Mónaco y OM se enfrentaban en el último partido de la jornada 22 de Ligue 1 en una racha de contrastes. Los de Ranieri llegaban en forma tras derrotar por 0-3 al Chasselay, pero con el inconveniente de la lesión de Falcao –que se perderá lo que resta de temporada–. Por su parte, su rival se presentaba en el Louis II tras una derrota por 4-5 ante el Niza, encajando una cifra de goles en su estadio que no se veía desde 1980. El resultado final de 2-0 es muy merecido si juzgamos lo visto en los noventa minutos.
El Mónaco-OM siempre ha sido un partido entre dos equipos históricos. Es más, ambos conjuntos son los únicos equipos de la ligra francesa que han jugado una final de Champions en los últimos veinte años. El OM ganó el título en 1993 tras derrotar al Milán y el Mónaco, disputó la final en 2004, pero no pudo derrotar al Oporto de José Mourinho. El caso es que el partido era muy decisivo. Primero porque el PSG había pinchado en Bretaña un día antes y segundo porque si el OM no conseguía los tres puntos, se le iban a poner muy complicadas sus opciones de acceso directo a la Champions League (lo marca el Mónaco con 48 puntos y el OM tiene 32). Había motivos suficientes para pensar que era un partidazo.
El primer esquema que utilizó Ranieri en la Ligue 1 tras la lesión de Radamel Falcao sorprendió a más de uno. Un 4-3-1-2 muy marcado con las novedades de Germain en ataque (dejando fuera del once a Ocampos) y de Kondogbia en el centro del campo (parece que le gana el puesto a Obbadi en la lucha por la titularidad). Toulalan se tuvo que erigir como pivote defensivo para generar superioridades más allá del centro del campo.
Los primeros minutos del Mónaco en el partido fueron bastante fluidos. En principio quiso dejar la iniciativa al OM para intentar correr y pillar a la defensa marsellesa a la contra, cuando más sufre. Como Anigo no quiso ser el protagonista con la pelota, el Mónaco comenzó a tener la iniciativa del partido poco a poco. Kondogbia comenzó a aparecer en la zona de tres cuartos y Moutinho se juntó a James en la banda derecha, lo que provocó que muchos jugadores del OM dejaran un espacio muy amplio en el sector izquierdo para las subidas de Kurzawa. Por la derecha precisamente llegó la primera ocasión del Mónaco: centro de James y remate de Kurzawa que Mandanda acabó salvando de manera espectacular. Era un aviso de lo que iba a ser toda la noche.
El Mónaco comenzó a hacerse dueño del partido gracias a Toulalan. El exjugador del Málaga se ha convertido en uno de los mejores mediocentros del mundo y ya no es una sorpresa que sea de los mejores de los monegascos. Toulalan tiene un don. Y ese es el de guardar la posición como nadie, de llegar a las coberturas en el momento preciso y el de permitir superioridades en el campo del rival. Toulalan no solo guardó la espalda de Kondobia –que realizó el mejor partido desde que llegara al Mónaco en verano–, sino que también permitió las subidas constantes de Raggi y Kurzawa en las bandas. Dos laterales constantemente incorporándose ante una de las defensas más flojas de la Ligue 1. Entonces, el Mónaco estaba situado en una especie de rombo muy ancho (Moutinho en la derecha con James y Kondogbia en la izquierda apoyado con Kurzawa), además de Germain, que pese a ser un nueve puro tiene una capacidad amplia de asociarse en la zona de tres cuartos. Germain siempre se movió por lugares alejados a los de James cuando este aparecía muy cerca del área. Si James estaba en la izquierda, Germain estaba en la derecha; si James estaba en la derecha, Germain estaba en la izquierda; si James estaba de mediapunta, Germain se colocaba de delantero centro con Rivière para fijar centrales. Fue un comodín para todos los jugadores del Mónaco y fue muy útil, ya que antes del descanso le sacó los colores a Diawara en velocidad para poner un 1-0 que reflejaba lo visto sobre el césped. Y tras descanso, el Mónaco siguió con el control del partido.
Ranieri esperaba a un OM mucho más ofensivo de lo que fue en la primera. Y así sucedió. La entrada de Payet obligó a rezagarse más a Kurzawa y quizás por ello el entrenador italiano quitó al lateral izquierdo minutos después. El OM más ofensivo del partido implicó que James comenzara su exhibición. Mientras Toulalan continuaba omnipresente en el centro del campo, el colombiano se volvió a asociar con Moutinho para dejar varios detalles de lo excelente jugador que es. Pero el que sí que fue protagonista fue Kondogbia. Recordó al mejor Kondogbia, que tan decisivo fue en Sevilla y que fue convocado en su día por la selección absoluta. El propio jugador sirvió un pase a Rivière para que pusiera el 2-0 definitivo. Ranieri metió a Obbadi para dar descanso a Kondogbia y el partido murió ahí, pese a que el Mónaco sufrió mucho a su espalda con Gignac y Payet. Por suerte, los monegascos sumaron otra victoria más, la sexta sin Falcao en seis partidos, y se acercan al PSG en la lucha por la Ligue 1, lo que indica que puede ser una pelea apasionante en Francia en una bicefalia que parece irrevocable.
Era el último partido para soñar, para intentar ver la luz, para volver a creer en que el equipo puede hacer algo importante en la Ligue 1. Pero no fue así, el OM volvió a perder un partido clave en su lucha por entrar en Europa y dice no solo adiós a sus opciones de liga –que ya eran casi imposibles antes de este partido–, sino a su clasificación directa para disputar la próxima Liga de Campeones.
Anigo tuvo que hacer algunas variaciones con respecto al partido del pasado martes ante el Niza. El equipo había encajado cinco goles y la defensa adelantada con la que el interino está afrontando sus partidos comenzaba a dejar muchas críticas muy duras contra él. Es más, se ha rumoreado con que Zidane podría ser entrenador del equipo a partir del próximo verano. El caso es que esta vez Anigo no pudo contar con su mejor defensa y tuvo que improvisar con Lucas Mendes de central. El brasileño ha tenido un protagonismo nulo esta temporada como lateral izquierdo y solo está jugando cuando Diawara o N’Koulou están lesionados, y eso que ambos están realizando una temporada bastante floja.
El 4-3-3 de Anigo dio sus frutos en los minutos iniciales. El equipo llevó la iniciativa y parecía que el Mónaco iba a replegarse más. Pero las apariciones de James y Moutinho y la alta presión con la que los de Ranieri salieron en los primeros quince minutos lo condicionaron todo. Lo que no se entiende es por qué Anigo está utilizando a Lemina de interior cuando es un pivote defensivo puro, al igual que Cheyrou, que está jugando de interior y es en una posición donde nunca se ha sentido cómodo. Cheyrou ayudó mucho a la salida de balón del OM, pero estorbó a un Romao que tampoco tuvo un día muy fino, al jugar como único pivote.
El problema del OM, además de ser defensivo, llega a la hora de montar las contras. Al estar tan atrás Cheyrou, y ante la incapacidad de Lemina, el equipo de Anigo no encontró nunca un conector para los contragolpes, y eso que a Valbuena siempre le gusta incrustarse en la línea de mediocentros para iniciar jugadas. Con Thauvin también desaparecido, el único que dio la talla hoy fue Gignac. Un Gignac que llevaba 9 goles en los últimos siete partidos disputados con el OM y que confirmó su gran estado de forma haciendo mucho daño a la espalda de Abidal y Carvalho. A pesar de no disparar a puerta en los primeros cuarentaicinco minutos, Gignac hizo sufrir a ambos centrales con su velocidad. Es más, también permutó en la banda con Valbuena, y ahí es cuando el OM generó más peligro, dentro de lo poco que ejecutó en la primera parte. Para colmo, Diawara –que ya había avisado con un regalo a Rivière cinco minutos antes que acabó con el balón rozando el poste– volvió a dejar claro que ya está para muy pocas cosas y se comió un cambio de ritmo de Germain a cuatro minutos del descanso. Un 1-0 que obligaba a espabilar a Anigo si no quería perder el encuentro.
La primera medida que tomó el entrenador del OM fue la de quitar a Thauvin para dar entrada a Payet, que dio algo más de frescura al equipo. Permutó con Valbuena, obligó a Abidal a moverse más en su zona y eso influyó en que Gignac tuviera más oportunidades para marcar gol. Eso sí, cuando parecía que el OM estaba más cerca del empate, otro error de Diawara condenó al equipo. Kondogbia centró y Rivière le comió la espalda a Diawara, que estuvo lento toda la noche. En la banda derecha, Payet y Abdallah generaron el mayor peligro del OM junto a Gignac en toda la noche. Abdallah atacó mucho a Kurzawa y le exigió más de lo normal, de ahí que Ranieri a falta de veinte minutos lo cambiara por Fabinho y colocara a Raggi en banda izquierda. Gignac comenzó su show y tuvo dos ocasiones, dos mano a mano con Subasic que el croata expulsó con sus estriadas manos. Fue lo más destacado de un OM que nunca encontró a Valbuena, que no supo adaptarse a un esquema muy innovador y que ya está fuera de las dos copas y prácticamente de la liga. La clasificación a la Champions es lo único que le puede salvar.
* Andrés Onrubia.
– Foto: L’Equipe
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal