El Messicampista y un agitador

por el 20 diciembre, 2014 • 18:25

 

1.- Es patrimonio de las grandes plantillas ganar pareciendo algo vulgar. O vulgar, según las expectativas de quien se sienta a verlo. Todo depende de las expectativas. Esperar del Barça de Luis Enrique la versión de 2009 (con Guardiola y compañía) es como esperar de El Hombre de Acero la mejor versión del Superman de Christopher Reeve. Básicamente, una tontería. Y no se trata de mantenerse acrítico, sino de medir con mesura la realidad y no el recuerdo. Aun con esta voluntad amnésica, el Barça jugó 30 minutos bastante mal. Exactamente hasta que Piqué y Mascherano, por orden de Luis Enrique, impidieron que Ghilas se diese la vuelta.

2.- El Barça encontró de nuevo durante algunas fases del partido (la primera partezZz…) ese gesto que va desde la inoperancia al desdén, desde la posesión sin sentido hasta el vértigo sin ideas. Es decir, desde cualquier sitio hasta ninguna parte. En este sentido, tampoco hay diferencia entre Martino y Luis Enrique, al que se le presuponía el dominio del idioma culé. El ritmo angustiosamente previsible sigue vigente sin distinguir planteamientos rivales. El Barça no tiene el contrincante enfrente, sino en uno mismo. Entre rivales, ecuaciones y equis por despejar encontramos a Messi, cada partido más alejado de la portería rival, no queda claro si por voluntad u orden, aunque apunta a lo primero. El nuevo Leo, el pasador con cara de interior de posesión, está más cerca del esfuerzo sostenido que del sprint, del regate en una baldosa que del eslalon. Es probable que esto tenga relación con su evolución física. Tiempo.

3.- Entre Messi e Iniesta (gris en la ejecución, pero solvente en la lectura) consiguieron que el Barça tuviera un orden lógico con balón en campo rival. Esto ya era en la segunda parte; la primera la omitiremos para no escandalizar. El Córdoba había plantado un 4-5-1 con un central, Deivid, de acumulador interno. Tanto por número como por físico (el atleta Ekeng brilló mientras su técnica permanecía oculta), el equipo de Djukic tenía una armadura decente, aunque fuese perdiendo desde el principio. Incluso tuvo un tiempo en que Ghilas, Cartabia y Ekeng se bastaron para recordar al Barça que sigue siendo un boceto después de la pérdida.

4.- Luis Enrique se levantó tan rápido del banquillo que hasta los de la tele se dieron cuenta de que una idea fulgurante había brotado. Piqué y Mascherano debían pisar campo contrario, reducir el espacio entre Busquets y ellos e impedir que Ghilas recibiera de espaldas. El argelino estaba entendiendo lo que su equipo necesitaba (explotar el uno contra uno y arañar la debilitada transición defensiva culé), pero ni es tan bueno (sí muy potente) ni su equipo le acompañaba por la pasarela que el Barça montó en la primera parte. El Córdoba, que ni creyó ni quiso creer, desistió y fue entonces cuando el Messicampista comenzó a inclinar la balanza.

5.- Antes, desde el minuto uno, Pedro Rodríguez, un trabajador incansable a menudo criticado por no dar más que eso (¡como si fuera poco válido!), había agitado todo el partido. El canario tiene las varillas de la batidora. Allí metió al Córdoba (abroncado ruidosamente por su entrenador en rueda de prensa) y lo dejó sin aire. Solo él rompió el ritmo monocorde del primer tiempo, mientras también miraba por el retrovisor rítmico a los demás en el segundo. Estaba fino en el gesto y velocísimo en los desmarques. Solo necesitaba alguien que se la diera, que lo encontrara, que quisiera ganar el partido.

6.- El Córdoba estuvo en el partido como se está en las cenas de empresa: sin pretensión de hacer ruido. Había cogido su aperitivo en campo contrario, su primer plato en forma de ocasión esporádica y 1-0 al descanso como metáfora del plato principal (competir dignamente, dicen algunos). Se acercaba el postre y la última copa: aguantar la compostura y el ritmo. No supo ver que se lo podía pasar bien en el partido y lo acabó pagando. El Barça no es ahora el mejor equipo del mundo, pero sí tiene jugadores que están entre los mejores del mundo. La entrada de Xavi durmió al rival y el Barça aplastó con lo demás. Más por inercia que por costumbre o mérito.

y 7.- La conclusión es que no hay conclusiones, que el tiempo pasa y Luis Enrique pide a gritos que no pase o que de los resultados solo valgan los números, que no son malos. A uno no se le ocurren muchas más soluciones para el Barça que recordarle aquellos versos de Luis Cernuda que hablaban del tiempo: “Tu eternidad es ahora / porque luego / no habrá tiempo para nada”.

– FC Barcelona-Córdoba CF (Liga BBVA, 16ª jornada). 20-diciembre-2014. Camp Nou. 5-0 (Pedro, Luis Súarez, Piqué, Messi, Messi)

* Fran Alameda es periodista.





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