“Los clubes, cualquier club, a la hora de elegir a un entrenador tienen que empezar por creer en algo. Un estilo de juego, una forma de hacer, un concepto futbolístico. Luego tienen que apostar por algo. El entrenador que encarna sus creencias y puede lograr el objetivo tiene que saber que todos están de su lado y solo de su lado. Y finalmente tiene que cuidar su apuesta. Incluso en los momentos de mayor oleaje y con aparente riesgo de naufragar“.
Lopetegui (2009)
Julen Lopetegui ha encontrado en el Oporto un club que le ha proporcionado todas las condiciones vistas como vitales para conducir un proyecto al éxito, tal como hacía referencia el propio entrenador vasco en su blog (Lopeteguía). Después de un año de fracaso, el club liderado desde hace más de 30 años por Pinto da Costa necesitaba recuperar su identidad. Siendo el presidente con más títulos de fútbol en el mundo, con una obra que se asienta en el rigor, la competencia, la ambición y la pasión, la apuesta por el entonces entrenador de la selección española Sub-21 se ha asentado sobre los pilares que han llenado Do Dragao de títulos. Con Lopetegui, la cultura de exigencia máxima, presente en el ADN del club, se ha revitalizado, no solo por un discurso que apela a niveles de concentración máximos, sino por su propio comportamiento implicado y efusivo durante los partidos.
Ha constuido una plantilla a su medida, con las llegadas de varios jugadores del fútbol español como Tello, Óliver Torres, Casemiro, Marcano o Adrian López, además del internacional argelino Brahimi y del internacional holandés Martins Indi, entre otros nombres. Es un modelo de gestión que el entrenador defiende en el mismo artículo en su blog:
“La negociación debería ser algo así: “Mire, señor presidente, si le parece yo le voy a decir lo que el equipo necesita y usted, atendiendo a lo que yo le diga, va a fichar los nombres que los profesionales del club consideren. Trabajamos juntos en eso hasta el 31 de agosto. Y a partir de ahí, de cuestiones futbolísticas sólo habló yo, sólo mando yo, sólo organizo yo, sólo decido yo”.
En el mismo ámbito, la apuesta por el canterano Rúben Neves ha sido una señal de gran inteligencia por parte del entrenador, dado el potencial revelado por el joven centrocampista. Se inició así un viaje cuya primera marca de éxito fue la superación de la previa de la Champions League, al mismo tiempo que se hacía evidente su liderazgo en la resolución de la película con Quaresma.
Con un discurso que se asienta en el colectivo y equipo con mayúsculas, como repite a menudo, los primeros partidos de la temporada plasmaron tales ideas, manifestadas en un fútbol con acentuada exacerbación de la posesión del balón, con una marcada horizontalidad en su circulación. Esa preocupación por la largura parecía ser una especie de cesta a ser rellenada por una evolución en el juego interior que permitiría saltar a otro nivel en su capacidad para atacar el juego, para atacar la portería, al potenciar la variabilidad de su juego.
El rumbo no ha sido ese, apostando antes Lopetegui por hacer andar el balón por fuera, con Brahimi y Tello volando en la compañía de dos carrileros, Danilo y Alex Sandro, con mucho peso en la dinámica ofensiva. Contando aún con una dínamo llamado Óliver, capaz de andar suelto buscando el balón con gran criterio, y un killer excelente como Jackson Martínez, el entrenador español ha perdido de vez en cuando y ganado casi siempre, como se propuso en su presentación. Un saldo no tan positivo como desearía, para el cual ha contribuido también una gestión de la plantilla dirigida más al futuro que al presente, dada la inestabilidad generada por una rotación exagerada en los primeros meses de la temporada. Tal gestión, aunque consiguiera que todos se sintiesen importantes y que hayan llegado a la recta final de la temporada con menos partidos en las piernas, afectó sobremanera el desarrollo de las rutinas propiciadoras de una mayor estabilidad en el juego, comprometiendo de ese modo alcanzar niveles de rendimiento superiores, condición esencial para sobrevivir ganando en una realidad muy exigente en la que cada partido es crucial.
En la Champions, los dragones llegan a los cuartos volando sobre la efectividad de sus bandas y la certeza de su media distancia. Así, la eliminatoria con el Bayern de Guardiola será una magnífica oportunidad de ver dos equipos con mayúsculas. A menos que se reconozca otra capacidad operativa de los bávaros, estos tendrán que contar con un club que ya ha dado muchas pruebas de su capacidad de superación.
* Jorge Reis es exentrenador del Oporto y Scouting Futebol Base.
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