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Liga BBVA 2012-2013 / Análisis / Fútbol

El gol: cosa de uno y de todos

por el 10 enero, 2013 • 8:14

Cercano el ecuador de la temporada, el Barcelona ha marcado un total de 88 goles repartidos entre los 30 partidos disputados en Supercopa, Liga, Copa del Rey y Champions. Con 36, Messi ha marcado cerca de la mitad de los mismos. Los 52 restantes se dividen entre otros 15 jugadores. Concretamente 21 han sido de extremos (10 de Villa, 4 de Tello, 4 de Pedro y 3 de Alexis), 17 de interiores (7 de Cesc, 6 de Xavi, 3 de Iniesta y 1 de Thiago), 10 de laterales (6 de Adriano, 3 de Jordi Alba y 1 de Alves) y los 4 restantes se han repartido entre los dos mediocentros y los dos centrales de mayores garantías.

De esta estadística, una lectura que se haría es que el Barça padece una messidepedencia aguda y que, para tratar de paliarla, sería imprescindible la titularidad indiscutida de Villa, Cesc y Adriano. La otra, que tan elevado número de goles conseguidos solo puede reflejar que las cosas se están haciendo muy bien. Sin embargo, la mayoritaria, en conexión con la primera, se centraría en que, a excepción de Villa, ninguno de los acompañantes de Leo en el ataque está obteniendo cifras goleadoras aceptables y que, por lo tanto, el asturiano debe ser titular siempre e, incluso, que podría ser necesario el fichaje de otro goleador.

Sin embargo, esta percepción es fruto de la incomprensión del actual plan de juego barcelonista. Desde hace ya un lustro, los técnicos culés rompen viejos dogmas futbolísticos a una velocidad inasumible para la sabiduría popular. El último, el que en esta ocasión trataré de explicar, que los delanteros están para marcar goles. Seguramente, en este caso cueste aún más asumirlo dado que, en las primeras 3 temporadas del Pep Team, no se destruyó este tópico merced a las cifras goleadoras de Eto’o, Henry, Ibrahimovic, Pedro y Villa.

Mas no fue por una cuestión nominal o numérica, sino táctica. El equipo estaba diseñado para que otros jugadores tuvieran un importante peso goleador. El mismo fue reduciéndose al tiempo que el equipo evolucionaba a la par que Messi para obtener ambos los máximos réditos de sus respectivos crecimientos. Incluso la primera versión definitiva de Leo como falso 9 permitía que otros (Bojan, Pedro o Villa) tuvieran un papel capital en la finalización de las jugadas. Pero esto se fue acabando durante el último curso de Pep. Se pensó que a causa de las lesiones y el mal estado de forma de algunos delanteros, pero más aún que a ello se debió al giro táctico que dio el equipo.

A medida que las diagonales buscando la asistencia definitiva se reducían, aumentaban los momentos en que los extremos se quedaban pegados a una banda tratando de ensanchar al rival. Mientras Messi seguía creciendo, dejaron de alejarse para que el argentino atrajera y les asistiera y pasaron a hacer el movimiento opuesto, arrastrando a los contrarios para que pudiera ser Lionel quien definiera. Al aumentar la vigilancia sobre los mismos, el Barça redoblaba la apuesta y les obligaba a realizar movimientos que hicieran esta vigilancia aún mayor con el fin de que el propio Leo y los llegadores (interiores y laterales) consiguieran más trascendencia en sus apariciones. Reducían sus cifras a costa de que estos últimos las aumentaran. En gran parte por la reducción del número de ocasiones de las que disponían. En una menor, por el decremento de su acierto debido al cada vez mayor desgaste físico al que se veían sometidos. La frescura es un detalle definitivo de cara al acierto en la definición, mas en su caso fue siendo cada vez menos prioritario a medida que aumentaba el desgaste exigido cuando no poseían el balón.

Esta temporada, dicha tendencia incluso se ha incrementado, aumentando el peso ofensivo de los laterales a la par que se reducía aún más el de los extremos. A día de hoy, no falta mucho para que sobre los laterales recaiga la misma responsabilidad goleadora que sobre los extremos, y para que sobre estos últimos descanse la misma obligación defensiva que sobre los anteriores. De hecho, los interiores ya tienen la misma que los extremos, y en defensa no se les exige tanto como a los anteriores. Porque si no presionaran de la manera en que lo hacen tras cada pérdida, si no bajaran en cada ataque rival, si no separaran las líneas rivales cuando el adversario amenaza con una presión adelantada, el Barça sería un equipo extremadamente vulnerable. Tampoco cambia esto al entrar Cesc, pues, aún estando a distinta altura, se mantiene un elemento capital en la transición defensiva. Por contra, con el balón aumenta la fluidez mientras que se reduce la capacidad de arrastre sobre los defensores. Dicha habilidad es siempre necesaria en al menos un hombre, muchas veces en dos y en ocasiones incluso en tres (cuando el Barça juega con 9, sus quehaceres, aunque en distinta posición, son similares a los de los extremos; por lo que todo lo dicho le sería extrapolable).

Claro está que ello varía en función de los alineados. Así, a Villa no se le requiere un trabajo sin balón de la magnitud de Alexis. Por un lado, por no estar tan capacitado para él. Por el otro, por ser su talento goleador superior, por ser más capaz de tener ocasiones que de facilitar que las tengan sus compañeros. Sin embargo, el jugador contextualizador es Pedro, quien aúna a grandes rasgos virtudes de ambos. Él consiguió cifras goleadoras similares a las del Guaje, mientras que hoy realiza una labor sin balón incluso superior a la del chileno. Ello se debe simplemente a que lo segundo ha pasado a primar sobre lo primero, por más que en concretas ocasiones varíe (las rachas también influyen, claro, pero es un hecho que el número medio de ocasiones de que dispone es inferior). El papel de los extremos se ha radicalizado al consumarse las exigencias que se han ido añadiendo. De ello, Pedro es el ejemplo personificado, Villa el gran sacrificado y Alexis el genio incomprendido.

Los números dicen que esto es positivo, del mismo modo que de quedar el Barcelona eliminado en Champions se dirá lo contrario. No si se lesionase Messi, pues en este caso seguramente dichas funciones variarían. En cualquier caso, es difícil determinar si dicha evolución es a mejor o a peor. Lo que está claro es que lo complicado no es llegar, sino mantenerse. Conseguirlo o no, renovarse o morir. Y, tras tantos años en la cumbre, una innovación de tal calado que ha conseguido devolver al equipo una buena dosis de imprevisibilidad difícilmente puede ser errónea.

* Rafael León Alemany.


– Foto: Reuters




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