Este concepto utilizado en ámbitos diversos es apasionante, digno de todo un estudio sociológico. En ocasiones, término de moda para conseguir algo, un voto, un respaldo, una oportunidad. Muchas veces pisoteado y poco valorado. “Es para idealistas”, sugieren los que aseguran que vivimos en un mundo atroz, insensible; por tanto el concepto es casi inexistente, dicen, y en el fútbol poco peor. “Era justo que ese gol entrara, y no fue así”.
Caminamos por la vida con la ilusión de toparnos con gente que crea, que sea y que lo demuestre, que entienda la diferencia entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, y que lo aplique: menudo reto. Que sean de buena fe. Gobiernos responsables son los que más escasean y a los que poco a poco nos desacostumbramos. Se ven poco. O nada ya.
En la familia, un permiso no conseguido, una negociación para un viaje que se avecina, son parte de nuestra lucha “justa”. Pero cuando alguien se nos va, se nos adelanta en el camino, gritamos: «¡Injusticia!» Solemos culpar de injusticia lo que la razón y el espíritu no logran comprender. Caemos en el error.
Volviendo al tema del fútbol, hay tácticamente muchos jugadores justos. Justos porque tienen justo lo que necesitan para cumplir con su trabajo, técnica, psicológica y físicamente, y también porque son justos a la hora de opinar y sumar en el desarrollo de este hermoso deporte y su enmarañado ambiente. Resulta a mi gusto casi un sinsentido exigir justicia a los jugadores, cuando los dirigentes lo son cada vez menos (salvo contadas excepciones). Ojo, la justicia en el fútbol no significa que se gane o se pierda (eso es consecuencia de una coherencia y planeación, donde todos aportan su parte). Hay, por las reglas del juego y por la manera en que se disputa un partido (errores humanos posibles, etc), la posibilidad de que el resultado al final no parezca serlo [Justo] pero no cabe duda que, a largo plazo, un equipo justo con una institución así cosecha triunfos, convirtiéndose en leyenda, y marcando una era.
El Pep Team es una sinfónica que apresa a sus presas por medio de instrumentos musicales tocados justamente, sin excesos y en los tiempos perfectos. Los jugadores parados frente a ellos escuchan los sonidos pronunciados por los botines de los más habilidosos magos que jamás jugaron este deporte y que, mediante la posesión del balón, han logrado levantar aplausos en los teatros más exigentes a lo largo y ancho de nuestro planeta.
El éxito del equipo, además del elemento estructural que tiene que ver con la filosofía de La Masia y todo lo que rodea este estilo de vida, tiene a la justicia como una de las explicaciones más acertadas que se puedan encontrar. Sé justo con el balón, acarícialo, sé justo con tu compañero, respeta el movimiento. Sé justo contigo mismo, no te engañes ni trates de engañar al árbitro. Sé justo con el Mister, sé tácticamente ordenado. Sé justo con la hinchada que ha pagado un boleto para soñar contigo, entrégate. Sé justo con los medios, explica y responde lo que se te pregunta. Así se ajustician rivales, presas (cada vez más) que quedan sin argumentos dentro de un terreno de juego.
Me atrevo a asegurar que toda la plantilla actual del FC Barcelona carece de elementos injustos. La unión que se ve al interior del equipo se traduce en magia, en goles, en récords, en trofeos. Pero… olvidando un poco a Messi (ya se ha tratado de decir todo, sin encontrar explicación racional completa de lo que esta pulga significa y acabará significando para el mundo del futbol) me centro, justamente, en Andrés.
Una obra maestra en los últimos minutos del partido de la Uefa Champions League hace casi tres años (6 Mayo 2009, vs Chelsea) detonó la racha justa más impresionante en un club de fútbol en los últimos tiempos: 13 de 16 torneos ganados. Lección de fútbol cada tercer día.
Ese acto que presenciamos muchos alrededor del mundo fue la punta de un iceberg que se apellida Iniesta, el jugador pequeño de bajo perfil que ha causado revuelo por su manera de jugar con el fútbol. No juega al fútbol: juega con él. Aparece, desaparece, destellos de lo indescriptible. Desde las inferiores del Barca se empapó de la cultura y jamás olvidó su origen, elemento que asegura seguir siendo justo, en el mundo del fútbol actual con tantas tentaciones. Algunas lesiones lo alejaron de momentos importantes, pero no de los trascendentales, muslos de cristal.
Desde Fuentealbilla, pasando por el Camp Nou, Stamford Bridge y elevándose al Olimpo del fútbol en Johannesburgo, llegó, justamente, Andrés Iniesta. En los momentos más indicados, de la manera más invisible, a plasmar la magia de su fútbol, con la mejor fe de sumar a este bello deporte, declarándole la guerra a lo ordinario, faltándole al respeto a lo terrenal y recordándonos que, si se ama lo que se hace, aunque sea fútbol, se puede seguir siendo justo.
Gracias, Andrés.
* Fernando Garza, desde Torreón (México). En Twitter: @dosacero1
– Fotos: AFP
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