"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Cuando Roger Federer pise este martes la pista Artur Ashe para enfrentarse a Marinko Matosevic en primera ronda del US Open, cerrará el círculo que él mismo abrió hace quince años. Para que os hagáis una idea, era la época en la que Agassi y Sampras se repartían sus últimos títulos, cuando el número uno se debatía entre Marat Safin y Gustavo Kuerten, cuando el equipo español de Copa Davis lograba su primera ensaladera ante Australia, con un Juan Carlos Ferrero de apenas 20 años. ¿Sigo? El Real Madrid tenía solo siete Copas de Europa y Florentino Pérez todavía era un desconocido. Almodóvar ganaba su primer Oscar. La mili acaba de dejar de ser obligatoria. Zapatero era elegido nuevo secretario general del PSOE, al igual que George Bush como presidente de los EE. UU. Curro Romero dejaba el toreo y la primera edición de Gran Hermano causaba furor en la televisión. Ha llovido mucho, pero hay una cosa que no ha cambiado. El genio de Basilea no ha fallado ni a una sola cita con los Grand Slams desde aquel curso. En Nueva York cumplirá 60 grandes consecutivos, un récord que bien merecía un artículo.
Sesenta Grand Slams consecutivos significa quince años sin fallar. Poca broma. El suizo, que superó la marca histórica a principio de año, ya cabalga en solitario desde hace meses por el récord del que se ha hecho dueño. Los 56 de Wayne Ferreira o los 54 de Stefan Edberg, su actual entrenador, quedaron relegados a escalones inferiores. Después del sueco aparece uno de los nuestros, Feliciano López, quien llegará en Nueva York a los 51 en línea y amenaza con hacerse un hueco en el podio. Echando un vistazo a los ídolos contemporáneos, Novak Djokovic cumplirá 40 en la Gran Manzana (diez años exactos), mientras que Rafa Nadal jamás encadenó más de 13 debido a las lesiones. Si contamos Grand Slams en general, sin la necesidad de que sean al hilo, el dominador indiscutible es Fabrice Santoro con 70, cifra que ya merodean muy de cerca Federer y Hewitt, con 61 cada uno. Helvético y australiano deberían continuar en activo hasta comienzos de 2017 para arrebatarle la marca al francés.
El récord es de otro planeta, de otra época, hecho para un jugador diferente al resto. Alguien con un físico sin fisuras, con una coraza para ahuyentar a las lesiones como nunca antes se había visto. Un estilo de juego sumado a una clase suprema que han ayudado a que fuera fijo cada vez que el calendario encumbraba un nuevo Grand Slam. Ganara o perdiera, la presencia del suizo se daba por hecha. Pero el de Basilea no es amigo de los refranes, y aquello de que lo importante es participar no ha ido nunca con él. Ha ganado 17 y ha perdido siete finales: cinco ante Nadal, una ante Del Potro y una ante Djokovic, hace un mes. Seccionando plaza por plaza, los números siguen siendo extraterrestres: 73-11 en Australia (4 títulos), 61-5 en Roland Garros (1 título), 73-9 en Wimbledon (7 títulos) y 67-9 en el Us Open (5 títulos). En todos presenta más de un 80 % de victorias. Es el hombre con más triunfos en torneos de esta categoría (274) y el que más finales (25), semifinales (35) y cuartos de final (42) tiene en su cuenta. De ganar en Flushing Meadows, Federer alcanzaría la sexta corona en Nueva York y el 18º Grand Slam. Resulta fascinante pensarlo.
Los datos están esperando calentitos para salir del horno, pero antes de situarnos en un presunto paraíso, es necesario descender al purgatorio. Concretamente, a su horrendo 2013, cuando fue vilipendiado por jugadores que no estaban entre los 100 primeros, cuando fue humillado en los torneos más afamados, cuando sufrió lesiones graves por primera vez y cuando descendió en el ranking hasta profundidades en las que no convivía desde sus años mozos. Hasta que ocurrió. Se prendió la llama para ir cerrando, una por una, todas las bocas que le querían enterrar. Cambio de raqueta, nuevo entrenador y mentalidad renovada. A los 33 años, edad con la que coetáneos suyos como Nieminen, Becker, Lorenzi, Melzer o Volandri inhalan su último aliento sobre las pistas. Otros como Feliciano, Hewitt o Benneteau intentan darle una despedida honrosa a sus carreras. Pero si nos fijamos en los que realmente han rozado la condición de mito, los Nalbandian, Roddick, Blake o Safin, todos cuentan ya sus peripecias desde la inactividad. Estamos ante un caso único, un ejemplo de aspiración infinita, un afán de mejora incontrolable y un deseo por ganar que aplasta cualquier barrera. Pero sin duda, el motor que hace que todas las piezas se pongan en marcha es el amor hacia un deporte que le impide al suizo bajar el pistón, que le obliga a entregarse a fondo para no decepcionar a las millones de personas que le animan alrededor del mundo. Un amor que le empuja a luchar hasta la última pelota para no desprestigiar un deporte que se lo ha dado todo en la vida. Por eso sigue corriendo, golpeando, entrenando, cayendo, levantándose, sumando, grabando récords. El próximo, a solo un partido.
Algunas de las mayores leyendas del tenis coinciden en que el suizo es favorito para llevarse este US Open. La gente se sorprende, incluso. ¿Cómo no iba a serlo alguien con la etiqueta de pentacampeón en Nueva York? Aunque bueno, en este caso los tiros no van por ahí. El motivo real que otorga ese hipotético favoritismo a Federer viene dado por el mal momento de forma de sus principales adversarios. Novak Djokovic lleva un mes sin enterarse de la película, inmerso en asuntos personales que mezclan la resaca de su boda y la llegada de un nuevo miembro a la familia. El otro gran rival, Rafa Nadal, causa baja por lesión. Y aquí es donde nace la gran oportunidad para el helvético. Roland Garros 2009, el español lucha para lograr su quinta corona en París, pero cae en octavos ante Soderling: Roger Federer sale campeón. Wimbledon 2009, el español defiende corona, pero no juega por lesión: Roger Federer sale campeón. Open de Australia 2010, el español defiende título, pero se retira en cuartos de final ante Murray por lesión: Roger Federer sale campeón. Wimbledon 2012, Nadal vuelve para reconquistar la corona en Londres, pero se despide en segunda ronda ante Rosol sufriendo una lesión que le mantendrá apartado del circuito durante siete meses: Roger Federer sale campeón. Si a día de hoy el helvético no tiene más de 20 majors es por culpa del monstruo de Manacor. Eso nadie lo pone en duda. Pero esta vez no estará en su camino hasta el trono, aquel del que tantas veces le apartó. Y visto lo visto, si alguien sabe aprovechar las ocasiones, ese es él..
El futuro avanza en sentido contrario, fusionándose con un presente cada vez más lejano de un brillante pasado, recortándole tiempo al suizo para volver a ganar un Grand Slam. Un nuevo oasis aparece en el desierto para poner en juego un botín que el exnúmero uno no prueba desde hace dos temporadas. El récord de los récords será el primer paso hasta el codiciado trofeo. Los 60 Grand Slam consecutivos aguardan en la línea de salida en busca de una recompensa mayor. En la mente todavía quedan aquellos célebres anuncios en los que Roger Federer, Tiger Woods y Thierry Henry aireaban su elegancia para multinacionales como Gillette o Nike. Años después, solo una punta del tridente sigue brillando y agrandando su leyenda. Ahí reside la magnitud del hecho, en el sometimiento que el de Basilea ha ejercido sobre el tiempo, ese al que nadie perdona. Y que siga así.
* Fernando Murciego es periodista.
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