Un escenario precioso con un telón amarillo como el submarino en el que todos creemos vivir desde que los Beatles nos legaron una nueva era en la música. Un calor de mediodía que no entiende de olas sino del brillo plateado del naciente verano gaditano. Un momento de éxtasis propio de quienes han logrado una meta que la manada esperaba desde hacía casi dos décadas. Y un joven deportista, con más futuro por descubrir que presente de subjuntivo por conjugar, que busca una cámara como quien trata de asomarse al mundo para gritarnos su éxito inmaduro: «¡Esto es el Athletic!». Es Álex Remiro, quien se agarra con cinco dedos descontrolados la zona de la camiseta que le cubre el corazón, ésa que los proveedores deportivos acostumbran a reservar para bordar el escudo del club.
Que ante el primer triunfo de trascendencia en su carrera, un futbolista se agarre así al emblema de todos es un gesto instintivo del todo emblemático. Algunos discursos no se ensayan, hay conocimientos que no se enseñan, existen cariños que no se hacen ni deshacen por el roce. El sentimiento de pertenencia es instinto y ahí no hay nada más que decir. Por eso, la gesta del Carranza solo se consigue gracias a un puñado de chavales instruidos con maestría pero la ha hecho suya toda una familia de nostálgicos. Porque la sienten suya. Porque les pertenece. Y ahí no hay nada más que decir.
Resistirse a todas las metáforas relacionadas con cachorros y leones significa reconocer la relevancia y el mérito que acompañan al ascenso a segunda división del Bilbao Athletic. Diecinueve años después de su último descenso, el equipo de Ziganda será el único filial en la división de plata la próxima temporada, lo que supone una gran oportunidad competitiva, y un giro cualitativo en la estrategia del proyecto deportivo del Athletic a corto y a medio plazo.
La tan comentada filosofía del club se resume bien, en términos evolutivos, en esta frase del himno: Aritz zarraren enborrak, loratu dau orbel barria (“El tronco del viejo roble ha hecho germinar hoja nueva”). Así, que los filiales y equipos convenidos compitan con la mayor exigencia es fundamental para la supervivencia del Athletic. El nivel técnico, táctico y físico de la segunda división española ofrece un entorno ideal para el proceso de maduración de los jugadores y técnicos, porque foguea las condiciones de base y suaviza el salto competitivo al primer equipo. Si añadimos los ascensos a Segunda División B de Arenas Getxo, Gernika y Portugalete (en lo que ha culminado una temporada histórica del fútbol vizcaíno), donde continúan Barakaldo, Sestao River, Leioa y Amorebieta, el club tiene ante sí el mejor marco deportivo en mucho tiempo. El entorno de Bizkaia le va a permitir trabajar en varios niveles y con diversas opciones, tanto en vertical como en horizontal.
La oportunidad se presenta en un momento crítico para la planificación estratégica de los clubes europeos con los que compite el Athletic en convencida desigualdad de armas (efectos latentes de la crisis, renegociación de los contratos en plena reestructuración del negocio televisivo, entrada en vigor de las reglas de Fair Play Financiero) y seguramente cuando menos lo esperaba el club, pues su filial afrontaba una temporada que parecía de transición. Varios jugadores estructurales del sistema habían puesto fin a su etapa formativa en 2013 y 2014, como Eraso, Guillermo, Kepa, Ruiz de Galarreta, Eguarás, Saborit o Bustinza, y se necesitaba un tiempo hasta que la prometedora camada juvenil que lideraba Asier Villalibre se asentara en el último escalón. Por si esto fuera poco, mediada la campaña, Ziganda perdía a su máximo goleador, Iñaki Williams. El primer equipo necesitaba una pantera entre leones. Alguien voló sobre el nido del cuco.
Si algo explica de forma tangible el ascenso del Bilbao Athletic es el sistema diseñado y consolidado por Ziganda. El equipo es estructuralmente sólido, crece en los partidos desde mecanismos automatizados con balón y una agresiva transición defensiva a partir de los mismos y del porvenir físico de los cachorros y replica roles del primer equipo en el modelo más parecido a un juego de posición. En términos individuales, dos futbolistas se asoman a la primera plantilla tras haber demostrado desbordar los márgenes de la categoría: Iñigo Lekue, potente lateral diestro que evoca a un incansable conejo de la suerte, y Sabin Merino, cuya capacidad de desequilibrio en la zona de tres cuartos de campo exige desde hace tiempo nuevos retos defensivos.
En términos colectivos, Yeray Álvarez ha liderado la fortísima zaga, creciendo en carisma y regularidad hasta cotas verdaderamente ilusionantes; Iker Undabarrena avanza como canterano modélico y su juego con Mikel Vesga es mérito táctico del Cuco; y Aitor Seguín y Gorka Santamaría han destapado su movilidad y remate tras la promoción de Williams.
Hay muchas formas de celebrar un ascenso, pero solo existe una de sentirlo tuyo: que te pertenezca. Leones, cachorros, neskas y afición. Y hasta una pantera. Distinta piel, diverso pelaje por fuera, la misma sangre rojiblanca por dentro. El instinto no se enseña ni se aprende, pero muchas veces el grito reflejo de un chaval dice mucho más que cualquier artículo con pretensiones.
* Pedro José Arbide.
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