Todos empezamos fijándonos en los buenos. En mi caso, los Stoitchkov, Laudrup, Hasselbaink, Vieri, Rivaldo, Mijatovic, Raúl, Romario, Claudio López, Morientes y Ronaldo. Nada de recordar a jugadores menos vistosos para el populacho.
Más tarde, algunos (y solo algunos) atisbamos la presencia de muchos otros jugadores que, en su faceta y su trabajo, eran igual o más brillantes que aquellos que costaban (y cuestan) tanto dinero y emborrachan al público con sus artimañas.
Sergio Busquets, Khedira, se echa de menos un David Albelda en Valencia, Zurutuza, Toulalan… El futbolista objeto de este texto está, en mi opinión, como tantos otros, tremendamente infravalorado.
Nació en Artana (un pueblo de unos 2.000 habitantes de Castellón, a 20 km de Vila-real aproximadamente) hace 29 años y creo que, en estos momentos, está al nivel de los mejores en su posición.
Bruno Soriano juega en un recién ascendido, ya que en su momento no se le cayeron los anillos por quedarse en el equipo de su vida en Segunda División para «poder subirlo a Primera División otra vez». Cumplió su palabra.
El Villarreal tocó fondo al descender a Segunda después de una serie de partidos que fueron crueles para aficionados, jugadores y directiva (veáse el camino que hace Fernando Roig, presidente del club, una vez se consuma el descenso, bajando por la escalera del palco).
En 2ª división, los apuros al empezar el año fueron grandes. También superados con creces. Sin duda, Soriano fue artífice de ellos. Como también del buen arranque en la élite.
Este mediocentro de corte defensivo posee una inteligencia inusual. Lee los partidos de maravilla y sabe cuándo debe hacer una cosa u otra.
Tiene una colocación sublime: hace que el equipo esté muy adelantado y la presión sea alta. Hasta al mismísimo Real Madrid le costó salir con comodidad desde atrás. La posibilidad de robar cerca del área contraria hace muy peligroso al conjunto amarillo. Bruno también entiende perfectamente el juego con el balón en los pies. Viene de vivir un determinado fútbol en la cantera del Villarreal. En la Ciudad Deportiva, el Mini y en El Madrigal se intenta hablar el mismo idioma. Sabiendo que serán sus frutos los que harán al club más grande.
En ese juego, el Villarreal C. F., en casi todas las categorías y casi todas las divisiones, lleva la voz cantante durante el partido. El balón más tiempo en los pies que el rival. No queda otra que aprender a manejarlo.
Batiendo líneas con sus pases fuertes raseados, haciendo un cambio de orientación por alto para descongestionar, tocando de cara cuando se tiene que tocar, de primeras, a dos toques, amagar, pausar… El repertorio es infinito de este jugador 4 veces internacional con la selección española absoluta (pocas para mi gusto, y el de más de 50.000 personas que habitan la ciudad castellonense).
La asociación, este año con Trigueros, es, por ahora, prácticamente perfecta. Y ahí volvemos al ADN natural del club, aquél que hace entender el juego y entenderse a los jugadores. Esta certera asociación con Manu hace más difícil la entrada de Pina junto a Bruno. En el primer partido fueron alineados juntos (2-3 en Almería) y pasaron más apuros de los deseados. Quizás sea por esas normas de cantera, las que no conoce aún el exjugador del Mallorca y sí el toledano. La temporada es larga y la paciencia en el Villarreal suele ser más amplia que en otros clubes.
Todo, añadiendo a un superlativo Cani que ayuda a que ese balón salido desde atrás tenga el criterio necesario para llegar con claridad arriba, donde dos balas (Pereira-Gio, normalmente) esperan con el cuchillo entre los dientes. No por ello Bruno queda exento de la calidad para el último pase, como demostró en el primer gol contra el Real Madrid en El Madrigal.
Soriano debutó en el 2006 en el primer equipo y desde entonces su peso asciende cada minuto que está en el terreno de juego. Es el auténtico líder del grupo y dentro del campo se le puede observar mandando, animando, recolocando, corrigiendo… Ayudando, en definitiva.
Esa madera de líder le hace ser un jugador muy competitivo, con garra y lucha los noventa minutos. Exige porque él se exige a sí mismo. Y eso se nota en el terreno de juego, siendo el mejor recuperador de la liga en estos momentos.
Comenzó como sustituto de Marcos Senna, pero ha terminado por superar todas las expectativas. La sombra de Senna era alargada. Marcos era mucho Marcos en su día, pero Bruno no tiene nada que envidiar al brasileño.
El dorsal ’21’ y capitán del equipo tiene una constitución fuerte. Con su casi 1,80 m hace que por alto tenga cierto peligro y sea útil defensivamente. Aunque es cierto que no llega tanto al área como otros, no lo es menos que esa no es su función.
La inteligencia de la que hablábamos antes se pone en marcha desde el minuto uno. Es el primero que ayuda a la salida del balón jugado desde campo propio, incrustándose entre los centrales para tener mejor salida. Es quien corrige y pesca cada balón que queda suelto en el campo. En esto es un especialista, tiene un olfato sensacional para adivinar por dónde irá el balón. Cuando los demás todavía miran, él se mueve sutilmente hacia donde cree que caerá. Una vez pesca, se serena, piensa a la velocidad de la luz y ejecuta, normalmente, la mejor opción.
Falla pocos pases. Y los que falla suelen venir por el riesgo de realizar un pase que rompa y supere una o varias líneas del equipo rival.
Las coberturas y ayudas defensivas están en su hoja de ruta. Tanto por la izquierda como por la derecha, aunque es en la primera dónde más las realiza. Quizás porque al ser zurdo se siente ahí más cómodo, o quizás porque es el lateral izquierdo, Jaume Costa, quien más se prodiga en ataque. En la otra banda, Mario Gaspar se prodiga pero en menor cantidad, por lo que las ayudas suelen ser menos necesarias.
Bruno es dueño absoluto de su parcela. Y como tal, pone a raya a cualquiera que ose entrar en su zona.
Robará, luchará, correrá y presionará hasta que el intruso, a los 90 minutos, se vaya con el rabo entre las piernas. Como ese típico pastor alemán cuidador de multitud de villas y chalés de esta zona de la Comunidad Valenciana, que intimida a aquel que siquiera piense en saltar la valla.
Después, una vez ponga en su sitio al rival, una vez sea protagonista, amo y señor del balón, será entonces cuando pase de perro intimidador a delfín superdotado. Inteligente, sigiloso, rápido en las decisiones y alegre. Contagiando a propios y extraños esa felicidad que le imprime al juego.
Ese jugador que no por ser de corte defensivo está peleado con el balón y la elegancia. Esos jugadores que no llenan portadas de prensa, esos que tienen todo para triunfar en el fútbol.
* Jorge García Huesca. Entrenador de fútbol base.
– Fotos: Ángel Sánchez (As) – EFE
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