Patxo Unzueta, referente periodístico en todo lo relacionado con el Athletic (y si lo relacionado sucede en Barcelona, con mayor motivo), concedía una entrevista hace pocos años, después de publicar su último libro. Apasionado desde la cuna y nostálgico hasta donde le permite su deber profesional, respondía así a la pregunta sobre cómo veía el futuro rojiblanco: “El Athletic tiene los siglos contados”.
En realidad, hay algo de idealismo y bastante de epopeya en el relato del club, que vive una interminable odisea homérica buscando un equilibrio improbable entre seguir su propio camino de vuelta a casa o dejarse guiar por los cantos de sirena del éxito. Nadie revela a los demás que los leones no esperan en Ítaca por los siglos de los siglos, sino que viajan disfrazados con el Athletic porque no quieren que llegue el final.
Dos circunstancias determinan el partido por encima de cualquier otra consideración, y en ninguna de ellas puede el Athletic ser protagonista: el Barça es tremendamente superior (uno a uno, línea por línea, y colectivamente); y el Barça está en disposición de ganar liga, copa y Copa de Europa en trébol perfecto. El modo en que han tomado forma en competición ambos equipos también juega en contra de Ernesto Valverde a la hora de sentarse a pensar cómo plantear y desarrollar el escenario del juego. No existe idea ganadora, no se adivina plan capaz de provocar que el Athletic domine, no existe elección más allá del consuelo resignado. Susto o muerte.
Si Valverde sale a buscar arriba, el Barça encontrará su situación de partido predilecta en cuanto un azulgrana desborde o se anticipe a un león o, directamente, en cuanto Messi reciba la pelota; si Valverde acula sus líneas y acumula sus efectivos en torno a su frontal, el Athletic encontrará su situación de partido más indigesta, pues no tiene calidad individual ni estructura táctica para sobrevivir en defensa posicional (y menos aún ante todo un FC Barcelona) ni capacidad para ganar un partido desde un contragolpe ajeno a sus virtudes. Ernesto juega con negras en todos los supuestos y ha perdido a dos alfiles, Iker Muniain y Óscar De Marcos, en dos casillas estratégicas para alargar la partida. El tablero es azul y grana aunque torres más altas han caído. Hagan juego, no miren atrás y Dios salve a la Reina. Jaque al antiguo Rey.
La esperada presión alta de los rojiblancos tendría como objeto situar el foco del juego en la zona más vulnerable de su rival cuando tiene la pelota y cuando no la tiene, tanto da. La salida de pelota no ha sido el mecanismo más depurado por Luis Enrique, que buscará crear alguna ventaja en corto o encontrar el desmarque de apoyo de Luis Suárez en largo para activar a Messi o desatar a Neymar. Leo lo condiciona todo y hace que cualquier intento de análisis colectivo sea poco útil. Siempre es así, pero no por ello está de más recordarlo, sobre todo en uno de esos intentos de análisis colectivos como éste.
Dos son las principales dudas en la posible alineación inicial de Valverde. Para el lateral derecho no existe alternativa fiable al sancionado De Marcos, y el duelo con Neymar correrá a cargo de Andoni Iraola en su último partido como león, o de un central en misión especial. Y para la zona de enganche, el mejor perfil parece Mikel Rico, aunque se antoja imprescindible en el sistema de ayudas defensivas en torno a Messi, escalonándose junto a Aymeric Laporte y detrás del vano intento del hombre que menos va a disfrutar del juego: Mikel Balenziaga. Beñat Etxebarria y Ander Iturraspe se disputan el otro puesto en la medular, toda vez que Mikel San José ya es lo más parecido a un pivote titular que tiene el Athletic. Según cómo pretenda orientar Valverde la salida de juego azulgrana y el sistema de ayudas ante Leo, se decantará por uno u otro.
En los años de ayer, cuando el alirón aún existía, nadie podía imaginar el fútbol sin el Athletic. En los años de hoy, hijos de una revolución que sus padres no provocaron, nadie puede imaginar cómo podría volver a sobrevivir un equipo así. ¿Y en los años de mañana? La verdad es que, si hablamos de futuro, el Athletic tiene los siglos contados.
* Pedro José Arbide.
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