Crónicas 2015-2016 / España / Liga BBVA 2015-2016 / Fútbol
Como en la visita de su equipo a San Mamés hace un par de meses, Benítez apostó de inicio en Ipurua por un 4-3-3 con un centro del campo de perfil más asociativo (Modric-Kroos-Kovacic) para intentar desactivar una presión alta e intensa. Arriba, Benzema comenzaba en el banquillo para que Cristiano (izquierda), Bale (nueve) y James (derecha) se repartieran el ancho del ataque. Conocedor de lo debilitada que estaba la confianza de la plantilla, Benítez protegió a su equipo limitando el vuelo de los laterales, cuyas incorporaciones se echarían en falta en muchas fases del encuentro.
Los locales buscaron ahondar en las dudas que venía arrastrando su rival ahogando su salida de balón con una presión de calidad que, aunque produjo algún susto al conjunto merengue, fue muy bien contrarrestada por una medular que esta vez sí consiguió escalonarse para encadenar pases hasta encontrar una buena situación para lanzar a Bale y Cristiano, que amenazaban la espalda de la valiente defensa vasca. El criterio de Modric, el Kroos más fino de las últimas semanas y el plus de desborde y conducciones que suma Kovacic cristalizaron en cierto control, algo bastante meritorio ante el ritmo frenético que pretendía imponer el Eibar. En este engranaje se echó de menos ese no parar continuo de James Rodríguez para pedir entre líneas. El colombiano, apático pegado a la cal, apenas apareció por el carril central ni dañó mezclando o eliminando rivales como acostumbra.
El gol de Bale al borde del descanso redondeó un partido muy completo del galés. Como nueve liberado se asoció en la zona del diez, cayó a ambas bandas, acumuló centros con ambas piernas y acosó la espalda de los centrales –tuvo el 0-2 tras un control sublime un minuto después de su tanto–.
El empuje del Eibar, suavizado por un Pepe agigantado en defensa, terminó por apagarse con la entrada de Lucas Vázquez por James a 25 minutos del final. El impagable trabajo del gallego aportó el punto de solidez que pedía el equipo en defensa, y su impacto en ataque se tradujo en una asistencia que pudo acabar en el gol de la sentencia –Cristiano no anduvo lúcido en la definición–, que llegaría en un penalti provocado por él mismo.
La entrada de Casemiro para terminar de apuntalar el mediocampo y la de Benzema para guardar el balón arriba y regalar oxígeno a sus compañeros pusieron el punto y final a un encuentro bastante serio del Madrid, que debería repercutir para bien en ese proceso de recuperación anímica del grupo.
* Alberto Egea.
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