Fútbol / Inglaterra / Premier League
Garry Monk pasó de un día a otro de patear balones desde la retaguardia del Swansea a impartir desde la pizarra la estrategia del equipo. De jugador a entrenador tras la destitución de Laudrup. Menos sorprendente de lo que se ha escrito, significativo, muy significativo, en cualquier caso en un club que en los últimos años había apostado por proyectos ambiciosos y de larga duración, como se preveía que fuera el del técnico danés. Pero a principios de 2014, los swans nadaban con el rumbo perdido, en dieciseisavos de la Europa League, sí, pero navegando peligrosamente cerca del descenso en la Premier. Ahí llega Monk, el compañero veterano que se convierte en el jefe. Interino le apellidan en sus primeros días. Nada nuevo para Garry. Como a lo largo de su carrera, tendrá que ganarse el sitio.
Menos de un año después de alzar la Capital One, su primer título en un siglo de historia, el presidente Huw Jenkins destituía a Michael Laudrup. La situación deportiva no era la idónea. Apenas una victoria en Premier en los últimos dos meses (entre diciembre y febrero) y la pérdida de objetivos europeos tras acercarse a dos puntos del descenso. Lejos de las previsiones veraniegas. Fue en los últimos coletazos del periodo estival cuando comenzó a resquebrajarse la relación entre Jenkins y Laudrup. El presidente no colmó todas las exigencias en materia de fichajes del danés y además el representante de este, Bayran Tutumlu, intentó colocar al capitán swans, Ashley Williams en otro club. Desde entonces los dardos han sobrevolado del palco al vestuario ante la irregular temporada de los galeses. La escasa mano dura de Laudrup también fue esgrimida como una de las causas definitivas para su despido. En cualquier caso su destitución confirma una tendencia. En Inglaterra se ha esfumado la paciencia: ocho entrenadores han sido destituidos en el campeonato inglés esta temporada.
Monk debutaba a lo grande. En un derbi de Gales en la Premier League, el segundo de la historia, y acuciado ante la necesidad de puntos (5 en los últimos nueve partidos). El acérrimo rival asegura la motivación, por lo que Monk trabaja la confianza y el ánimo de sus hombres en los días previos. El que les habla ya no es uno de los suyos, pero habla como si lo fuera y así resulta más fácil llegar a las zonas emocionales de los jugadores. En un principio Monk intenta aprovechar todo el legado de Laudrup, no intenta ningún cambio de rumbo ni pretende que su equipo se parapete en defensa para a partir de la solidez atacar la victoria. El nuevo técnico, que lleva una década en el club galés, recurre incluso a uno de sus maestros, Roberto Martínez, para intentar superar al Cardiff. Para ello apuesta por Emnes, recuperado en el mercado invernal tras su cesión al Middelsbrough, pero es el cambio de Pablo Hernández, situándolo en la mediapunta, lo que cambia el partido.
El español juega por detrás de Bony y desde ahí consigue filtrarse entre líneas, asociarse y formar el triángulo, junto a De Guzmán y Britton, que rompe el encuentro. Lo hace con un pase interior escandaloso a Routledge. Medio gol. Luego daría otra asistencia para cerrar el 3-0 definitivo. Con esa media hora Pablo se gana un puesto en el equipo y Monk le dará galones desde entonces. Ese cambio táctico aporta también la confianza necesaria al técnico inglés para ganarse el respeto de prensa, aficionados y directivos. Hernández repite posición en el Britannia Stadium de Stoke-on-Trent donde el Swansea saca un merecido empate (1-1). El español volverá a ser decisivo en el gol de los swans al poner un medidocentro a otro español, Chico Flores.
En apenas dos partidos ya comienzan a intuirse algunas de las líneas maestras de Monk. Su equipo sigue queriendo la pelota, en el centro del campo Leon Britton recupera parte de la presencia perdida y los laterales se muestran menos ofensivos. Tanto Rangel como Davies no alcanzan la línea de fondo, prefieren apoyar la jugada desde zonas más retrasadas, evitando que el rival pueda encontrar todo su carril libre en un contragolpe. Aunque lo que más acusa el equipo es el espacio que queda a espaldas de los mediocentros. Algo que se aprecia muy bien en el encuentro ante el Liverpool o ante el Stoke. Consecuencia de su talante valiente y el intento de dominar la pelota. La defensa al resguardarse más atrás propicia una distancia que es aprovechada por jugadores como Coutinho o Luis Suárez, que se benefician de los desplazamientos en largo de Gerrard, pero también por Peter Crouch o Jonathan Walters.
Consciente de ese déficit, la defensa dio un paso adelante en la ida de los dieciseisavos de Europa League frente al Nápoles. Los espacios se redujeron considerablemente y los italianos apenas tuvieron oportunidades para combinar y romper la maraña defensiva de los cisnes. Ni siquiera en las jugadas de estrategia marca de la casa de Benítez consiguen intimidar a los galeses. La intensidad y la escasa presión por ganar que siente el Swansea ante un rival mayor, proveniente de la Champions League, le llevan a disputar los mejores minutos de la era Monk. Los cisnes crecen cuando el triángulo formado por Britton, Cañas yPablo Hernández se encuentran. Una y otra vez buscan la profundidad por las alas con Bony y las incorporaciones de segunda línea merodeando el área. Solo la falta de acierto, una constante a lo largo de la temporada, y la gran actuación de Rafael en la primera parte impiden la victoria.
Uno de los problemas que ese día tuvo el Swansea fue la falta de jugadores en opciones de remate. Es algo que se aprecia también en otros partidos. Cuando Pablo Hernández baja demasiado para entrar en juego aísla a Bony, y los huecos que este deja con su movilidad no son aprovechados. También se observa que en el doble pivote formado por Monk, el equipo se atasca cuando ambos jugadores se encuentran en la misma línea, en vez de jugar escalonados, lo que favorecería la fluidez de la pelota. Frente al Nápoles, la entrada de Shelvey supuso una revitalización del equipo en la segunda parte, y ante el Liverpool su acierto y entendimiento con Bony fueron claves para igualar el marcador hasta en dos ocasiones. Ante los reds tuvo Monk otro duro examen y a pesar de la derrota (4-3) el equipo compitió bien, puso en dificultades al Liverpool y demostró personalidad y arrojo para intentar dominar el cuero en Anfield. El entrenador de los swans se marchó satisfecho pese a perder: “Tras el descanso fuimos nosotros mismos, creíamos en aquello que estábamos haciendo, movimos la bola rápido. Veníamos aquí a medirnos a un equipo que está peleando por la liga y hacerlo sufrir como lo hicimos da una muestra de lo bien que lo hicimos”.
No obstante, Monk no ha erradicado uno de los males endémicos de este equipo: la candidez defensiva a la hora de alejar el peligro en su área. Es, sin duda, la zona del campo que peor domina el Swansea. Lo venimos repitiendo toda la temporada, pero es que esa falta de contundencia para despejar los balones que llegan a su área continúa siendo alarmante también con el técnico inglés. Las jugadas a balón parado o en segundas oleada siguen costando goles y puntos a los swans, o eliminaciones, como en el partido frente al Everton de FA Cup. El marcaje individual utilizado por Monk no ha solucionado el problema, y la falta de confianza alcanza ya hasta los porteros: ni Vorm ni Tremmel se atreven a salir de su cueva para evitar estos males de altura. También sufren los cisnes cuando se les aprieta, cuando se presiona la salida de la pelota y no tienen faro alguno (con la lesión de Michu) al que pegar un pase de cuarenta metros con el que respirar un poco y de paso no perder la pelota en las inmediaciones del área.
El doble pivote de Monk lo forman Britton, que ha recuperado su buen nivel, y De Guzmán, aunque ambos no han sabido dotar al equipo de esa pausa y calma necesaria para salir de la presión. Algo que también puede deberse a la libertad que otorga Monk sobre todo al mediocentro canadiense, que ha aprovechado esa libertad para sumar desde la segunda línea, leyendo a la perfección los movimientos de Bony. Entre ambos tuvieron contra las cuerdas al Nápoles unos minutos tras marcar el empate a uno De Guzmán. Volvió el Swansea a demostrar en San Paolo que ha recuperado la competitividad en este tramo de la temporada, que quien le gane tendrá que correr más que él y que los mejores partidos de los galeses se han visto en Europa. En cualquier caso todo ello no fue suficiente para eliminar a los italianos, que tiraron de calidad y eficacia para seguir aumentando el idilio de Benítez con las eliminatorias.
El Swansea de Monk se siente cómodo controlando la pelota y los partidos en el centro del campo, pero sufre y mucho cuando la presión le empuja hacia su área. Y esa falta de contundencia se traslada también al otro extremo del campo, al área rival. Arriba las lesiones de Shelvey o Pablo Hernández (ahora que se encontraba en su mejor momento de la temporada), la prolongada baja de Michu o el nulo acierto goleador de Álvaro Vázquez, que no se ha estrenado con su nuevo equipo, ha otorgado toda la responsabilidad ofensiva a Bony. Y los 10 goles en la Premier del costamarfileño parecen un botín escaso para su precio y sus cifras goleadoras del año pasado (31 en la Eredivisie). El calendario no permite el respiro. Michu no llegará para la visita al Emirates este próximo sábado. Quizá regrese frente al West Bromwich Albion una semana después en el Liberty Stadium. En marzo también se las verán frente al Everton en Goodison Park y recibirán al Norwich. Partidos claves para los swans, que no quieren embarrarse en la lucha por la permanencia. Ahora que Monk ha recuperado las buenas sensaciones y la competitividad, necesita volver a ganar. No lo hace desde su estreno en el banquillo galés, y de eso hace ya un mes.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
– Fotos: Reuters – AFP
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