El regreso de Jordi Alba es el reconocimiento de un error: el de su salida. Pero cebarse en dicho error sería otra equivocación y mucho mayor. El mundo, y el del fútbol de manera abundante, es acierto y error. Aprendemos a caminar a base de caernos. Son innumerables, por tanto, los desaciertos a la hora de elegir a los futuros campeones. En ocasiones, por desprenderse de ellos demasiado pronto, cuando aparentan flaqueza o debilidad, sea física, técnica o táctica. En otras, dejándoles ir demasiado tarde, cuando ya era evidente que el jugador no podía superar cierto umbral de rendimiento, pero se le mantiene en un último esfuerzo voluntarioso. Pretender no errar nunca no forma parte del catálogo de la realidad de un club, y tampoco del Barça, por más éxitos que contabilice con sus canteranos. Nadie puede asegurar que los chavales que fueron despedidos el pasado verano en edad temprana, o hace apenas unos días, no serán los “patitos feos” del mañana y descollarán en otras entidades como ocurrió con Piqué o Alba. Tampoco es posible estar seguro de los que se quedan y continúan, pues un futbolista joven es como un jarrón de porcelana: frágil y etéreo. Puede triunfar, puede despeñarse.
Lo importante, tras intentar acertar siempre, es corregir un error. La marcha de Jordi Alba lo fue y ahora se corrige el tiro. Bien hecho. Su fichaje deja un mensaje y una consecuencia. El mensaje es que Tito Vilanova mantiene la línea estratégica de Pep Guardiola. No ha optado por ese lateral que sumara centímetros al equipo o músculo o contundencia. Ha preferido optar por otro hijo de La Masia, aunque fuese hijo pródigo, lo que realza y profundiza en el camino emprendido hace años: búsqueda de la excelencia técnica por encima de la rotundidad corporal, una seña de identidad en el modo en que se despliega el Barça sobre el césped. Haber elegido otro perfil muy distinto habría supuesto cierta disonancia. Alba suena a coherencia por parte de Tito y Zubizarreta.
Deja también una consecuencia: la sintonía demostrada por el lateral durante la Eurocopa con Iniesta y Pedro equivale a un sello de certificación notarial. Será uno más entre iguales, gente que aprendió idéntico idioma futbolístico y se entiende a ciegas, sin necesidad de palparse para comprenderse. La banda izquierda ha sido el costado donde la Selección española ha construido el juego que le ha llevado, agónicamente, eso sí, a otra final grande. Más que por sus brillantes acciones individuales, que han sido certeras y eficaces; y más que por su fenomenal resistencia física, a Jordi Alba se le ha destacado por la capacidad de asociarse con Iniesta y Pedro (y con Xabi Alonso también) como si hubieran jugado juntos toda la vida. Buen síntoma.
– Foto: Reuters
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