"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
El culmen del Pep Team, en cuanto a juego, se produjo en dos finales concretas: en la de Champions 2011 en Wembley y en la del Mundial de clubes del mismo año en Yokohama. Hablo de juego, no de resultados, pues entonces tendríamos que referirnos a otros grandes episodios. Pero en juego, esos dos encuentros fueron las grandes cimas colectivas. En Wembley, con Pedro haciendo de estaca en un costado para ensanchar al Manchester y Villa tirando en profundidad para sajar a los ingleses en vertical, el Barça sometió al otro finalista como pocas veces ha ocurrido en una final (insisto: no me refiero a resultados, sino a juego). Busquets, Xavi e Iniesta recitaron todas las frases del centro del campo e hicieron volar a Messi. Meses más tarde, a partir de una propuesta algo diferente, con hasta siete centrocampistas mezclados en el equipo, el Pep Team aplastó al Santos de Neymar en una lección de difícil olvido.
Pero apenas quince días más tarde del gran éxito en el Mundial de clubes dio la sensación que habían cambiado muchas cosas. Como si llegar a la cima significara que ya tocaba descender, el hasta entonces cauce del río común se desvió en afluentes individuales. Hay que reconocer que esa es una debilidad humana a la que todos estamos sometidos y que las circunstancias no ayudaron: los dos hombres más sacrificados del equipo estaban KO (uno con la tibia fracturada, el otro con pubalgia, tobillo y lesiones múltiples); la concentración de algún jugador pasó a mejor vida; los velocistas del equipo impusieron su ley; y el soleo del director de orquesta impuso la quiebra de su batuta. Guardiola intentó reconducir las aguas, probó y ensayó variantes, empleó chavales jóvenes en busca de soluciones y, finalmente, vacío por dentro, se sintió sin fuerzas para lograr su empeño. Tito heredó un equipo fabuloso y también el problema de los afluentes. Se puso manos a la obra desde el primer minuto y anda proponiendo todos los planes posibles para regresar a los orígenes. De momento, con éxito absoluto en resultados, pero parcial en el juego, que continúa reflejando defectos, sea porque cada riachuelo se ha acostumbrado a circular libremente, sea porque devolver las aguas al cauce común nunca es fácil.
El entrenador ha conquistado en estas semanas victorias y credibilidad suficiente para poder maniobrar con amplia tranquilidad incluso ante sus propios jugadores, protagonistas por igual de los éxitos y de las intermitencias tácticas. Al entrenador le corresponde aplicar los remedios para que el río vuelva a fluir con toda su fuerza colectiva y no se desperdicie el caudal en afluentes individuales, pero no habrá propuesta que se imponga sin la voluntad firme de todos los jugadores por encerrar esos vicios individuales en la caja de caudales y regresar al escenario pre-Mundial de clubes, cuando todos los movimientos sobre el campo iban destinados al éxito colectivo. El Barça tiene enfrente un reto poderoso: encauzarse.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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