1.- El Levante era un boxeador groggy que se agarraba a las cuerdas. El Madrid, un bisonte furibundo que empujaba al rival contra el acantilado. Si no era por fuera sería por dentro, probablemente a partir de Özil y con parada y fonda en Benzema, el de los pies ligeros, un mediocentro que juega de delantero móvil. La movilidad hecha delantero. Hijo del viento.
2.- Higuaín es su antítesis. Un rematador eficaz que sabe desmarcarse de lujo, pero a la vez un delantero centro que tiende al estatismo si se le compara con su compañero francés. Todas las puertas que abre Benzema parece cerrarlas Higuaín, realidad (o sensación) que se repite cada vez que se alinean juntos.
3.- La dinámica ganadora en la que se maneja el equipo de Mourinho se ha percibido en su auténtica magnitud tras el gol de Cabral, de nuevo en un balón por alto mal defendido por los centrales blancos, el quinto o sexto en lo que llevamos de año, dicho sea de memoria. El gol levantinista (minuto 5) ha sido un toque de corneta en el Bernabéu, el aviso para que los locales se lanzasen al desenfreno que tanto les place.
4.- Y ha sido un desenfreno. Pepe y Ramos han sentado sus reales sobre la línea del centro del campo, como marcando con tinta roja su territorio. Esa iba a ser la nueva línea del área de Casillas, por más que Aruna Koné, en un partido mayestático, les ha encabritado la noche.
5.- A partir de esos centrales ubicados en medio campo, con Xabi Alonso revoloteando por la zona en busca de su forma perdida, el partido se ha jugado en 40 metros apenas. De Xabi para las bandas, búsqueda de Özil, movilidad de Benzema y Cristiano, llegadas de Coentrao y Arbeloa. Un baile vertiginoso que ha aplastado a los levantinistas, sometidos a un vendaval apalizante, con el alemán generando movimientos inesperados, suaves, inevitablemente decisivos.
6.- Quiero repetir lo expuesto sobre Benzema: posiblemente, el atacante europeo más en forma del momento. Un recital de movilidad horizontal, cruzando todas las zonas de su ataque, desmarcándose por aquí, por allá y por acullá. El perpetuo hombre libre, sublimado en un cuarto gol extraordinario en su definición: preciso, veloz, soberbio.
7.- El empate le ha llegado al Madrid por la vía menos trascendente, en una acción casi impropia. Sus siguientes goles, por el contrario, en acciones maravillosas: el desmarque de Higuaín hacia la banda y su centro beckhamiano para el cabezazo rotundo de Cristiano; la excepcional folha seca del portugués, un prodigio técnico, monumento de precisión; el quiebro y comba de Benzema para el cuarto, maravilloso, un deleite, pim pam. Y qué decir de la transición ofensiva dirigida por Aruna Koné para el segundo tanto visitante…
y 8.- Con razones más que fundadas (10 puntos, estado emocional soberbio, juego fantástico), el Madrid se siente campeón y eso da alas a un equipo que ni siquiera las necesitaría porque ya le vienen de serie. Goleadores de lujo, defensas poderosos (pese a esos arrebatos transitorios de ira), enganches deliciosos, rematadores de dibujos animados y un Benzema transformado en hijo del viento.
– Foto: Ángel Martínez (Real Madrid)
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