"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
No hay mayor melancolía que la producida por el final de una era, por el adiós de alguien al que asocias con un momento feliz, ilusionante y que golpeó con fuerza la puerta de tus sueños, habitualmente cerrada con llave. La marcha de Marcelo Bielsa duele por lo que significa, hiere por cómo se produce y resulta irreparable para un club que, quiero pensar, guarda más que números en el cajón.
Bielsa no fue, es ni será el entrenador más eficiente del mundo. Aunque su método, extravagante, y su instinto, obsesivo, le hagan diferente y eso llame la atención. No es el favorito de los números por su rendimiento, de los de traje y corbata por su tozudez y de los que escriben por su recelo directo para con ellos.
No es perfecto y nunca lo será. Se equivocó muchas veces, y las que quedan, pero supo primero agachar la cabeza y después alzarla para asumir su error. Nunca le faltó dedicación, esfuerzo pleno hasta lo enfermizo y sentido común. Honestidad que se observa con distancia en un mundo, el del fútbol, cada vez menos para el aficionado y más para el que dice serlo. Un mundo vestido de hipócritas que se revuelcan en justificaciones o en éxito, según sople el viento.
Nunca me molestó que Marcelo representarse al Athletic en chándal o que mirase hacia abajo cuando hablaba en una rueda de prensa. Me interesó mucho más lo que hacía en un caso y lo que decía en el otro. Su pasión, su ausencia de excusas, su reconocimiento del error y sus ganas de enmendarlo. Será todo porque nunca me importó que el Athletic perdiese, sino que supiera perder. Marcelo sabía perder y sabía ganar, era cauto, sensato y entregado. Marcelo era el Athletic.
Las raíces de ese club no se bañan en números sino en sentimientos, así me enseñaron, así entendí después. Llegar le importó siempre mucho menos que el cómo hacerlo, aprendí también. Porque ganar no es lo que hizo especial al Athletic, hay muchos otros que ganan más, incluso que ganan mejor. Y podría perdonarle eternamente todas las derrotas siempre y cuando no dejase de ser el Athletic. Porque no me importa por lo que gane, nunca lo hizo, me importa por lo que es.
Por eso no entiendo el por qué con Bielsa, pero mucho menos el cómo. La ausencia de explicación de su adiós, no por deseo propio sino obligado. Bastaría quizás, de cara a la galería, una simple excusa asociada a los resultados, aun obviando lo convulso del año. Pero no la hubo, ni siquiera ésa. Seguramente porque con él nunca fue lo que importó. Y bastaron dos años, siendo el último el peor, para convencer al aficionado de que ese tipo en chándal les representaba. Incluso en la derrota, les representaba. Incluso en un mal año entero, les representaba. Querer a un tipo cuando pierdes, pensémoslo dos veces para entenderlo por completo.
El Athletic siempre estuvo por encima de Bielsa, como debía ser. Pero pasó a estar muy por debajo justo cuando menos debía, en la dificultad y en el adiós. Buscando una puerta trasera y encontrando el rechazo de la masa social, la que realmente hace grande al club. Porque con el Athletic siempre será menos el qué que el cómo. O así quiero pensar.
Aunque a él nunca le gustase, le siguen y seguirán llamando Loco. Y lo entiendo, que se lo digan me refiero. Por hablar del juego, cometer errores y asumirlos, pedir disculpas y después volver a hablar del juego, con respeto y educación. Alejarse en definitiva de la tendencia opuesta y creciente. Pero Marcelo, aunque te lo digan, permíteme dos cosas desde la lejanía. La primera es un gracias sincero, de corazón, sobra decir por qué. La segunda, así entre nosotros, no les hagas caso a todos esos.
El loco no eres tú. El loco de verdad ahora es el fútbol.
* Andrés Monje es periodista.
– Foto: Araba Press
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