1.- Por quinto partido partido consecutivo, el Real Madrid se alejó de manera insospechada del juego fluido que le llevó a dominar imperialmente a todos sus rivales en otoño y a construir un gigantesco dique de ventaja sobre el Barça. En estos dos últimos encuentros, los torcidos resultados finales desnudan el desempeño global. La duda entre coyuntura y estructura empieza a inclinarse hacia un hecho que parece repetirse anualmente: el bache de Mourinho en cada una de sus temporadas.
2.- Ante Rayo, Betis y CSKA, las victorias dejaron en sordina la pesadez en la producción de juego. Pequeños síntomas al principio, mayores a continuación, estruendosos en los recientes partidos. Las causas posibles se han ido percibiendo con claridad: en un equipo que domina y somete por aplastamiento y contundencia, la ausencia de jugadores esenciales como Di María o la baja forma de piezas clave como Marcelo han sido la arena que ha encasquillado el motor.
3.- José Mourinho no ha ayudado a su equipo en este trance. Tras gestionar el primer tramo de la temporada regular (septiembre-febrero) con niveles de excelencia elevadísimos si obviamos sus dos primeros enfrentamientos con el Barça; interviniendo de manera preclara en momentos fundamentales de los encuentros, generando alternativas tácticas favorables y adquiriendo un perfil bajo a beneficio del equipo, Mourinho parece haber sido superado por factores emocionales. Vuelve a ser el Mourinho de la temporada anterior. O lo parece.
4.- Ha afrontado la visita a El Madrigal bajo el síndrome de la seguridad. El pinchazo ante el Málaga podía leerse como rasguño o bien como herida y el entrenador, a partir de la alineación de Lass y Khedira junto a Xabi Alonso, dio el mensaje a su vestuario de que la herida era profunda. Tras semanas renunciando a la presión alta que tanto distinguió los éxitos blancos, ha añadido un triángulo de hierro a su miedo por el riesgo, quizás buscando una seguridad improbable.
5.- ¿Era seguridad lo que necesitaba hoy este vestuario? El entrenador ha decidido que sí y el desempeño (más que el resultado) ha sentenciado que ha sido una mala opción. Que el desgaste táctico-emocional que sufre el Madrid desde hace semanas no se resuelve con más hierro, pues ni la hiperactividad sin mesura de Lass, ni la lentitud giroscópica de Khedira ni la sintomática pesadez de Xabi han impedido las grandes lagunas de la organización defensiva. Fácil de decir a posteriori: el Madrid necesitaba una dosis de valentía, la que tuvo en la vuelta de Copa en el Camp Nou.
6.- ¿Y la construcción? Depositada exclusivamente en Özil, lo que es tanto como pedirle continuidad al Guadiana. Puede hacerlo sobradamente; puede hacerlo con brillantez; con rasgos geniales incluso, pero sin que esa fase creativa tenga carácter sostenido y sostenible. La ausencia de Di María está resultando clamorosa; la de Granero, significativa. Todo el peso de la generación se deposita en Özil, capaz de un gesto técnico angelical, soberbio, zidanesco, como en ese taconazo espeluznante para dar su 41ª asistencia de gol, pero también capaz de ausentarse largos espacios de tiempo del partido.
7.- En semejante contexto, todas las balas merengues son individuales. Cristiano Ronaldo es la de plata, intérprete de una acción estruendosa asociándose con Özil, gesto, intensidad, conducción delicada, finta y engaño. Prodigioso gol, insuficiente para tapar los defectos del colectivo, pero que podía haber bastado como bálsamo provisional.
8.- La gestión de los cambios por parte de Mourinho (Callejón por Lass; Altintop por Callejón lesionado; Higuaín por Benzema) retrata a un técnico desconcertado que elige los momentos erróneos para cada cosa (al tercer cambio, en especial, me refiero) y a un equipo cuyo plan para el triunfo transita por el exceso de revoluciones. Sólo con el marcador a favor se agarra al balón y lo circula con limpieza quirúrgica. Parece aliviado y se defiende a partir del cuero. Entonces se advierte el auténtico abismo que separa a ambos conjuntos, sujeto el Villarreal únicamente a Marcos Senna, abismo que se reduce a cero por los errores y carencias mencionadas.
9.- La anarquía creativa de Marcelo está torturando también a sus compañeros. Sergio Ramos se harta de cubrir sus agujeros defensivos (aunque hoy haya protagonizado una extraña prestación, con varios errores impropios en él), lo que redunda en más sacrificio para Xabi Alonso, obligado a cubrir parte de esa zona izquierda. Sin embargo, incorporándose arriba y por dentro, Marcelo es el electrón libre que rompe esquemas rivales, el hombre cuyas subidas erizan la piel del aficionado local.
10.- Mensaje temeroso, triángulo de hierro en busca de seguridad, creación pendiente de un único hilo e irregular, propuestas individuales y cargamento emocional a máximas revoluciones. Esa ha sido la fórmula y se ha demostrado fallida. Cuando su equipo pedía riesgo y frío, el cuerpo técnico ha propuesto respeto y ardor. La hiperemotividad final, que tanta gasolina echará al fuego del matrix patrio, se ha producido cuando el empate ya estaba en el marcador.
y 11.- Casillas. Por segunda vez en tres días. Barrera irregularmente colocada, gol en el palo del portero, esta vez ni siquiera por la escuadra. Mucho alimento para las dudas.
– Fotos: Helios de la Rubia – Anotnio Villalba (Real Madrid)
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