El fútbol, tan amable en algunos momentos y tan desdichado en otros, nos ha ofrecido la cruz en el lanzamiento de moneda que suponían los enfrentamientos de repesca para poder optar al trono que volverá a estar vacante en Brasil 2014. Portugal y Suecia se juegan entre ambos un solo billete estival. Cristiano Ronaldo y Zlatan Ibrahimovic, dos de los jugadores más en forma en la actualidad, cara a cara para dirigir a su selección a la disputa del Mundial. Sólo puede quedar uno. Y eso es una pena.
La primera batalla tenía como lugar estratégico el Estadio Da Luz de Lisboa. 62.000 espectadores lusos hambrientos por ver a sus compatriotas terminar lo que no supieron empezar, la clasificación. El encargado de dirigir a veintidós hombres en busca del aprobado en septiembre, el italiano Nicola Rizzoli. Estaba todo listo. Tras himnos nacionales, el balón se convertía en el único protagonista. Ya no importaban los errores en la fase de clasificación. Tampoco los malos resultados. Todo se juega en 180 minutos.
El partido entre suecos y portugueses no pasará a la historia del deporte rey. Pero pasaron cosas, sobre todo en los primeros cuarenta y cinco minutos. La primera fue para Portugal, pero a Moutinho se le cortocircuitó su sistema en el momento más inoportuno. Después de eso, fue Suecia la que dispuso de las mejores ocasiones en esos cuarenta y cinco minutos. Elmander primero, acompañado por Larsson, que tiene apellido de estar en el momento y sitio que se le requiere y Kallstrom, aprovechando el aura que desprende Zlatan en los lanzamientos de falta.
Los suecos helaron a todo el Estadio de Da Luz mientras los portugueses empezaban a jugar con fuego. Un gol en contra, siendo local, pondría cuesta arriba el objetivo. Y no era moco de pavo. Hablamos de ir al mundial.
Mientras el fútbol pasaba, con Suecia replegada dispuesta a salir a la contra y Portugal mandando con el balón y con el ímpetu que contagió Joao Pereira, de Ibrahimovic no se recibían noticias. Ni por alto ni por bajo. Jugando con una de las series más populares de la historia, Zlatan era una isla invisible. Algo así como Lost.
El otro foco del partido señalaba a Cristiano Ronaldo. Empeñado quizás en hacer de más con su selección, partió desde la banda izquierda, como en el Real Madrid, pero se le acabó viendo en exceso por el centro. Poco aportó al juego y al marcador en una primera parte que terminaría con Pepe cabeceando a las manos de Isaksson.
Agitado. Sería el adjetivo perfecto para definir lo que se vio en el primer cuarto de eliminatoria entre estos dos equipos. Control de Portugal, pero Suecia pudo irse al descanso ganando. Mucho en juego.
Tras pasar por vestuarios, los portugueses se dejaron de gaitas. Atrincheraron a Suecia en su área y empezaron a mandar en el partido con algo más allá de la posesión. Ocasiones.
El preludio de la claudicación en fútbol es un equipo colgándose del larguero. Eso hicieron los nórdicos. Costaría bastante poco saber lo que los futbolistas suecos corrieron hacia delante en esta segunda mitad. Premonitorio.
Y tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Como los grandes jugadores, en el momento oportuno y cuando más se les necesita. Ahí estaba él, Cristiano Ronaldo, más protestón que acertado. Al menos hasta el minuto 82. Con el hambre por bandera y dando la cara, se anticipó a todo el mundo y conectó un testarazo por bajo que hizo saltar de emoción a todo un país al ritmo que otro bajaba los brazos.
Allí estaba él. Se señaló. Señaló el césped y pegó un grito mundo que venía a decir algo así: »voy a estar en el Mundial». Y, sin tiempo para celebraciones, pudo poner la puntilla. El larguero se lo negó. Todo abierto.
Pitó Rizzoli el final y los portugueses se fueron con la sensación de haber dejado cosas por hacer. Decidirá Suecia. Y por su bien, y por el de los amantes del deporte rey, que aparezca Zlatan Ibrahimovic. Hoy unos ríen y otros se lamentan. Cristiano y Portugal golpearon primero; ¿quién golpeará el último? Brasil espera.
* Imanol Echegaray García.
– Foto: AFP
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