"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Fútbol 2011-2012 / Eurocopa 2012 / Selecciones
Llegaba España a la semifinal en difíciles condiciones. La física por razones evidentes de mucho menor descanso que el rival; y la táctica por la progresiva desnaturalización que ha ido acumulando el equipo en los últimos años, incrementada a lo largo de esta Eurocopa, donde cada buen resultado ha ido acompañado de alguna concesión contra el juego posicional, al margen de que resulta mucho más complejo competir siendo el referente y favorito que desde el silencioso papel del outsider, como en la anterior edición. Vicente del Bosque planteó esta nueva gran semifinal desde el miedo. Miedo a los contragolpes portugueses y al poderío velocista de Cristiano Ronaldo. Una selección que inició el torneo muy “italianizada” y lo continuó congelando los partidos a partir de la “posesión defensiva”, es decir, empleando el balón para que transcurriera el tiempo sin alteraciones del pulso, aumentó la apuesta un grado más en cuanto avistó al almirante portugués. Jugó con los de siempre, o sea los diez titulares más un 9, esta vez Negredo como antes Cesc o Torres, pero no son los nombres, sino la disposición y las instrucciones lo que marcan la vocación de un equipo. Y España tomó la vocación de que el partido se jugase a ritmo bajo para que los velocistas rivales no impusieran su físico superior.
Pero se impuso Portugal. El centro del campo vecino presionó hasta aburrir a un Xavi cada día más desactivado, con energía reducida y escasa influencia en un equipo al que antes movía con un simple parpadeo de ojos. Hoy es un general agotado además de principal damnificado del planteamiento del seleccionador. Portugal ganó el mediocampo y consiguió imponer su ley y cuando no pudo, sus rodillazos, marca de la casa. Presionar, recuperar balón y lanzarse a por el espacio en busca del remate que prometía ser irreversible. Ahí radicaba el miedo español, por lo que Del Bosque fortificó sus protecciones, quemando a Silva a base de coberturas en apoyo a Arbeloa. Su plan pasaba por meter a los veloces Navas y Pedro tras una hora de partido y desde esos dos relámpagos pagarle a Portugal con su misma moneda. Lo consiguió porque la prórroga ya se transformó en un monólogo singular del desatado Pedro, bien asistido por Alba e Iniesta, dominadores del costado izquierdo, rozando el gol con sus percusiones, del mismo modo que lo había tenido Cristiano en el minuto 92.
Superior en la primera hora y media, Portugal se descompuso en la prórroga pero a Iniesta no le alcanzó esta vez el tren del minuto 116, aunque pasó rozando por su anden. Bien: penalties, mucho más que una lotería. Trabajo previo, estudio de los porteros y temple de los lanzadores. Y ahí la secuencia resultó mágica: no pudo marcar el especialista Alonso, acertó el infalible Casillas, aseguraron Iniesta y Piqué, quebró la moral Sergio Ramos con un “pirlazo” memorable y le pusieron la bandeja de plata a Cesc para que demostrara que posee nervios de hielo. Del miedo al hielo.
– Foto: EFE
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