"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
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1.- Si se intenta pensar con frialdad y cierta distancia, el Athletic es, desde hace mucho, una suerte de vagabundo del tiempo. Los recuerdos del pasado dibujan su rastro de orgullo y la ilusión del futuro es su ventura. Como vive todo con tanta intensidad, no hay lugar para el presente, que debe de ser aquello que sucede alrededor mientras mira hacia atrás y hacia delante y la vida de los demás sigue su curso. Un personaje que vaga a medio camino entre el delicioso Forrest Gump, que ameniza a los viandantes con los dulces recuerdos de sus gestas envueltos en una caja, y el conejo de Alicia en el país de las maravillas, que vive sintiendo la prisa del que siempre llega tarde. El sueño de la Liga de Campeones se difumina discretamente entre las manos, mientras unos reviven el sendero de mérito que nos ha llevado hasta aquí, y a los demás hay que perseguirles con un reloj en el chaleco.
2.- El presente del Athletic era ayer y se jugaba el futuro de hoy en Oporto. Ernesto Valverde había anunciado cambios, y a fe que los hubo: Xabi Etxeita jugó a la derecha de Aymeric Laporte; Mikel San José formó pareja de pivotes con Ander Iturraspe, moviendo a Mikel Rico a la mediapunta; y las bandas del ataque fueron para Guillermo Fernández y Markel Susaeta. Una revolución en toda regla que emitía un mensaje conservador y, visto el plan sobre el campo, permite suponer que el partido que imaginó el entrenador rojiblanco le obligaba a defender centros al área y balones directos a Jackson Martínez, pero le dejaba opciones de hacer daño al rival si la defensa de esos lances funcionaba: inmediato envío directo sobre Aritz Aduriz y que este abriera a un extremo.
3.- En el Oporto, un discutido Julen Lopetegui (parece que esto de la impaciencia no es solo cosa de nuestro fútbol. O es rasgo ibérico, quién sabe) dibujaba un claro 1-4-2-3-1, con la novedad de Juan Fernando Quintero en la línea de tres cuartos. Salieron los dragoes con intensidad e impusieron su plan, buscando activar los costados con constantes aperturas y cambios de orientación, con Cristian Tello pegado a la izquierda y Yacine Brahimi arrancando desde la derecha e intercambiando su posición con Quintero para desajustar a la zaga. Si el extremo no lograba desbordar de una vez, balón atrás y búsqueda del envío diagonal, el movimiento que acabaría por derrotar al Athletic.
4.- El dominio portugués perdió brío tras el primer cuarto de hora. La intensidad del Athletic sin balón fue mayor que otras veces y el doble pivote formado por Casemiro y Héctor Herrera se atascaba en posesiones más estáticas, errando pases horizontales en zonas prohibidas. Los leones encontraron a un magnífico Aduriz, que ganó muchos balones a los fortísimos Maicon y Bruno Martins Indi y se apoyó en Susaeta. Markel se asocia y ve jugadas mejor cuando entra desde la derecha, pero desborda con más facilidad desde la izquierda. Esta dinámica (balón ganado por Aduriz y desborde de Susaeta en diagonal) dio aire al Athletic durante un rato.
5.- Lopetegui cambió a Tello a la derecha, donde se juntó con Danilo para generar desequilibrios constantes, pues Iturraspe acusaba el cambio de perfil (actuó como pivote izquierdo durante la primera mitad) y Susaeta hacía lo propio con el cansancio. Así llegó el primer gol, con una jugada en la derecha que volvió al medio; Susaeta llegó dos veces tarde y débil, Iturraspe no siguió la continuación de Quintero y el resto fue consecuencia del desajuste. 1-0. Esta competición no se apiada de los ingenuos; a lo sumo, saca de la chistera un conejo blanco con tanta prisa que siempre le hace marcharse cada vez que le preguntamos algo.
6.- Si sorprendente fue el once inicial de Valverde, no les quiero ni contar el doble cambio tras el descanso. Entraron Iker Muniain y Beñat Etxebarria en lugar de un desorientado San José… y de Aduriz, el mejor futbolista del Athletic en el primer tiempo (junto a Laporte, que mantuvo un bonito duelo con Jackson Martínez). Con todo, el aspecto general del equipo era más reconocible, con Rico a la izquierda de Iturraspe, Muniain en la izquierda, Susaeta en la derecha y Beñat detrás de Guillermo, que abandonó una banda en la que estuvo desaparecido. Como el sábado pasado, sentirse parecido a sí mismo reconfortó al Athletic, que empezó a tocar con poso, a circular más y crear en el costado derecho. De Marcos empezó a aparecer en ataque y Beñat salió más juguetón que nunca vestido de rojiblanco. En un (nuevo) error en el pase de los pivotes del Oporto, los leones empataron el partido. Eran los mejores momentos del equipo desde que empezó la tortuosa fase de grupos, en un bello templo como Do Dragao, que empezaba a escupir humo contra Lopetegui. Aquello era un presente ilusionante que el Athletic no iba a perder la ocasión de dejar marchar. O eso pareció.
7.- La chispa de Beñat pareció apagarse pronto y Muniain, que tiene personalidad para dar y regalar, lo detectó. Empezó a aparecer por el centro, generando juego entre líneas y creando ventajas meritorias, pero al mismo tiempo permitió al Oporto vislumbrar una salida al entuerto. Acercó efectivos a defender el flanco derecho del ataque (primero, cambiando a un 4-3-3 con Rúben Neves, y después, volviendo al dibujo inicial con la entrada de Ricardo Quaresma) y obligó al navarro a girarse hacia su izquierda, donde el Athletic tiene menos presencia y calidad para continuar la ventaja. Dos robos con su lógico contragolpe acercaron al león a sus fantasmas. Entró Carlos Gurpegui, el reparto de espacios volvió a ser confuso y llegó el segundo gol de los portugueses, en una acción muy parecida a la del primero: balón ganado en un extremo, regreso al interior, pared que no sigue el pivote (Gurpegui en este caso) y el resto es historia. La historia que no quieren contar quienes obsequian con bombones al que escucha sus vivencias con tal de no perseguir conejos sin respuesta.
y 8.- El Athletic lamentó la inspiración de los sueños que hoy no son y ayer no eran. Y aunque se haya disfrutado de la espera, la verdad es que los sueños, sueños son. En la guarida del dragón, la mazmorra que cualquiera no quisiera, sucedió un frío dolor que ni siquiera apagó el fiero rugido del león.
* Pedro José Arbide.
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