El último gran púgil

por FERNANDO SOSA el 3 febrero, 2013 • 23:31

1.- Cada acción es el pretexto para reafirmar un concepto ya definido. Simeone camina seguro y es consciente de que la siempre caprichosa fortuna le sonríe en esas citas de mantel rojiblanco y conversación intensa. El técnico, sin lugar a dudas, ha confeccionado un modelo al que resulta complicado herirlo, mucho más osado es pensar en romper sus tejidos en busca de una debilidad que haga dudar de que esa frialdad transmitida es propia de un ente natural. Una solvencia exquisita que muestra la fortaleza del último gran púgil al que ha dado cobijo nuestro particular microclima. Hasta el más ignorante de los boxeadores sabe que una vez que la vaselina y el sudor impregnan el ambiente y has esquivado las cuerdas o actúas o besas la lona. Sin dramatismos, no hay paleta que aguante grises posibles. Este Atlético de Madrid no tiene guantes de campeón fajador y tampoco es un compendio de las mejores artes de un animal estilista. Guarda parecidos con ambos siendo sin ser la mejor sombra de los grandes genios del cuadrilátero. Ataca el espacio con un jab , no te avisa de su cross o mantiene rígida su guardia para sentenciarte con su gancho de derechas. Varias caras para una misma identidad.

2.- En las aguas de Mourinho. Son varias las escenas en las que este Atlético de Madrid me recuerda a las mejores representaciones de los equipos del luso. Simeone, en fase esponja, aprende absorbiendo conocimientos de los mejores en su materia y lo adereza con su intuición y talento individual, pero está claro que junto a su cama descansan muchas de las teorías del técnico de Setúbal. Los partidos de ambos vienen caracterizados por el mismo manual de estilo: una fuerte intensidad, los primeros defensas son los delanteros, procurar robar muy arriba para encontrarse el balón cerca del área. Tras esto, si no han logrado abrir el marcador, suelen replegarse e invitan al rival a sumar efectivos al ataque. Entonces…crochet a la contra y, generalmente, KO.

3.- Más cuestión de físico que de químicos. El rival, el Betis, era de los de entidad. Mel ha demostrado madurar cual buen vino en la bodega bética y este equipo tiene identidad y eso siempre es sinónimo de morir sin traicionar a los principios más aferrados a tu filosofía. Así, queriendo el balón y con tres demonios en labores ofensivas se presentó el Betis en el Calderón. Implantó un dominio engañoso que no supo materializar en ocasiones claras. Tan solo dos tiros a puerta en noventa minutos. Simeone, en ciclo largo de partidos (Copa y Liga) apenas retocó el once que se impuso al Sevilla el pasado jueves y las revoluciones del equipo se dejaron caer hasta casi gripar el motor.

4.- La mujer barbuda continúa en el circo. Con Simeone se fueron los miedos y las inseguridades. Su paso por Italia a buen seguro le sirvió para aprender algunas de las claves de los genuinos entramados defensivos y la aportación de un genio táctico como Godín y la velocidad en las coberturas de Miranda hicieron el resto. Una vez más el ataque rival pareció no poder estar operativo para la guerra. Ni Campbell, ni Castro, ni un debutante llamado a hacer grandes cosas como Pabón estuvieron acertados. Más mérito de la reducción de espacios del Atlético que demérito de los atacantes. Mención aparte merece el trabajo de Gabi y Suárez en la marca a un Beñat que nunca supo cómo conectar el último pase como preludio al gol visitante. Poco balance para el séptimo equipo más goleador del campeonato.

5.- El que nunca hace nada. A nadie se le ocurriría decir eso sobre las participaciones de Diego Costa en el plantel de Simeone durante esta temporada. Cuando sale se nota y lo perciben los defensas rivales a los que parece molestar hasta su presencia en el aire. No debe ser cómodo marcar a alguien tan canchero como el brasileño. El mago del otro fútbol, ese que también se juega con y sin el balón en los pies. En esta ocasión, entró al terreno de juego sustituyendo a un Adrián que sigue lejos de aquel nivel que enamoró el curso pasado. Por su parte, Costa tan solo necesitó cinco minutos para anticiparse a Beñat y rematar a la red un córner que llevaba su nombre en el remitente. A falta de Falcao, muy bueno es Diego Costa.

6.- Un hincha en la zona técnica. Quién mejor que él. Nadie. Es imposible dirigir algo con tanta fe cuando no eres el más ferviente seguidor de la doctrina. Brazos arriba, gritos al aire, saltos…una coreografía única que enciende como ninguna a la ya de por sí inflamable afición atlética. Los coros los pone el Calderón, los pasos los coordina Simeone y el sentimiento es único.

7.- Se apagan las luces. Sonó la campana. La gente abandona su estadio sabiéndose prácticamente invencibles a la espera de que se diluciden las grandes citas. Doce victorias como locales en liga avalan semejante condición divina. Simeone baja las escaleras que conducen al vestuario eufórico, enfundado en un abrigo negro de los que al viento resulta difícil de traspasar. Una sonrisa cincela su cara mientras piensa: “Tengo en mi poder al último gran púgil”.