1.- Hay estadios que juegan su partido, que prenden al equipo y tienen una comunión tangible. Convierten lo espiritual en algo que cualquiera puede palpar incluso por televisión. El Ramón Sánchez Pizjuán ha visto a su equipo perder 34 partidos después. Se dice pronto, pero el equipo de Unai Emery ha tejido redes en su césped: transiciones ofensivas con el cuchillo entre los dientes, presión segregando jugos gástricos e intensidad a ritmo de cánticos. Ese es el valor del Real Madrid, sobreponerse a la presión, al ritmo y a un potentísimo Sevilla. Lo hizo vía Cristiano en una, vía Pepe (y lo que dejó que desear) en la otra.
2.- El partido fue devastador. Para el aficionado y para el espectador neutral; difícilmente se puede afrontar el siguiente de la noche sin pensar en este Sevilla-Madrid. Ritmo alto, ocasiones, fallos, aciertos, giros de guion, protagonistas, jugadores con frac y guerreros. Todos estaban por el campo, de tal manera que el resultado fue un mixto de fútbol con gran sabor.
3.- El Sevilla completó una magistral primera parte venida a menos por los 10 minutos sin Krychowiak. Emery planteó la batalla para lograr dominar al Madrid, provocarle errores en distintas fases del juego y poder correr lanzados por Reyes, de Versace, y Banega, el encargado de sembrar la posesión en campo contrario. Y lo consiguió. La calidad del equipo de Ancelotti siempre minimiza lo que hace el rival, pero el Sevilla competía y jugaba, solo que también James, Isco y Cristiano decidieron entrar al partido. Los falsos extremos, intentando asentarse en el campo del Sevilla y trabajando a destajo; Cristiano, aprovechando cada uno contra uno y marcando en lo que duró el microclima de la baja de Krycho, donde el Madrid cargó el área como si tuviese prisa por acabar. El Sevilla no quiso/pudo correr, achicó su área y fue devorado. Error carísimo.
4.- Decía Oscar Wilde que uno podría pasarse toda la vida sin vivir y de repente de toda la vida se concentrara en un segundo. O en diez minutos. El Madrid tomó aire gracias a la incertidumbre del Sevilla, que estaba más pendiente del tiempo de reorganización que de lo que ocurría. Dejó, evidentemente, de ejercer su plan, cedió iniciativa, se plegó ante Sergio Rico y recibió dos golpes en dos minutos. 0-2. Con 11, de nuevo dominó el Sevilla y terminó de erigir a Reyes como el mejor hasta entonces: tuvo pausa para asentar a su equipo, calidad para ser determinante y elegir bien… Y bajó a defender. El Sevilla fue superior con su el plan de Emery y su liturgia de Sánchez Pizjuán.
5.- Entretanto, la defensa del Madrid. Si el Madrid gana en áreas gracias a dos nombres, por poco pierde gracias a la línea de atrás. Aleix Vidal, buen jugador y mejor atleta, tumbó la puerta de Marcelo, que estaba entreabierta con un cartel de PASE en letras amarillo fosforito. Su espalda, su cara, toda su zona (en parte también de Isco y Varane) acabó siendo absorbida por el Sevilla, que a partir de la banda fue rajando al Madrid. Especialmente tras el descanso y hasta Arbeloa. El Sevilla, que como cualquier humano prefiere los planes simples, se ciñó a balón parado y bandas, una vía directa por la que el Madrid no terminaba de ser sometido, pero sí dañado. M’bia las tuvo y Gameiro, incluso Banega en la frontal. Lichsteiner estaba celebrando el Scudetto, pero alguien de la Juve estaría anotando mientras acariciaba un gato.
6.- El Sevilla percutió, pero no tuvo demasiadas. Pepe fue creciendo en el partido y la entrada de Bale puso un ritmo más a favor de la transición ofensiva del Madrid. Su primer balón acabó en la cabeza de Cristiano, cuyo cuello de acero puso el balón lejos de Rico, de largo el más desentonado del partido, pese a las condiciones que pueda tener. El 1-3 pesó, pero de nuevo apareció el Sevilla, sus registros, su capacidad para llevar el peso y persistir. Puro Emery: insistir hasta tumbar las puertas a través de la insistencia. Se quedó en dos, pero el 4-2-3-1 que se agrupa para defender y se despliega en modo acordeón para salir es una obra de un señor entrenador. Tiene su sello, como todo el Pizjuán.
y 7.- El Madrid volvió a salir vivo. Su juego no tuvo el caudal habitual, pero sus individualidades están conectadas al colectivo, así que basta con estar a la altura y tapar algún agujero táctico y mental para seguir compitiendo por todo. Incluso imponer, claro, porque lo natural no es que un tipo meta tres y apenas nombrarlo.
* Fran Alameda es periodista.
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