Nairo Quintana partía como favorito al triunfo en la Vuelta a España. Sin embargo, el hombre propone y dios dispone. La décima estapa era una contrarreloj que incluía el puerto del Moncayo. El tiempo de Nairo no era malo en los primeros parciales, muy cerca del resucitado Alberto Contador. El ascenso no tenía problemas excepto un par de cuestas bastante duras en las que se pudo ver que Fromme iba completamente atrancado, quizás porque infravaloró el porcentaje de subida montando un desarrollo de 55×42, demasiado ambicioso. Contador es más partidario de dar pedales, de cadencia en lugar de potencia, e iba en cabeza, y Nairo, a lo suyo. Bicicleta de triatlón, rueda delantera de perfil medio y trasera lenticular.
Se pudo ver de forma meridiana cómo coronó el colombiano y cómo manipulaba su zapatilla izquierda, como si tuviera algún problema de ajuste, en un tramo de la bajada. Ese fue el detalle que le despistó. La trazada de la curva a derecha fue demasiado abierta y cuando quiso rectificar, el quitamiedos ya lamía el cuadro de carbono. Menos mal que pudo hacer una maniobra muy habilidosa y giró el tronco para que fuera la parte trasera de la bicicleta la que besara el acero y no su pierna izquierda. El resultado fue muy aparatoso, millones de partículas de carbono estallaron al contacto con el quitamiedos, así como la rueda lenticular hecha añicos, como si una bomba estallara debajo de las bielas. Y Nairo volando por los aires. Los que dicen los ciclistas están hechos de un material especial tienen razón. Cualquier otra persona, después de semejante caída, no se hubiera levantado y habría permanecido tumbado en una mezcla de pánico y dolor. Ellos no. Con el maillot roto por las quemaduras, la cara desencajada por el dolor, y tras el OK del médico de la organización, se subió a otra bici y continuó el descenso, ahora ya con demasiadas precauciones, visto lo visto. El resultado, demasiada penalización, minutos difíciles de recuperar excepto mediante una exhibición en las cumbres asturianas.
Al día siguiente, el colombiano reconoció que el freno no respondió cuando apretó la maneta con la ansiedad del que sabe que la colisión es inminente. Había dormido mal y solo esperaba que, con el paso de los días, su cuerpo se fuera acostumbrando al dolor y sus heridas cicatrizaran. Nada más lejos de la realidad. En un lance, aparentemente sin mayor importancia, se produjo una montonera. Alguien chocó contra una de las motos de la organización y los esforzados del asfalto cayeron al suelo como fichas de dominó, y ahí volvía a estar Nairo. Seguro que no se podía creer su mala suerte, otra vez. Pero en este caso había algo distinto. Su hombro derecho no obedecía. El dolor era más intenso aún que en el anterior percance. Solo una lesión grave podía provocar semejante limitación. Se bajó de la bicicleta en una decisión tan sensata como obligatoria. Algo no iba bien. Atrás quedó la responsabilidad de ser jefe de filas del equipo Movistar y con ello sus posibilidades de arañar segundos a Contador en algún duelo épico, pero ahora desigual. En el hospital se confirmó el alcance de la lesión: fractura de la apófisis coracoides del hombro derecho, además desplazada. La cirugía era necesaria para colocar dicho relieve óseo en su sitio y que el hombro recuperara la normalidad, ahora gracias a dos tornillos y más adelante debido al callo y la consolidación de la fractura.
La escápula u omóplato es un hueso grande, triangular y plano. Se ubica en la parte posterior o dorso-lateral del tórax según la especie de la que se trate. En el esqueleto humano se encuentra en la región comprendida entre la segunda y séptima costilla. Conecta con el húmero (hueso del brazo) y con la clavícula (en aquellas especies que poseen tal hueso) y forma la parte posterior de los cinturones del hombro. El cuerpo es delgado, aun traslúcido a contra luz por encima y por debajo de la espina, aunque es más grueso en sus bordes.
Es un relieve óseo que se localiza en la parte anterior de la escápula y que se palpa medial al deltoides. Su función es importante porque en ella se insertan músculos de gran entidad como la porción corta del bíceps, el coracobraquial y el pectoral menor. Además, es el sitio de inserción de dos ligamentos potentes como el conoide y trapezoide, responsables de estabilizar la articulación acromioclavicular, que es responsable de los movimientos del hombro, sobre todo al levantar la mano por encima de la cabeza. Es muy frecuente que se asocien ambas lesiones, la fractura de la coracoides y la luxación de la articulación que une la clavícula y la escápula, y se suele producir en ciclistas y motoristas al caer sobre el hombro. En ocasiones se fractura la clavícula y en otras es la articulación acromioclavicular.
En el caso que nos ocupa, el parte médico refiere que se le han colocado dos tornillos en la coracoides sin comentar nada del resto de ligamentos, por lo que se presupone que se encuentran indemnes. Debe permanecer con el brazo en cabestrillo unas cuatro semanas, tiempo mínimo para obtener una consolidación primaria y poder comenzar la rehabilitación lo antes posible.
Nairo, con aire tranquilo y resignado, comentaba a la salida del hospital que esta temporada estaba finalizada, pero que aprovecharía el invierno para entrenar duro y volver con más fuerzas y ganas, que no está de paso, sino que es un ciclista que ha venido para quedarse como jefe de filas del Movistar y levantar los brazos al cruzar el primero en la línea de meta de las cimas de las carreras más importantes del mundo.
LIBRO: “Nairo. La construcción del Nuevo Escarabajo”, de Carlos Zúmer.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
– Foto: Javier Lizón (EFE)
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