En El largo adiós, Raymond Chandler reflexionaba sobre el concepto de amistad y sus límites en el contexto de la ciudad de Los Ángeles. Puede que de haber conocido entonces la relación entre los Lakers y Pau Gasol le hubiera inspirado para escribir algunas líneas más, quién sabe. El caso es que la segunda mitad de la estancia deportiva de Pau Gasol en Los Ángeles es una eterna historia de desamor y frustración, la de un hombre superado por su contrato.
El sábado era un secreto a voces y el domingo publicó ESPN, algo así como la biblia informativa en Estados Unidos, el intercambio entre Pau Gasol y de Andrew Bynum, que llevaría al español a los Cleveland Cavaliers y acabaría con el contrato del pívot americano cortado por los Lakers. Bynum acabó finalmente cortado por los Bulls y Cleveland recibió a Luol Deng. Al enésimo intento, el traspaso de Gasol volvió a frustrarse. En el fondo, por una cuestión menor. Los Lakers no podían permitirse de cara a sus seguidores desprenderse de Gasol a cambio de nada, e intentaron llevarse a un joven talentoso de los Cavs, Dion Waiters. Los Cavs se negaron, mostrando hasta qué punto se ha devaluado el valor de Gasol en el mercado. La historia volvió a su punto de partida. La franquicia fracasando en una negociación, el jugador salvándose por los pelos de un traspaso hacia un destino incierto (Mike Brown ha convertido a uno de los equipos que más prometían del campeonato en uno insoportable), el presente tóxico y el futuro como única esperanza.
Hablando en plata, Gasol tiene un contrato altísimo (uno de los diez primeros). En el actual contexto de la liga, con los márgenes del impuesto de lujo bajando y subiendo las multas de la organización, su contrato se convierte en prohibitivo. Máxime en una franquicia que acaba de renovar a Kobe Bryant, ha perdido en apenas media competición toda esperanza competitiva y vaga sin rumbo buscando la lotería del draft desesperadamente.
Gasol se preguntaba hace poco en Marca por su situación personal: “¿Por qué siempre tienen que traspasarme a mí?”.
A nivel deportivo, Pau Gasol ya no es el joven de veintitantos años que despuntaba en la liga por la excepcional mezcla de las facultades técnicas, los movimientos académicos y una lectura del juego sensacional. No es ese ala-pívot que igual posteaba que hacía un lanzamiento de cuatro o cinco metros con un gran porcentaje de éxito. La edad ha ido mermando una de sus características diferenciales, el primer paso veloz, que unido a su enorme envergadura le proporcionaba ventaja frente a los rivales. Ese desplazamiento lateral que le llevaba indistintamente a la bombilla que a un tiro lateral ha sufrido las inclemencias de la vejez. Así, lo que antes era un recurso, el tiro de media distancia, ahora es una nefasta arma principal, y he ahí una de las principales quejas de Gasol, que se siente ya más un cinco: juega muy lejos del aro.
Y sí, es cierto, tanto el sistema de Mike Brown como en el de Mike D’Antoni ha jugado más lejos del aro, pero bien es cierto que ha ido empeorando progresivamente su tiro de media distancia y sus recursos lejos del aro. Sus fundamentos, no obstante, le salvan de la debacle. Gasol disfruta más con un vals que con un rock (enfrentar el aro de cara, ni en broma), y en los partidos físicos su rendimiento se reduce considerablemente. Sigue siendo un sabio del juego, saca partido cerca del aro, interpreta bien el pase hacia fuera y las transiciones ofensivas, pero defensivamente no le llegan las piernas. Visiblemente más lento y con ese enorme cuerpo, destaca, para mal, a ojos de todo el mundo. Gasol es, a día de hoy, un defensor mediocre.
El alivio salarial que tendrían los Lakers con la marcha de Gasol sería notable. El entorno próximo al jugador se escuda en que su precio se ajusta al mercado, tal y como se cotiza un hombre alto con fundamentos hoy en la liga. Una comparativa con otros contratos dejará la decisión en manos del lector:
Cabe recordar que Gasol no es el único jugador de la lista frecuentemente involucrado en rumores de traspasos. Muchos de los presentes en la lista se ven habitualmente inmiscuidos en negociaciones. La situación de Gasol es, por tanto, un caso frecuente en el mercado NBA, el de un jugador que en el clímax de su carrera firmó un contrato millonario y tiene que pagar todas las consecuencias. Tanto derecho tiene el jugador de cobrarlo como la franquicia de forzar un traspaso que alivie su carga salarial.
Sorprende además que, pese a que esta realidad esté tan bien asumida por la gran mayoría de jugadores de la liga, el de Sant Boi se muestre siempre tan partidario de quedarse a toda costa, aún estando absolutamente fuera de contexto. Puede que esté apurando al verano para elegir su futuro libremente –como ya hiciera Calderón– o que haya quedado atrapado, cegado por el dulce destello de sus años dorados, puede que incluso esté pensando en el Hall of Fame o en la retirada de su camiseta, quién sabe, el caso es que lo más óptimo parece reinventar el rol de Gasol en una franquicia bondadosa antes que perderse en un imposible. Como Philip Marlowe, Gasol terminará desengañándose, aceptando una realidad que el destino parece empeñado en evitar. Pero es así, en L.A. hacen mucho tiempo que dejaron de quererle.
* Javier López Menacho.
– Foto: Paul Buck (EFE)
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