Llegar a la final era ya un éxito para una selección española que como Bradley Cooper en El lado bueno de las cosas, película que aspira al Oscar en las siete categorías principales, quizás había realizado un juego bipolar durante el campeonato, con momentos de éxtasis y otros de bajón. Pero en el sprint final de Zaragoza y en la semifinal de Barcelona ha sabido sacar lo mejor de sí, ese lado bueno, para presentarse como una estrella en el duelo contra el gigante danés. Y en la cita decisiva el equipo de Valero Rivera ha hecho trizas a los grandes favoritos en un partido sensacional (35-19).
Hay ocasiones en que el marcador no refleja con precisión lo sucedido en la pista. Este no es el caso. España ha realizado un encuentro memorable en la doble faceta de defensa y ataque. Ha conseguido que Dinamarca, una gran campeona, sea un equipo menor, sin soluciones frente a una selección que le ha cerrado todos los caminos con una defensa de libro en torno a un estratosférico portero, Sterbik. Un centro de la zaga impenetrable donde Guardiola y Morros han resultado insuperables por varios de los mejores artilleros del mundo. Solo el zurdo Sondergaad, que hasta la final no pasaba del 51 % de efectividad, ha encontrado caminos hacia la meta roja. El jugador más famoso del mundo ( y sorprendentemente elegido el más valioso del torneo), Mikel Hansen, ha acabado en el banquillo; el gigantón Markusen apenas ha atinado; y sus famosos extremos, entre ellos el máximo goleador Anders Eggert, no han encontrado ninguna vía de agua en el muro español.
Y he comenzado hablando por lo que no han podido hacer los daneses por dar una primera explicación, porque sería de justicia resaltar de inmediato que España no solo ha defendido con gran categoría, sino que ha sabido golpear una y otra vez a Dinamarca con un ataque lleno de variantes: los latigazos de Cañellas (7/8) y Maqueda (5/7), los vuelos de Rivera desde el extremo (6/9), los remates de Aginagalde (3/5) desde seis metros. Hay que incluir los prosaicos números para explicar con detalles que han sido oleadas recidivantes que los rivales no sabían cómo solucionar. Ni siquiera, claro, su extraordinario portero Landin, que ha tenido que ser susituido a los doce minutos y cuando ha vuelto no pudo mejorar su 26 % de efectividad.
No había manera. España era un huracán y aunque Dinamarca se ha acercado hasta el 9-8, han vuelto los argumentos locales para estirar el marcador con más ímpetu aún tras la entrada en pista de Entrerríos (que con Julen ha entrado en el equipo ideal), hasta el 18-10 del descanso. El partido estaba casi sentenciado, repitiendo el guión del anterior mundial conquistado por España en Túnez, donde también dejó KO a Croacia en una primera parte memorable.
Los primeros minutos del segundo tiempo deberían ser decisivos. Si España mantenía las distancias como una jovencita en los bailes de la postguerra, el oro estaba casi conseguido. Pero no solo ha continuado el recital de los hombres de Valero Rivera. Un enorme Sterbik se ha agigantado más aún (43 % de paradas), casi no cabía en la portería de 3×2. Desde luego, después de sufrir lo indecidible para sobrepasar a la defensa española, los daneses no han visto ni un milímetro libre en esos seis metros cuadrados. Y claro, de cada parada salía un contraataque y de cada contraataque, un gol.
El marcador se ha disparado a guarismos irreconocibles en una final del mundial, 22-11, 29-12, 30-15, lo que ha permitido que la fiesta en el recinto de Montjuïc se haya anticipado al pitido final. El entrenador español ha permitido que salieran todos los toreros para que los titulares recogieran el olé de una grada entregada en la que los 2.000 daneses se han apagado como su gran selección. Incluso ha habido medallas para los dos ausentes, los lesionados Ugalde y Raúl Entrerríos.
Dinamarca es un trasatlántico, pero no ha contado con su gran piloto, Mikel Hansen, que se había dosificado durante el mundial para llegar a la cita del Sant Jordi sin las dudas de su mítico paisano Hamlet, el príncipe danés de la obra de Shakespeare que también nació en Elsinor. El gran jugador del París Saint-Germain, compañero de Sierra y Antonio García, ni ha podido plantearse el ser o no ser. Para ganar a la España de hoy se trataba de SER con mayúsculas y Hansen, como todo su equipo, ha resultado barrido por una gran selección.
Es la hora de la fiesta, no lo estropeemos. España ha hecho un mundial en progresión de menos a más, tuvo suerte con la derrota –la única sufrida– ante Croacia porque se le despejó el cuadro final. “En ajedrez gana quien comete el penúltimo error”, dijo el gran maestro Tartakower. España se ha repuesto de ese único lunar y ha sabido llegar a la cita mejor que nadie, más fresca y ha jugado un partido perfecto: impecable planteamiento de Valero Rivera y ejecución perfecta de sus muchachos.
Enhorabuena a este deporte que vengo siguiendo y que amo desde que iba en los años 70 a ver un domingo al Arrate a Eibar y otro al Bidasoa a Irún. Este gran deporte casi moribundo ahora en nuestro país ha tomado un poco de aire durante dos semanas antes de volver al otro lado de ese péndulo bipolar y desaparecer de los titulares de muchos periódicos y del interés general hasta otro gran campeonato. El domingo, Puerto Sagunto-Huesca, Cangas-Cuenca, Villa de Aranda-Valladolid, etc. ¿Merecerán una sola línea en los grandes diarios?
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Fotos: Marko Djurica (Reuters) -Alberto Estévez (EFE)
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