Cuando Rajon Rondo, base de los Boston Celtics, sufrió un esguince esta semana en el partido que le enfrentaba a Utah Jazz, el de Louisville llevaba ya 32 partidos seguidos repartiendo 10 o más asistencias entre sus compañeros (12,5 de media esta temporada). Mirando al horizonte, sólo están por encima dos ilustres de la liga: John Stockton (37) y un tal Magic Johnson (42).
No es la primera estadística estratosférica que se marca Rondo. En el tercer partido de playoffs contra Atlanta el año pasado hizo algo que nadie había hecho antes: 17 puntos, 14 rebotes, 12 asistencias y 6 robos en un mismo partido. Incluso tiene alguna estadística peculiar, como en un partido contra Milwaukee de la temporada pasada en el que hizo 15 asistencias sin anotar ningún punto, en una serie de 0/1 en tiros de campo. Eso tampoco había sucedido antes.
Esta omnipresencia de Rondo en la liga, haciendo y deshaciendo a su antojo, viene precedida de un crecimiento continuo temporada a temporada, sobrepasando su rol de playmaker hasta convertirse en un jugador total, influyente en todos los aspectos del juego.
Rajon Rondo llegó a la liga como uno de los grandes robos del draft. Si repasas los nombres de dicha generación, ningún jugador se acerca al nivel de Rondo, salvo Brandon Roy, que brilló en los Portland Trail Blazers antes de su lesión de rodilla.
Los analistas no se fiaban de Rondo debido a su escasas cualidades a la hora de lanzar a canasta, aunque a decir verdad, a los Celtics de entonces tampoco les hizo falta poco más tarde, cuando ya tuvieron en plantilla al denominado Big Three (Pierce-Garnett-Allen) dispuestos a asumir las responsabilidades ofensivas. Fue entonces cuando se decía que Rivers quería apuntalar la defensa de su equipo y que eso lo llevó a escoger un base con una envergadura exageradamente larga para su posición, una resistencia sin límites y que sometía a los bases rivales a una altísima exigencia física y de concentración. Pese a haber desembarcado en un equipo sumido en la confusión cuyo récord resultó pobrísimo (24-58), Rondo se marcó una buena primera temporada: disputó 23 minutos de juego con unas estadísticas de 6,4 puntos, 3,8 asistencias y 3,4 rebotes por partido. Se convirtió, también en uno de los mayores ladrones de la liga, encabezando las listas de robos por minuto jugado.
Para muchos hubiera sido suficiente ese rol, pero para Rondo no. Dos años después, con un anillo ya en el bolsillo, temporada 2008/2009, sus estadísticas en los playoffs lo decían todo: 16,9 puntos por partido, 9,8 asistencias, 9,7 rebotes y 2,5 robos por partido. Su ambición ilimitada le condujo a ir escalando posiciones en la jerarquía de la plantilla. Del Big Three se pasó sin reparos al Big Four. Del Big Four al equipo de Rondo. El altísimo IQ del jugador a la hora de enarbolar el juego del equipo, su incontrolable carácter competitivo y su altísima autoestima han terminado por conquistar al equipo de Boston. De alguna manera, Rondo, un estudioso del baloncesto obsesionado por la más pura esencia del juego, ha terminado acaparándolo todo. «Soy un estudiante del juego. Me gusta ver vídeos de los partidos para conocer mejor a los rivales. No los veo por verlos, lo hago para buscar alguna ventaja que pueda tener sobre jugadores concretos».
Muchos lo califican como un perro verde, no sin razones. Pese a que con los aficionados suele ser afable y cercano, con los compañeros se comporta a veces de una manera fría y calculadora (que contrarresta con la visceralidad con la que se trata a sí mismo). Para él, no son más que otros elementos del juego, piezas que utilizar para llegar a la cúspide. Ha tenido sus más y sus menos con todo el mundo. Cuando Rivers, hace algún tiempo, corrigió a través de un video los defectos de Rondo delante de sus compañeros, se asegura que este, gobernado por un ataque de furia, lanzó el proyector contra el suelo. Eso, sumado a otras actitudes extravagantes, provocó un cisma en la franquicia con el que incluso se llegó a especular con su marcha. Afortunadamente, tiene una voz autorizada que le brinda apoyo incondicional: Kevin Garnett. «Me recuerda a mí de joven. Es un ganador nato; no le gusta perder ni a las cartas; no conozco a nadie en el mundo que se cabree tanto cuando pierde un partido o cuando comete un fallo». No es el único, Paul Pierce dijo de él que es «un verdadero líder”.
Por otro lado, Brandon Bass llegó a recriminarle su actitud agresiva hacia él durante un partido. Con Ray Allen, que llegó a calificarlo como “el pequeño gran emperador”, inició un pulso deportivo que terminó con la salida del escolta rumbo a Miami. Allen no veía con buenos ojos el uso y abuso del balón por parte de Rondo, cuando este quería ya el control absoluto del juego. Su entrenador Doc Rivers, el mayor crítico de Rondo pero también su gran valedor, salió finalmente en su defensa:
«Yo soy quien decidió que Rondo tuviese el balón continuamente. Yo soy quien quiso que Rondo fuese más líder en este equipo. A Ray no le gustó mucho que Rondo tuviera el balón en sus manos todo el tiempo. Cuando Ray se fue, acordaos de lo que se quejó: ‘Quería participar más en ataque’. Todo el peso lo llevaba Rondo. Hice examen de conciencia y me di cuenta de que yo le había pedido a Rajon que diese un paso adelante y que participase más, porque es el mejor pasador de la NBA. No es un gran tirador, pero necesita tener mucho el balón en sus manos. Eso molestó a Ray. Y que yo le convirtiera en sexto hombre, también».
Tenía razón Rivers, Rondo se ha convertido en el mejor pasador de la NBA. Ha desarrollado una visión periférica de la cancha fuera de lo normal. Sus jugadas no siguen patrones forzosamente preestablecidos, no es sólo pick & roll y pick & pop; con Rondo puede suceder de todo en una cancha de baloncesto. Funciona igual en transición que en estático, corriendo que a un ritmo lento, lo mismo pasa que se luce con su característico fake move. También acertaba Rivers en el análisis de sus flaquezas: Rondo es un pésimo tirador, tanto de tres, como, sobre todo, de tiros libres. Sus estadísticas incluso han ido menguando en ese sentido. Una mejora notable en este apartado podría llevarlo al Olimpo, dónde él mismo querría verse: “Quiero ser el mejor base de la historia de los Celtics”. Que Rivers le haya confiado el porvenir del equipo no es capricho, es más bien el olfato propio de un buen entrenador. El talento manda por encima de todo.
Pero el rondosistema tiene un grandísimo inconveniente. Un esguince en su tobillo hace saltar las alarmas al más puro estilo Chicago Bulls (afectado aún por el síndrome Rose). Por mucho que Pierce y Garnett recogieran el testigo, el nivel de intensidad con el que Rondo dota al juego es insustituible. Máxime para jugadores tan veteranos.
Un análisis exhaustivo de la realidad del equipo lleva a concluir que, si bien los refuerzos vienen inducidos por las carencias mostradas el año pasado (sobre todo en rebote y en lanzamiento perimetral), todos ellos fortifican las cualidades de Rondo. Cada pieza del engranaje parece diseñada acorde a sus características de juego. Al equipo le hacía falta rebote para no ceder segundas oportunidades y salir rápido en transición, y se ha hecho con un buen arsenal de hombres grandes: el vaporoso Sullinger, Wilcox (que en realidad regresa tras sufrir problemas cardiacos), Fab Melo e incluso Milicic. Además, ha incorporado jugadores en los costados capaces de jugar abiertos o generar sus propios tiros: Lee, Barbosa, Green (también regresa tras sufrir problemas cardíacos) y especialmente, Jason Terry. Esto, sumado al regreso de Avery Bradley dentro de unos meses, debería darle a los Celtics la capacidad defensiva necesaria para competir nuevamente por el título del Este y, como consecuencia, por el título de la NBA.
Y es que el Gran Dictador de los Celtics lo tiene claro: para ganar, tiene que llevar él la manija y el equipo estar preparado para combatir su mayor amenaza. “Hay que parar a Lebron, obviamente”.
*Información sacada de NBA.com, ESPN y NBAManiacs, entre otras webs de baloncesto. Mi fanático amigo de los Celtics, Sergio Cervera, me ha ayudado contándome la vida y milagros del base de los Celtics.
* Javier López Menacho
– Fotos: Jim Davis (The Boston Globe) – Adam Hunger (Reuters) – Tanne Maury (EPA)
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