“Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga”
(La insoportable levedad del ser, 1984 . Milan Kundera)
Como es bien sabido, cuando en una manada de leones muere el macho alfa, el nuevo macho dominante mata a toda su progenie para volver a engendrar nuevos miembros caracterizados por la fuerza de su ADN. Por eso, cuando un macho dominante de una manada es cazado o herido, el drama que se provoca es de una consecuencia incalculable, todo cachorro morirá sin remisión.
En el Athletic Club, tras la marcha de Marcelo Bielsa, una figura que deja profunda huella allí por donde pasa, la llegada de un nuevo inquilino al banquillo no ha supuesto lo que la naturaleza propia del león manifiesta. Ernesto Valverde, conocedor de las más profundas raíces en las que asienta su historia el cuadro vasco, ha llegado con el sosiego y la calma de quien conoce la tarea por realizar y las consecuencias de la misma. El Athletic, forjada su leyenda bajo un estilo y una norma inédita en el fútbol del resto del mundo, no solo no puede prescindir de sus cachorros, sino que debe, como nadie, cuidarlos hasta que llegue el momento en el que puedan rugir solos.
El Athletic es sabedor que su continuidad en el tiempo pasa por sembrar y recoger los frutos que salgan de ese vivero inagotable que es Lezama y su entorno de influencia. Como bien dice Imanol Ibarrondo, gestionar las bellotas para que de ellas salgan fornidos y poderosos robles que hagan del bosque del equipo bilbaíno un auténtico vergel.
En esta liga de dominio incierto, con tres equipos luchando por la hegemonía, acaparando portadas, críticas y elogios, el cuarto es el Athletic, silencioso en su caminar, sin el brillo que regalan los medios y la trascendencia que ofrecen en todos los foros en donde se habla de ganar y no tanto de competir. Un cuarto puesto que indica que a pesar de sus limitaciones estructurales, algo está haciendo bien para lograr superar al resto de competidores y mantener en una posición que abre las puertas de la más importante competición continental.
Limitaciones estructurales, ese es el silicio que el Athletic lleva articulado en su muslo. Mientras todos pueden acceder al mercado en función de sus posibilidades, el Athletic ha elegido limitar la muestra sobre la que tiene acceso, la población activa sobre la que puede optar a reclutar sus fuerzas es infinitamente inferior al resto de equipos españoles y europeos, su autolimitación alimenta su particular característica de equipo especial y le dificulta, a priori, el volumen de oportunidades en caso de acceder al mercado. En el Athletic solo juegan jugadores con incidencia vasca, lo que obliga a crear su propia estructura, sus propios valores de responsabilidad y sus propios criterios de selección en un entorno en donde cada madre gesta a su hijo con la posibilidad de que sea elegido para una causa que se eleva a un nivel superior al de cualquier otro foro geográfico. Cada padre que levanta a su hijo en brazos sostiene un patrimonio que potencialmente podría ser elegido para formar parte de un selecto grupo de privilegiados que representarán a un club centenario. Y todo, elegido desde el deseo de hacer del Athletic un equipo que sostiene su historia con la fuerza de la tradición y con el rigor del carácter al que irremediablemente ha de unir la inteligencia de adaptarse a los tiempos y la utilización de un método que le permita equilibrar sus fortalezas con la restricción elegida motu proprio.
Con ello convive la institución desde siempre, adaptando sus recursos para generar el mayor valor añadido posible y esparciendo sus semillas por los terrenos en los que crecerán sus frutos: Euskadi, Navarra y el País Vasco francés, principalmente.
Con todo ello está lidiando de forma tremendamente y eficaz Ernesto Valverde, el Txingurri, sabiendo sacar partido de una plantilla en la que desde el primero hasta el último sabe el valor trascendental de la tradición en su equipo, sabe de la importancia del gen diferenciador del jugador del Athletic, lo maman desde sus inicios, tanto en Lezama como en las incontables escuelas de formación y equipos asimilados que se vinculan con la entidad rojiblanca a lo largo y ancho de la geografía vasca.
Igualmente saben que una vez dentro de la casa, las probabilidades de llegar se van incrementando exponencialmente a medida que avanzan en la exigente y compleja distribución de equipos que conforma la cantera del club.
Cuando llegan arriba saben de antemano qué significa la entidad, quiénes son sus garantes y cómo servir a la causa del club que los ha formado para jugar defendiendo estilo, forma y fondo.
En este ejercicio, histórico por lo que supone estrenar un nuevo santuario como es San Mamés, el equipo vasco está logrando desarrollar un fútbol sencillo y ortodoxo que le permite ganar y aspirar a un premio que ha pasado a convertirse en un sueño que pocas veces pueden vivir. Acostumbrados históricamente a luchar con los más grandes de la liga y ser uno de sus clásicos –no olvidemos que junto al F. C. Barcelona y el Real Madrid es el único club que siempre ha jugado en Primera División–, hoy el Athletic tiene que afrontar la realidad de competir contra los mejores con las dificultades añadidas de su propia elección. Ello conlleva asumir que no siempre podrá estar arriba, pero igualmente supone afrontar el reto de intentarlo.
Para ello ha de asentar su trabajo y evolucionar su criterio deportivo a niveles que otros no necesitan y además ha de disponer de una red de búsqueda de talento que le garantice, en el foro elegido, encontrar los mejores mimbres para llevarlos a su escuela de formación y modelar la potencialidad del jugador hasta que encuentre su excelencia, la cual traspasará al primer equipo para cohesionarla con el resto de compañeros. Así es la vida cotidiana de este Athletic, ardua y difícil, pero las consecuencias de su trabajo en este año 2013-2014 están rozando, desde la tranquilidad silenciosa de su trayectoria, cotas extraordinariamente altas de eficacia.
Ernesto Valverde ha heredado y cohesionado una plantilla que viene de vivir una aventura trascendente. Pasar por las manos de Marcelo Bielsa y su equipo de trabajo implica haber afrontado una vivencia totalmente distinta a las experimentadas hasta el momento. Convivir con el rosarino les supuso a los jugadores del Athletic y a la entidad en su conjunto una experiencia inigualable. La metodología particular y totalmente alejada de lo que se lleva actualmente en España, su personal forma de manifestarse y organizarse y su carácter definido y único, les ha supuesto acceder a un nivel de conocimiento y experiencia que los ha marcado, a pesar de las escasas dos temporadas que el técnico argentino ha permanecido en el cuadro de Ibaigane.
Todo lo que ha dejado Bielsa como legado ha quedado sellado a fuego en el subconsciente del cuadro vasco, porque otra manera se hace impensable. Marcelo Bielsa maneja una forma de entrenar en la que todo el desgaste que hace personalmente es transferido inmediatamente a todos y cada uno de los componentes del club. La forma analítica y metódica de desarrollar cada movimiento específico, la repetición machacona del gesto dentro del tablero en el que convierte el campo de fútbol, dificilmente es olvidado por sus jugadores, a quienes somete a un nivel de exigencia emocional y profesional extremo. Bielsa exigió a los jugadores del Athletic todo lo que podían dar a nivel futbolístico y todo aquello que no sabían que podían dar a nivel emocional, lo que con el tiempo lleva a un desgaste y a la vez a un bagaje tremendamente importante.
Eso ha quedado en la memoria consciente de cada jugador que ha pasado bajo su disciplina y la exigencia competitiva, instaurada en el modus operandi de la entidad, se ha multiplicado por fuerza de la costumbre.
Todo ello, tras la calma derivada después de la tormenta, se ha convertido en un activo útil que de manera inconsciente está dejando su valor en el desarrollo del trabajo del equipo. Tras la marcha del técnico argentino, sus formas y su método se han instaurado en la institución, un poso que permite, sin entrar en grandes diatribas, generar rendimiento per se.
Valverde se ha encontrado un grupo de trabajo que ha aprendido a competir al más alto nivel, desglosando cada parámetro y cada variable del juego y volviendo a ensamblarlo al gusto del exigente entrenador argentino, quien decostruye el fútbol para volverlo a armar enfatizando aquellos aspectos que más le interesan. En el medio de este trabajo, articula desde el discurso medido la gestión del torrente de emociones que a medida que su trabajo avanza genera el propio juego, lo que ha llevado al equipo, tras un período de adaptación, a desarrollar un fútbol fulgurante y extraordinariamente dinámico, unido a medidas que no forman parte de la costumbre del fútbol europeo y que facilita el impacto de su aprovechamiento en un primer momento. Por ello, la primera campaña de Bielsa en el Athletic supuso un huracán de fuerza futbolística que todos pudimos apreciar y disfrutar.
Su papel estelar en la Europa League, con la sublimación de su estilo en la eliminatoria contra el Manchester United, y su ejercicio de irreverente matagigantes en la liga española con el inolvidable partido frente al F. C. Barcelona, ofreciendo lo que nadie se atreve, una defensa mixta, la más compleja en su comprensión y ejecución, plasmada con la naturalidad con la que los genios adornan su más preciadas obras, quedarán en la retina de todos los grandes consumidores de fútbol de calidad.
La consecuencia final, jugar la final de la Europa League en Rumanía contra el Atlético de Madrid del Cholo Simeone y posteriormente la final de la Copa del Rey contra el F. C. Barcelona de Pep Guardiola, sería el colofón a una sinfonía casi perfecta si hubiesen ganado los títulos. Pero, al igual que ocurrió con la Naranja Mecánica en Alemania’74, la impronta de su trabajo y de su estilo quedarán para siempre en el recuerdo de todos.
Igualmente, Valverde gestiona actualmente una plantilla que en el segundo año de trabajo del argentino vivió la pesadilla profunda de no encontrar su camino y de vivir el desgaste ante tanta propuesta y ante tanta avalancha de emotividad y exigencia mental. El segundo año trajo consigo el aprendizaje de vivir el desencuentro a pesar del trabajo. El conocimiento de la competición y sus consecuencias desde el otro lado, desde la parte alejada de los focos y las luces del reconocimiento popular y mediático. Jugar al fútbol con el nivel de exigencia personal, global y estructural con el que Bielsa obligaba a sus pupilos y a la institución supuso un desgaste y una acumulación de vivencias que a fuerza de repetirse quedaron selladas nuevamente en el zurrón de cada jugador del club. El segundo año de Bielsa en el Athletic supuso para sus jugadores el aprendizaje de vivir el fútbol e interiorizarlo desde el dolor del desarraigo con el éxito. Trabajar en máximos para alcanzar mínimos y seguir en la élite desde la humildad de quien lucha por no caer en el olvido.
Este segundo ejercicio regaló a la plantilla la sabiduría y el conocimiento de entender el fútbol desde otra perspectiva, y Bielsa se encargó de potenciar el valor adquirido en la temporada, aleccionando a sus pupilos desde el enfoque de la ética y de la honestidad competitiva.
De todo ello se ha beneficiado el Athletic, que necesitaba incorporar un director que supiese gestionar todo el bagaje acumulado y readaptar todo lo generado en los dos últimos años hacia un fútbol conocido, nuestro, basado en ese holismo que siempre ha caracterizado al equipo rojiblanco, en donde el todo supera al aporte de las partes, el equipo sellado en el sentir y en el hacer. Valverde ha sabido enfocar la tarea, dirigir el ánimo y el entusiasmo hacia el camino de organizarse en un conjunto que utiliza todas sus armas y todo su saber en pos del objetivo de contentar a una parroquia sumamente exigente a la par que tolerante con su equipo.
Los viejos valores del Athletic, tamizados por la impronta de un técnico distinto que ha potenciado la humanidad competitiva de sus pupilos y reorientada por un nuevo director, sabedor de las formas de gestión colectiva del talento y dominador de la técnica de liderazgo adecuada tras la efervescencia vivida.
Valverde ha articulado un equipo poderoso, con un tremendo presente y un extraordinario futuro inmediato, combinando el legado dejado por Bielsa con la tradición habitual del club y la llegada de valores nuevos que han enriquecido con su presencia el ya de por sí completo y complejo plantel bilbaíno, haciendo olvidar a futbolístas que en su momento fueron muy importantes tanto para la entidad como para la selección.
La historia ampara como nunca la posición de portero del Athletic; ejercer este puesto en este club supone llevar en sus hombros la legendaria responsabilidad de leyendas como Lezama, Gregorio Blasco, Carmelo Cedrún, el inigualable Txopo José Angel Iribar o el último gran mito de la portería vasca como fue Andoni Zubizarreta. Iraizoz lleva cumpliendo brillantemente con esta tarea los últimos años tras su paso por el Espanyol. El portero del Athletic ha conseguido cerrar con candado su titularidad bajo los palos de la portería vasca y empezar a forjar su propia leyenda.
A lo largo de la historia reciente del Athletic, la posición de centrales ha estado ocupada por jugadores de rango internacional, desde Goicoetxea y Liceranzu, pasando por Andrinúa o Alkorta, para llegar en la actualidad a disponer de jugadores del nivel de San José, forjado entre las orillas de la ría y la fuerte influencia del Mersey en Liverpool, o la nueva joya llamada Aymeric Laporte, que junto al incombustible gran capitán Gurpegi domina la parcela interior de la defensa bilbaína. Por fuera, Iraola, el otro gran capitán, y Balenziaga gestionan los laterales de forma habitual.
En el centro del campo se concentra la mayor cantidad de talento y poderío de este equipo, con jugadores complementarios y altamente competitivos como Beñat, Iturraspe, Ander Herrera o Mikel Rico, centrocampistas capaces de dominar el juego corto y ampliar miras hacia una dinámica más directa si así lo exige el juego. Junto a ellos, jugadores especiales como Markel Susaeta, Óscar de Marcos, un jugador privilegiado por cómo entiende el fútbol desde la perspectiva física, técnica y competitiva, o Iker Muniain, talento puro encerrado en un pequeño cuerpo de irreverencia necesitada de una dosis de madurez que solo dan los años.
Arriba, tras la marcha por finalización de contrato y agotamiento de vínculo personal de Llorente, la presencia del siempre eficaz y trabajador Aritz Aduriz y el potencial futbolístico de Kike Sola se completa con la particular figura de Gaizka Toquero, jugador diferente y absolutamente necesario en la vida cotidiana de este Athletic necesitado de perfiles únicos y particulares como el de este ‘2’ cuyo oficio es el gol desde el sudor de su ilusión de futbolista entregado.
Tras el tremendo armazón de calidad y potencia se agrupan otros futbolistas que crecen y se ganan el derecho de minutos de importancia y relevancia como Ibai Gómez, Iñigo Pérez, Etxeita o Ekiza, quienes complementan el trabajo grupal con un protagonismo cada vez más trascendente.
En su conjunto, Ernesto Valverde maneja un colectivo altamente complementario, diverso y polivalente que le está permitiendo crecer desde la tranquilidad para asentar un trabajo que se irá convirtiendo en más valioso a medida que pase el tiempo, porque este Athletic, si guarda sus valores básicos, mantiene el contexto de trabajo y garantiza la presencia de sus más importantes futbolistas en un futuro inmediato, dará mucho que hablar. Sin contar con las nuevas perlas que están esperando su momento, como el portero Kepa Arrizabalaga, quien manifiesta el más puro estilo de la escuela vasca.
El fútbol propuesto hasta el momento, con una defensa de cuatro efectivos, guardada la portería bajo la experiencia de Gorka Iraizoz, con un centro del campo poblado por cuatro o cinco centrocampistas en función de cada momento y cada exigencia y una delantera con Aduriz acompañado de Sola o con alguno de los dos en solitario, se caracteriza por el dinamismo del juego corto y veloz, aprovechando el talento de sus centrocampistas y la velocidad de su gente de banda, con la aparición por momentos de ese pase que provoca el cambio de ritmo y ayuda a aprovechar metros hacia adelante, que posiciona el equipo en disposición de encontrar su suerte final y busca sorprender para provocar reacciones en las defensas contrarias. Un fútbol aparentemente sencillo a la vista, pero complicado de implementar, dado que obliga a una enorme dosis de eficiencia en la manifestación de los gestos técnicos, una tremenda movilidad de los jugadores que se manifiestan por delante de la pelota y una gran implicación de los jugadores que funcionan por los flancos, tanto de laterales como de exteriores, para generar sinergias de superioridad posicional que provoquen los desequilibrios deseados y faciliten la fluidez del juego por esas zonas, tradicionalmente ocupadas desde siempre con criterio por el estilo del club bilbaíno.
La individualidad siempre presente, con tremenda capacidad de desborde y la genialidad en las botas de gente como De Marcos o Muniain, que rompen desde la imprevisibilidad cualquier intento de intuir el juego por parte del rival, aumentan el valor y las opciones del equipo y garantizan el espectáculo y la impronta de equipo creativo que tiene actualmente este Athletic Club.
Defensivamente, el sello propio de la institución, rocosidad y entrega sin límites unidos a una disposición espacial que pondera la zona, el espacio y la solidaridad defensiva en forma de ayudas permanentes, rompe con el periplo de Bielsa y sus marcas individualizadas enmarcadas dentro de defensas mixtas o de planteamientos combinados que obligaban a ajustar espacios, además ocupados desde formaciones diferentes y más condicionadas a cómo quedaban los estados finales una vez terminada la jugada.
La coherencia de Valverde, en este sentido, ha servido para ponderar el estilo más propio de una defensa en zona, basada en las interacciones constantes entre sus partícipes, la reducción de espacios y la presión defensiva y el plus que supone saber que siempre habrá reacción inmediata al error sin tener que verse expuesto por el fallo individual a situaciones incómodas o poco habituales.
En su conjunto, el continuum del juego se manifiesta claramente como un desarrollo defensivo para lograr la recuperación de la pelota con objeto de atacar y, una vez perdida, la inmediata intervención para su pronta recuperación.
Las acciones a balón parado, muy definidas en el estilo del equipo vasco desde siempre, completan desde la creatividad de sus desarrollos un juego altamente competitivo y dificil de contrarrestar, dirigido y liderado desde el sosiego y la mesura aparente de un Valverde inteligente y con un libreto amplio de repertorio original. Un entrenador formado y completo que transmite una imagen totalmente diferente a su antecesor y que ha dotado a la entidad de una tranquilidad institucional muy necesaria para su crecimiento futuro.
El Athletic Club está en la parte noble de la tabla, silenciosamente, regalando, habitualmente los lunes, un fútbol cuidado y con visos de crecer y ofreciendo un espectáculo futbolístico que no solo gana adhesión entre sus seguidores, sino que amplía su marco a todo buen degustador de fútbol de calidad.
La historia de un club mítico, la evolución hacia lugares conocidos y la consecución del logro desde la restricción sociocultural hacen de este Athletic un equipo especial que busca su sitio entre los mejores y que contagia sensaciones olvidadas en otros foros futbolísticos.
El Athletic es necesario en el fútbol español, indispensable en los escenarios balompédicos europeos y debe seguir siendo referente de una cultura de formación que marca estilo y define sentimientos que el fútbol humaniza como nadie.
* Alex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela. Autor del libro «Las grandes escuelas de fútbol moderno» (Ed. Fútbol del Libro).
– Fotos: Athletic Club – Getty Images – Morell (EFE)
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