Este pasado fin de semana se ha vuelto a vivir un momento mágico de manos, aunque mejor debería decir “de pies”, de la gran Florence Kiplagat. Esta fondista keniana, madre de dos niñas preciosas, ha batido el record mundial de los 15 km, 20km y media maratón ¡en la misma prueba!
No deja de asombrarnos su entereza enmascarada en ese cuerpo frágil y liviano y esa tímida sonrisa que esconde a una feroz luchadora con mentalidad de hierro.
Tuve el honor de conocerla hace un año gracias a Inma García, responsable de la organización del grupo de corredores de élite de la Mitja Marató de Barcelona. Debido a mi profesión, le pedí si podía al menos intercambiar unas palabras con ella, ya que estaba expectante por aprender todo lo que pudiera de ella y su mentalidad. En esta tarea también me ayudó Gerardo Prieto, el hombre que más sabe de atletismo, como me gusta llamarlo, y responsable de traer a los mejores corredores a la competición. Gracias a él Kiplagat ha corrido en Barcelona y pulverizado el récord del mundo dos veces.
De nuestro encuentro salieron temas como los que siguen.
Florence explica que su motivación principal para correr fue la necesidad. Sin llegar a conocer a su madre, vivía con su tío y era tan pobre que comprendió que el atletismo, que no se le daba mal, era la única salida de la pobreza.
Cuando necesitas algo de verdad, eres capaz de concentrar toda tu energía en ese punto y persistir sin descanso hasta conseguir aquello que necesitas. Hay una diferencia sustancial entre lo que deseas y lo que necesitas. Lo segundo es mil veces más potente. En el primer mundo quizá deseemos ser los corredores más rápidos en larga distancia. Pero si competimos con alguien que necesita ser el corredor más rápido del mundo para sobrevivir, la batalla tiene claro ganador.
Gerardo me contaba que en Kenia una mujer lo tiene el doble de difícil. ¡Cómo si no lo tuvieran complicado ya! Es raro ver a una mujer entrenando; tienen que luchar contra formas culturales que las discriminan. La mayoría de mujeres que corren lo hace porque tiene a su pareja que corre también o es su entrenador. O alguien de la familia también corre. De otra manera, la situación se vuelve muy difícil. Florence pertenece al primer grupo, y así puede desarrollar su actividad deportiva. Imaginad la fortaleza y determinación de esta pequeña mujer por salir cada día a correr. Imaginad cómo debe sentirse cuando sus hijas no entienden por qué siempre está tan cansada.
La determinación se entrena. Y ella lo hace todos los días, a todas horas.
No nos engañemos. Vivir a 2.000 metros de altitud es una ventaja. La vida ha colocado a esta mujer en un punto concreto de la geografía propicio para mejorar las marcas atléticas más imponentes. En este caso, Kiplagat no ha hecho nada por nacer en esa parte de Kenia donde viven los kalenji. Lo que si ha hecho ha sido aprovecharlo. Ha dejado de pensar en lo que no tiene y se ha centrado en trabajar con lo que tiene para conseguir lo que quiere. ¿Quizá sea ese el secreto?
Son miles y miles de años, mutación tras mutación, representados en las piernas de esta formidable mujer. La vida en el campo en Kenia es extremadamente dura. La implicación física diaria de los habitantes rurales es de una gran exigencia. Eso ha formado parte del entrenamiento invisible que llevan los kenianos de esas zonas. No estoy diciendo que por vivir allí y llevar la genética de tus antepasados ya vayas a ser una gran campeona. Solo apunto a elementos que predisponen a lograrlo. Porque hacer 10 series de 400 a 1.05” con 1’ de recuperación no está al alcance de muchos. ¡Hay que entrenarlo!
Entendamos en qué contexto es más propicio hacer un entrenamiento así, ¡y eso que solo he descrito la primera parte! Aquí tenemos muchos distractores y una herencia sedentaria que nos resta. Además, el esfuerzo no se lleva. ¿Por qué esforzarse si hay gente que gana 60.000 euros a la semana por estar sentado en un sofá?
Florence corre por necesidad, por amor a su familia y por ayudar a su comunidad (comparte su premio con ella).
Yo no sé cuál es el secreto, pero sus razones me parecen maravillosas. Y me alegro por su éxito.
Con agradecimiento a Florence, Inma y Gerardo.
* Mar Rovira.
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