1.- Ribéry aguantaba el tipo como podía, Cristiano lloraba y Messi sonreía. Sonreía como quien se siente desafiado y acepta el reto con la seguridad de quien se sabe superior. De quien sabe que sus piernas ya están bien y que volver a ganar sólo será cuestión de volver a hacer lo de siempre: llenar de magia cada partido por infumable que sea, irse de quien sea, marcar goles de todos los colores y decidir cómo termina el marcador siempre que su equipo le acompañe mínimamente.
2.- Y eso que se percibían detalles poco optimistas. Con Martino, ensanchar el campo ha dejado de ser una premisa, por lo que los embudos centrales sin nadie que estirara (especialmente en el costado derecho), se sucedían. Tampoco se advertía un buen socio en Cesc hoy. Neymar se lesionó pronto, y a Tello le costaba lo suyo. Pero daba igual que no hubiera espacio ni socio: Messi iba a destrozar su rival cuando quisiera, como es costumbre.
3.- Sólo por eso ya mereció la pena ver un partido odioso, equiparable a los amistosos internacionales recaudatorios que realiza la Selección, en el que salir sin lesionados y con el prestigio intacto eran los únicos objetivos. Lo primero no se consiguió; lo segundo sí. Meritorio por parte de un equipo que, pese a haber ganado tanto, rara vez deja síntomas de falta de actitud en los partidos.
4.- También mereció la pena volver a ver a Bartra y Sergi Roberto, esos dos niños condenados a triunfar en el Barça. Con sus aciertos y sus errores, cada minuto suyo es una invitación a darles más minutos, a no imaginar un Barça sin ellos en los próximos diez años. Ellos son los refuerzos del curso para la defensa y el centro del campo, como Neymar lo es para el ataque. Y vaya refuerzos.
5.- Por lo demás, ninguna otra sensación fue positiva, más allá de un Getafe que dio la cara pese a tampoco interesarle objetivamente el partido, centrado como está en batallas más importantes y factibles. Una lesión de Neymar que retrasa aún más la consolidación de su sociedad con Leo; una nueva constatación de la ausencia de mecanismos de calidad en la salida de balón; la falta de amplitud en ataque; un Alves que empieza a recordar peligrosamente al de 2012; Song perdido también como mediocentro; un Tello cuyo futuro en el Barça cada vez se antoja más complicado; Cesc mostrando nuevamente un nivel muy bajo en su retorno al interior tras haber brillado en la primera mitad de la temporada, una vez más, en una posición en la que no tiene sitio…
y 6.- Sin embargo, la importancia de todo lo anterior es mucho menor que lo primero. Porque con el gran Messi todo tiene solución, nada es imposible. Y, aun en un partido sin sentido como la vuelta de una eliminatoria que debiera ser a partido único, Leo inició la reconquista.
* Rafa León.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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