Con Cesc Fàbregas en la base creativa y Alexis Sánchez situado como extremo punzante, Leo Messi se sintió con aire y espacio para navegar con esos slaloms que sólo él sabe interpretar sobre césped. Por momentos, el ala derecha del Barça, compuesta por velocistas a los que se unió Montoya, otra gacela, tiró del equipo en dirección vertical. Y ahí estaba Andrés Iniesta, en zonas alejadas, para insuflar serenidad a un conjunto vertiginoso. Sin Xavi, dueño de la pausa, Iniesta aportó esa serenidad que ejerce sobre el campo, donde radiografía movimientos propios y ajenos e incluso contabiliza cuántos pases certeros o errados llevan sus compañeros y también los rivales. Si frente al Valencia, Busquets resultó esencial para girar al rival con un simple amago del cuerpo y supo ganar esas décimas de segundo necesarias para que todos sus compañeros estuvieran en el sitio adecuado, Iniesta se mutó en factor equilibrante de los velocistas de la banda opuesta.
Cuando se juntan Messi, Cesc y Alexis hay ruido de dagas voladoras. Si le suman a Dani Alves, ni digamos. Jugadores febriles, rápidos, acuchillantes. En las últimas seis semanas, en ocasiones han raptado a Xavi, víctima del frenesí de estos cuatro. Forma parte del proceso evolutivo que, en unos años, llevará desde el Barça de Xavi hasta el Barça de Cesc: será igual, pero distinto. Será un proceso largo (tanto como aguante la voluntad de Xavi, que ahora mismo no se pone límite ni horizonte) y enriquecedor, donde piezas, movimientos y dinámicas deberán encajar y solaparse con la competitividad extrema del equipo. Será aprender a jugar sin Xavi, pero con Xavi en el campo; una renovación de la pieza maestra, ejecutada y dirigida por él mismo. Ese es el destino que Guardiola le reserva a su segundo capitán: enseñar a sus compañeros cómo será el juego sin él, pero hacerlo participando en el juego.
Para ello, los roles parecen ya asignados: Busquets, Thiago y Cesc, cada cual a su manera y posición, modularán dicha evolución, que no será posible sin el mejor Iniesta. Porque Iniesta es el factor que todo lo equilibra, el jugador que puede poner pausa al vértigo o vértigo a la pausa; verticalidad a lo horizontal o calma a lo profundo. No es en vano que sus ausencias siempre acaban generando una sangría en el equipo. Desde aquella semifinal de Champions no remontada frente al Inter a la no menos encendida semifinal europea contra el Madrid o el reciente mes de agobio y plomo, todas sus ausencias se pagaron caras. Iniesta es el Messi de las sombras. Pálido y silencioso, ingrávido, tiene en sus bolsillos los pesos que equilibran la balanza. Si los velocistas se disparan, él ordena ralentizar. Si el partido es pausado, Iniesta lo acelera. Esto es un don.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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