El 16 de octubre de 1968 estaban celebrándose los Juegos Olímpicos en México. Aquellos días en el estadio de la capital azteca pasaron a la historia del atletismo mundial hombres como Jim Hines, Dick Fosbury, Lee Evans o Bob Beamon, que hicieron las delicias de todos los aficionados al deporte en el mundo.
Y ahí estaba Ignacio Sola Cortabarría, nuestro representante en el salto con garrocha, que tuvo el honor de tener en sus manos nada menos que el récord olímpico, en unos tiempos en los que las pistas eran de ceniza, apenas sí había colchonetas de caída y las condiciones de entrenamiento no eran las idóneas. Pero Sola consiguió un excelente noveno puesto con 5,20 m en una disciplina muy compleja técnicamente.
En 1967 había saltado por primera vez los cinco metros. Fue en Francia, concretamente en Lyon, en pista cubierta. También lo consiguió en Colonia, en la temporada al aire libre. Ignacio tenía la confianza de estar en los Juegos Olímpicos de México. La mínima que le pedía la IAAF era de 4,80, pero la RFEA le exigía 5,05 o saltar dos veces 4,90, lo que estaba al alcance de nuestro pertiguista.
La de 1968 iba a ser una temporada muy larga. La planificación de la misma fue realizada por su entrenador, José Luis Torres. Nos lo cuenta el propio Ignacio: «Torres, no a mí, sino a todos los que él entrenaba, nos comentó sus planes de puesta a punto ante los meses que teníamos delante. Dentro de sus atletas ya se sabía que muchos de ellos no iban a ir a los JJ. OO., pero la puesta a punto se consideraba que la debían seguir todos, ya que la programación de competiciones tenía su punto álgido en el campeonato de Europa de pista cubierta y en los Juegos Olímpicos.
Nuestro entrenador entrenaba a una serie de atletas de especialidades muy diversas. De hecho, y si no me dejo a ninguno en el tintero, de once atletas que fuimos a México, a cuatro nos entrenaba él y en especialidades tan diversas como 1.500 (Jorge González Amo), triple (Luis Felipe Areta), martillo (José Luís Martínez) y el salto con pértiga.
José Luis fue el gran impulsor del inicio y maestro de una serie de entrenadores que se fueron especializando (José Luis Martínez Rodríguez, Bernardino Lombao, Carlos Álvarez del Villar, Paco López, etc.). Permíteme que haya hablado un poco de esto por la grandísima labor que en este país ha hecho José Luis Torres por el atletismo y naturalmente por el inmenso cariño, respeto y admiración que como persona, educador y entrenador, le tengo.
Nuestro entrenamiento se basaba en una muy fuerte preparación física a lo largo de los meses invernales, de septiembre de 1967 a enero de 1968, comenzando a hacer en enero la técnica del salto y compaginando con la pista cubierta. En el mes de agosto y septiembre volvíamos a hacer una ligera preparación física para aguantar bien la temporada y poder estar a punto nuevamente en septiembre y octubre».
Repasemos la temporada de Ignacio Sola. En pista cubierta debutó en el Trofeo Canguro (aquél que organizaban los desaparecidos presidentes de la RFEA Rafael Cavero y Juan Manuel de Hoz), con 4,85. Luego hubo un desplazamiento con la selección nacional a una pista cubierta alemana (Boblingen) donde quedó tercero con 4,60, siendo el vencedor Robert Anders con 4.80.
En el absoluto bajo techo venció con unos buenos 4,90 a su compañero de muchas competiciones Miquel Consegal (4,40) y a la revelación del año, Carlos Hevia (4,30). También se impuso en el Gran Premio Internacional de Madrid con 4,75.
El campeonato de Europa indoor se disputó en Madrid. El 10 de marzo se celebró la final con un buen quinto puesto con cinco metros justos, pero le supo a poco; era la misma marca que el tercero y el cuarto. Su serie: 4.40-2; 4.60-1; 4.80-1; 4.90-2; 5.00-2; 5.10-xxx.
Comenzó la temporada al aire libre. En mayo inició sus primeras competiciones, dos de ellas en Vallehermoso con 4,50 (en el Gran Premio de Madrid) y unos escasos cuatro metros en la liga de clubes de segunda categoría. En el Memorial Rodrigo, disputado en las pistas universitarias de Barcelona, subió hasta 4,70. Había que ir cogiendo la forma.
Y vaya si la cogió. En el trofeo Canguro disputado en Vallehermoso saltó 5,05, batiendo el récord nacional, consiguiendo la mínima olímpica y derrotando al finlandés Antti Kalliomaki, que luego sería campeón europeo. Era el 8 de junio. Pero el 23 de ese mismo mes elevó su marca a 5,10 en una competición donde su amigo Consegal también hizo marca personal (4,80).
En cuatro competiciones compitió en el mes de julio. Viajó a Oslo (Noruega), quedándose en unos flojos 4,75 en una tarde de mucho frío y lluvia. Volvió a proclamarse campeón de España con cinco metros, con un soberbio salto de 5,20 que fue nulo por muy poco. Finalmente realizó dos pruebas en Galicia: en A Coruña, un encuentro con Grecia y Francia que ganó Papanicolau con 5,12 y en el que Sola volvió a saltar cinco metros, y en Vigo, ganando el Gran Premio con 4,70.
En agosto y septiembre se dedicó a entrenar duramente para mantener la forma, compitiendo en dos encuentros internacionales, ganando en ambos. A Noruega en Oslo, con 4,70, y a Portugal en Vallehermoso, con 4,90.
Nos concentramos ya en los Juegos Olímpicos de México. Es deliciosa la anécdota que cuenta Ignacio: «Habitualmente, coincidíamos en la misma hora y lugar a entrenar (pistas de la propia Villa Olímpica), el griego Papanicolau, el francés D’Encausse (padre del actual entrenador de Renaud Lavillenie, Phillipe D’Encausse) y el estadounidense Seagren. No fuimos en ningún entrenamiento capaces de saltar alturas que podían rodar los 5 ó 5,10, hasta el punto de que Maurice Houvion, entrenador de D’Encausse y José Luís Torres, faltando tres días para la calificación, nos mandaron que dejáramos de entrenar los días que faltaban hasta la final para que nos olvidáramos un poco de esa situación y de una temporada ya de por sí saturada.
Pues bien, dándole posteriormente vueltas a la situación, de resultarnos imposible llegar a la vertical del salto, descubrimos que el pasillo del salto estaba un poco cuesta arriba. Suficiente para hacernos imposible un agarre de la pértiga a cierta altura y por eso todos bajábamos la mano más de lo habitual y éramos incapaces de lograr saltos ‘decentes’.
Posteriormente, la calificación y final dos días después fueron otra cosa».
Le vino bien el descanso a Ignacio. En la clasificación fue el primero del grupo B con 4,90, empatado con otros tres saltadores. Tres saltos al primer intento en 4,60, 4,80 y 4,90 le llevaron directamente a su sueño, la final olímpica.
El miércoles 16 de agosto se celebró la final (qué casualidad, este año también es miércoles) con quince saltadores en liza. Un poco más tarde de las 13:30 comenzó la prueba con el listón en 4,60, ya que la primera altura (4,40) no la intentó nadie. Ignacio era el saltador que iniciaba cada ronda y fue el primero en intentar 4,80. Realizó nulo al “meterse en la batida” y llevarse el listón por delante. Corrigió el talonamiento con un pie atrás y lo pasó a la segunda tentativa.
Los jueces colocaron el listón en cinco metros y Sola lo rebasó con gran amplitud. No intentó los 5,05 y se fue a por los 5,10. Lo consiguió a la segunda, igualando su récord nacional y también el récord olímpico. La barra (entonces metálica) subió hasta 5,15 e Ignacio batió el récord olímpico, ya que era el primero en superarlo.
En el Estadio Azteca se comentaba que el español había llegado a su límite y más después de hacer dos nulos en 5,20, pero en el tercer intento lo consiguió superar. En ese momento, Ignacio Sola se convertía en el séptimo pertiguista europeo de todos los tiempos y en el decimocuarto mundial de siempre. Era su tercer récord olímpico (dos de ellos igualados).
Ya no pudo con 5.25, pero recordemos la altitud de México, la tensión nerviosa, el estar batiendo su marca personal una y otra vez, el nulo en la primera altura intentada, etc. Fue una verdadera lástima que quedara noveno y no entre los ocho primeros que le hubiera dado la categoría de finalista.
Los ocho primeros fueron: Bob Seagren (USA): 5,40; Claus Schiprowski (FGR): 5,40; Wolfang Nordwig (GDR): 5,40; Hristos Papanicolaou (GRE): 5,35; John Pennel (USA): 5,35; Gennadiy Bliznetsov (URS): 5,30; Hervé D’Encausse (FRA): 5,25; Heinfried Engel (FRG): 5,20.
Palabras de Sola: «Si me dicen que voy hacer 5,20 en aquel momento, en el que Seagren tenía el record mundial con 5,41, hubiese apostado por una medalla. Así lo pensaba a la vista de los entrenamientos realizados con tres compañeros que quedaron delante de mí en la final y había vivido con ellos los entrenamientos previos la gran competición».
Hace 45 años de aquella competición y tengo que darle las gracias a Ignacio Sola. También quiero dedicar este artículo a la memoria de Miquel Consegal, a quien conocí en su faceta de entrenador y fue un gran competidor para Ignacio, al que ayudó a “subir hacia arriba”.
* Joan Pelayo es juez-árbitro de atletismo, especialista en pértiga y miembro fundador de la AEEA.
– Foto: Marca
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