1.- Partido interesantísimo del Barça en Pamplona, donde ha certificado su virtual despedida del título de Liga a manos del colosal Real Madrid. Pero sólo ha sido su segunda derrota del campeonato: fue más grave la primera, la de Getafe, que marcó un punto de no retorno en el ritmo del sufrimiento. Y algún empate triste, como en Anoeta, que sirvió para consolidarse en una dinámica perversa: facilidad en casa, excelencia en las noches de smoking y desperdicio en los partidos de barro.
2.- Un partido de barro es una expresión metafórica (aunque, en ocasiones, también real). Son aquellos encuentros de escaso glamour, donde no hay himnos ni fanfarrias, ni coronas que conquistar. Ya dejó escrito Marguerite Yourcenar que no es difícil albergar pensamientos admirables cuando están presentes las estrellas, pero es mucho más difícil tenerlos en la pequeñez de los días. Un partido de barro pertenece a la pequeñez de los días, a esos días en que no existe vídeo que motive ni charla que estimule a quien se ha acostumbrado a rozar las estrellas en cada actuación.
3.- Pamplona era partido de barro: metafórico y físico. El campo helado, que obligó a varios jugadores a usar botas multitacos, condicionó rendimientos, pero no los excusa. Porque ha sido deportista de élite y porque conoce mejor que nadie las interioridades de su vestuario, Guardiola afrontó el barro con cambios radicales. No es su primer intento de activar al equipo en días problemáticos. Los ha repetido a menudo, a veces desde la alineación, otras desde las posiciones; y varias, con medidas internas que no trascienden.
4.- Sin Xavi, Iniesta ni Cesc, al margen del tocado Busquets. Es decir, sin el centro del campo titular. Suena a herejía. Pero ahí reside lo interesante del partido blaugrana. Para dirigir la nave, Guardiola le ha dado el timón a dos chicos de 20 años: Thiago Alcántara y Sergi Roberto, que apenas los cumplió el martes pasado. ¿Inconsciencia del entrenador? Podría ser, pero no han sido ellos los responsables de que la línea trasera no sacase limpio el balón, ni superase la formidable presión rojilla, ni naufragara en el cierre de líneas.
5.- Los dos chavales también estaban ahí en el segundo tiempo, cuando el Barça ha mudado el rostro e inclinado el campo. Desde luego, todavía no son Xavi e Iniesta y quizás no lo serán nunca, aunque también es cierto que Xavi e Iniesta, a los 20 años, quizás no poseían el cuajo actual de Thiago y Sergi Roberto. ¿Por qué no estaban Xavi e Iniesta en el campo? Probablemente porque el primero sigue doliente de su soleo y el segundo no podía arriesgarse a una recaída sobre un césped pérfido. Y por otra razón obvia.
6.- Hace semanas que el vestuario del Barça explica, de puertas adentro, que la desventaja en puntos es excesiva y que toca Champions y Copa para intentar sumar cinco títulos en la temporada. De puertas afuera regatean la cuestión. Pero es así y Pep es el primero en saberlo y gestionarlo. Thiago y Roberto son esa gestión.
7.- Si Pep interviene de este modo, al margen de que también comete errores y hoy, muy probablemente, los ha cometido dejando fuera a Cesc y ubicando a Mascherano en el mediocentro; si interviene así es porque precisa activar una maquinaria que afronta los partidos de barro desde cierta melancolía perezosa, lo que acarrea que el equipo entre tarde a los partidos. En algunos casos por dejadez en la concentración; en otros, por exceso de confianza en las propias fuerzas. Pero se activa con retraso. Si al llegar al punto de activación el resultado te sonríe, pues no pasa nada. Si estás perdiendo 2-0, quizás ya es tarde, como hoy.
8.- Al 95%, decía Cruyff, todo el mundo te pasa por encima. Un equipo de este potencial no puede decidir cuándo sí y cuándo no. Ha de ser siempre si. Al 100% (lo que es imposible, por otra parte). Y si alguno de los muy buenos no está disponible, por la razón que sea, pues te la tienes que jugar con los del B, por más que sepas que lo idóneo es jugar solo con alguno de ellos y bien rodeado de los muy buenos, sin otorgarles la responsabilidad completa del equipo.
9.- El Mascherano soberbio central se transforma en ínfimo mediocentro cuando adelanta su posición. Incapaz de separarse de centrales e interiores (al contrario que Jonathan dos Santos la pasada semana), el argentino ha estado en el origen del problema inicial: unas líneas kilométricamente separadas. Osasuna, con un Raúl García estruendoso, ha presionado a Valdés y Piqué y ahogado la salida de balón con un nivel de acierto inédito en otros rivales. En ese contexto, Mascherano no ha sabido aportar luz en el túnel. Los tres goles encajados no llevan su firma, sino la de un Piqué escalofriante, pero sí se producen (los dos primeros) en un entorno donde él no ha sabido interpretar las necesidades del equipo, engrandeciendo las ausencias de Busquets o Dos Santos.
10.- Las correcciones no sólo han surtido efecto, sino que certifican los errores de Guardiola al inicio y retratan que los problemas no radicaban en el empleo de jóvenes imberbes, sino en un inicio catastrófico de concentración y posición, y más particularmente de agunas algunas vacas sagradas.
11.- Sobre el mismo campo helado, cuando Mascherano se ha ubicado de central anticipador, Thiago en la base como mediocentro, Cesc y Sergi Roberto de llegadores, Alexis fijando centrales y Cuenca y Tello estirando la lona por fuera, todo ha cambiado. No sólo se han generado ocasiones, sino una intensidad inviable en el primer tramo. ¿Por qué no lo hicieron antes así, se preguntarán? Respuesta: unos porque la posición asignada les traicionó; otros porque no podían por más que lo intentaban; alguno porque ya no soporta los partidos de barro; y los jóvenes porque se les estaba pidiendo que juntaran unas líneas que no podían juntarse.
y 12.- El partido deja un balance interesantísimo: abre un interrogante lacerante sobre el porvenir de Piqué; sentencia a Mascherano como poco apto para el mediocentro blaugrana y excepcional defensa central; genera dudas sobre la recuperación del estado de forma en Pedro; certifica que los cuatro jóvenes (más Dos Santos) están más que preparados; plantea un reto motivacional extraordinario para Guardiola, sometido a turbulencias inéditas; y supone una tentación fantástica para el regreso del viejo cainismo del barcelonismo más rancio. Amén de incrementar de modo exponencial las opciones madridistas al título, casi plenas.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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