09/01/2012. Londres. Emirates Stadium. Partido de la FA Cup. Arsenal-Leeds United.
Corría el minuto 68 cuando los supporters enmudecieron: el 4º árbitro mostró el cambio de Chamackh por el número 12. Al instante, se vivió un momento mágico, todo el estadio en pie le recibió con una cerrada e íntima ovación.
-“Papá, ¿quién entra?”- preguntó el pequeño Danny de 5 años a su padre el mismo día que perdía la virginidad como aficionado gunner, sin entender el por qué de tanto alboroto.
– ‘’Es el jugador de la estatua de la entrada”- contestó emocionado Charles.
– “Y si aún juega, ¿por qué tiene una estatua?”- insistió Danny
– “Fíjate bien y lo entenderás”- sentenció el padre.
La suya había sido una vuelta anunciada. Fue justo un mes antes de su debut, en la celebración del 125º aniversario del Arsenal, cuando fue inmortalizado con una estatua de bronce celebrando un gol, el momento a partir del cual el nombre de Henry empezó a sonar otra vez. Aquel día, el cruce de declaraciones cariñosas entre Wenger y Thierry dejaba entrever que su posible vuelta podía ser un hecho. El pacto de dejar a Henry entrenarse con el equipo para no perder la forma durante el parón de la liga estadounidense agradó especialmente a una afición gunner que confiaba en la experiencia y presencia de Titi para reactivar a unos jugadores un tanto bloqueados esta temporada. Jóvenes como Alex Oxlade-Chamberlain, Aaron Ramsey, Wojciech Szczesny o el mismo Jack Wilshere, no tardaron en mostrar en Twitter la ilusión de poder entrenarse con uno de sus ídolos. Fue entonces, con la inmediata marcha de Chamackh y Gervinho a la CAN 2012 con sus respectivas selecciones y el pobre nivel mostrado por Arshavin, cuando Wenger, sin un pelo de tonto, empezó a pensar en su viejo pupilo como posible refuerzo para acompañar al goleador Van Persie. Una vez detectada la motivación extra que Henry había generado en el vestuario y en la afición, no dudó en ofrecerle la posibilidad de incorporarse al equipo en forma de cesión por dos meses.
La reacción de la grada fue maravillosa, frases como “es un cuento de hadas”, “el retorno del rey” o “un orgasmo”, definían el sentimiento de los supporters ante la vuelta del francés. Múltiples pancartas con el mensaje “Welcome back”, junto con camisetas con el 12 e incluso con King Henry de nombre, empezaron a invadir el Emirates. Además, los más clásicos sacaron la vieja camiseta con el 14 del armario y recordaron viejos cánticos en honor a su estrella. Fue como aquel título que los aficionados gunners llevan años sin celebrar. Pese a la locura, un precavido Henry aseguró que “marché siendo un profesional, he vuelto como un fan y vengo a ayudar”.
Era el retorno de Thierry Henry, un mito viviente, hijo pródigo de los cañoneros del norte de Londres, que volvió por las andadas. En su ‘redebut’ ante Leeds, tras cuatro años y medio sin vestir la elástica del Arsenal, la del club que le convirtió en crack mundial, marcó su gol 227 con la camiseta gunner, definiendo como tantas y tantas veces había hecho. Un toque sutil con el interior, de superclase, marca de la casa, combinando la potencia justa con una colocación máxima; esa rosca que había dejado retratados a gran cantidad de guardametas. Para Charles fue como un dejavú, como si hubiera vuelto a las gradas de Highbury, como si pudiera ver otra vez a ese gran equipo que consiguió la Premier League sin perder un solo partido, recordando a los Vieira, Bergkamp, Ljunberg, Pires y el mejor Titi. Ante tanta euforia, el mismo Henry reconoció al finalizar el encuentro, que “éste no era el plan”.
Con el gol, el flechazo fue definitivo, volvió el amor a primera vista; grada y jugador se unían otra vez pero, eso sí, el reencuentro fue algo distinto. Si en 1999 Wenger presentaba a un joven de 22 años ilusionado y con ganas de agradar pero que tardó 9 partidos en estrenarse como goleador, ahora le bastaron diez minutos para demostrar que pese a haber cambiado el 14 por el 12, ser doce años mayor, y haber abandonado su cara juvenil por una barba poblada, su casa nunca había dejado de ser Londres. Y es que para Henry, que al fichar por los New York Red Bulls negó que pensase volver a Europa, “cuando se trata del Arsenal, mi corazón es quién decide”.
Viendo la reacción del jugador y del público al unísono en la celebración y esa química especial, el pequeño Danny entendió que este tal Thierry Henry debía ser alguien especial. Una leyenda para el padre Charles, que tras el partido empezó a contar a su hijo la historia de ese número 12, la de Monsieur Henry…
* Sergi Besa y Marc Terrés son estudiantes y aprendices. En Twitter: @futbolsegunvin En la web: elfutbolsegunvin.wordpress.com
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