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Evidentemente, algo tenía el pasillo de saltos del Estadio Olímpico Universitario. Bob Beamon, en el salto de longitud, consiguió un récord del siglo XXI con su estratosférico 8,90, pero la final de triple salto también fue fantástica, batiéndose en nada menos que cuatro ocasiones la mejor marca mundial en la misma tarde, añadiéndose al récord obtenido en la clasificación el día anterior.
Recapitulemos. El polaco Józef Schmidt había sido el primero en volar más allá de los diecisiete metros (17,03 en 1960). Tan solo el soviético Aleksandr Zolotaryev se había acercado a dicha barrera, con 16,92 en 1967.
El italiano Giuseppe Gentile (1943) consiguió batir un récord que ya duraba ocho años. 17,10 fue la marca del transalpino en la clasificación, a las once y diez de la mañana del 16 de octubre de 1968, mejorando la plusmarca de su país (16,74) que él mismo había conseguido el 18 de agosto de aquel mismo año. Se jugó el todo por el todo tras haber realizado dos nulos y sin la ayuda del viento (0.0). Giuseppe tenía una mejor marca en longitud de 7.91, mejor registro de siempre de un italiano.
El día siguiente se disputó la final, en la que la altitud (2.248 metros) y el material sintético del estadio se hicieron notar, ¡y de qué manera! Gentile mejoró el récord mundial hasta 17.22 a las tres y cuarto de la tarde, con un grandioso primer salto parcial de 6,70. Lo nunca visto. Pero la final solo había hecho que comenzar, de manera magistral, eso sí. Al acabar la primera ronda, el segundo clasificado era el senegalés Mansour Dia (16,71) y tercero, el australiano Phil May (16,58). Finalizado el segundo salto para todos los competidores, detrás de Gentile se habían colocado el brasileño Nelson Prudencio (17,05) y el soviético Viktor Saneyev (16,84).
Saneyev (nacido en Georgia en 1945), acreditado con 10.5 en 100 metros y 7,90 en longitud, saltó en su tercer intento un centímetro más que Gentile, con lo que se colocó primero y le arrebató el récord. Aprovechó el viento al límite de lo permitido (2.0). Eran las cuatro y cinco minutos de la tarde.
Lo más reseñable de la cuarta ronda fue la mejora del australiano May, que voló hasta los 17,02, nuevo récord australiano, que mejoró sus 16,58 del primer intento e hizo añicos los 16,36 que John Baguley tenía desde el 24 de febrero de 1962 en Perth (Australia)
Otra mejora del récord. Y un nuevo protagonista: Nelson Prudencio (1944). A las cinco en punto de la tarde, y otra vez con un viento de 2.0, el brasileño saltó 17,27 y se colocó como líder provisional de la prueba. Adhemar Ferreira da Silva había perdido su récord brasileño de 16,56, logrado también en México, el 16 de marzo de 1955 (en su momento fue plusmarca mundial).
La alegría solo le iba a durar cinco minutos. Saneyev, con unos parciales de 6,30-5,05 y 6,04, saltó 17,39 (+2.0) y consiguió el primero de sus tres títulos olímpicos (después vendrían Múnich’72 y Montreal’76 y la plata en Moscú’80). Prudencio reaccionó (17,15) y Gentile realizó un nulo. Una verdadera lástima lo del transalpino, que batió dos veces el récord mundial y solo pudo obtener la medalla de bronce.
El estadounidense Art Walker fue el cuarto clasificado con 17,12 y un viento favorable (+2.5) que anuló su récord nacional; quinto fue el soviético Nikolay Dudkin con 17,09 (+3.0); el australiano Phil May concluyó sexto con 17,02; séptimo fue el antiguo plusmarquista antes de los Juegos de México, Józef Schdmit, con 16,89; y octavo, el senegalés Mansour Dia con 16,73.
En resumen, un formidable concurso con cinco récords del mundo batidos por tres atletas diferentes y seis saltadores por encima de los diecisiete metros. Y de todo ello se cumplen ahora 45 años.
* Joan Pelayo es juez-árbitro de atletismo, especialista en pértiga y miembro fundador de la AEEA.
– Foto: Ed Lacey
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