismo, solo entonces el deportista es capaz de resurgir y volver a ser lo que fue. El miedo a no tener más oportunidades puede provocar grandes reacciones, justo lo que necesita este equipo abotargado.
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