"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Una caída sufrida en la estación de esquí de Meribel, en los Alpes franceses, cuyas causas oficiales todavía están pendientes de conocer con exactitud, provocó la rotura del casco y ocasionó un traumatismo craneoencefálico a Michael Schumacher, siete veces campeón de la Fórmula 1, lo que le ha llevado hasta el estado crítico en el que se encuentra en estos momentos.
Qué paradoja que esta desgracia le ocurra a un hombre que ha circulado a velocidades de vértigo y se ha jugado la vida año tras año, que ostenta el récord de vueltas rápidas, poles y número de victorias en grandes premios, desde su debut en 1991.
Cada año, millones de personas sufren un traumatismo craneal (TC), y la mayoría de estas lesiones son leves porque el cráneo proporciona una protección considerable al cerebro. Los síntomas de los traumatismos craneales menores generalmente desaparecen por sí solos. Sin embargo, más de medio millón de traumatismos craneales al año son tan graves que requieren hospitalización.
Cualquier actividad deportiva es susceptible de producir un TC. En el 2011, el ciclista belga Wouter Weilandt falleció tras sufrir una caída en el Giro de Italia debido a una fractura de cráneo que le provocó un TC severo.
Los traumas se deben a la aceleración o desaceleración rápida del cerebro, que lesiona los tejidos en el punto de impacto, en el polo opuesto (contragolpe) y, también, difusamente en el interior de los lóbulos cerebrales. El tejido nervioso, los vasos sanguíneos y las meninges (membranas que envuelven el cerebro) se desgarran y rompen, lo cual ocasiona la aparición de una hemorragia cerebral con el consiguiente edema e inflamación del cerebro que aumenta la presión dentro del cráneo.
También las fracturas craneales pueden dañar las arterias meníngeas o senos venosos, produciendo un hematoma epidural o subdural, ya se acumule la sangre por debajo o por encima de una de las membranas que protege el cerebro, la duramadre. Las fracturas pueden provocar la salida de líquido cefalorraquídeo (es el líquido en el que flota el cerebro y la médula dentro del cráneo y la columna) por la nariz (rinorrea) o el oído (otorrea) o bien la entrada de bacterias o aire en el interior de la cavidad craneal, así como la presencia de salida de sangre por dichos orificios.
Los síntomas de un TC pueden ocurrir inmediatamente o desarrollarse con lentitud después de varias horas o días. Incluso si no hay fractura craneal, el cerebro puede chocar contra el interior del cráneo y presentar hematoma. La cabeza puede presentar buen aspecto, sin la presencia de heridas o sangrados. Cuando se produzca cualquier traumatismo craneal grave, se puede asociar a una lesión de la médula espinal, sobre todo a nivel cervical.
Algunos traumatismos craneales causan daño cerebral prolongado o irreversible, lo cual puede ocurrir como resultado de una hemorragia intracerebral o de fuerzas que causan directamente daño cerebral. Los traumatismos craneales más graves pueden ocasionar los siguientes síntomas:
En el caso del piloto alemán, y debido al aumento tan importante de presión intracraneal, se han realizado dos intervenciones quirúrgicas en pocas horas. El objetivo, realizar un orificio en el cráneo para evacuar ese hematoma que provoca que la presión dentro de su cerebro sea excesivamente alta y provoque daños estructurales irreversibles.
El tratamiento general de un TC se basa en:
Confiemos en la medicina y sobre todo en la biología, la genética y las ganas de ganar por la que se ha caracterizado este superdeportista.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
– Foto: EFE
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