Boca Juniors y Newell’s se midieron hace pocos días en el marco de la Copa Libertadores. 26 penales se ejecutaron para poder definir que el equipo de Rosario era el clasificado a las semifinales. Sucede que en ese lapso de tiempo, previo a los cobros, empecé a leer o escuchar calificativos como “ahora emergerá la mística copera de Boca” o “Bianchi y los penales son infalibles para Boca”, etc. Cayó finalmente el conjunto del Virrey y las sentencias variaron a “desastre de semestre”, “un pálido equipo que sólo apelaba a los penales” y así varios más. El estado entre el éxito o la crítica más despiadada radica para muchos en lo que suceda con uno o dos cobros de penal, bastaba un error del local y un acierto del equipo de Bianchi para que el mensaje fuera otro. ¿Es justo eso? ¿En donde quedan nuestras evaluaciones del juego? Se puede entrar en un debate sobre si Boca juega bien o juega mal , pero que la opinión o el estado que deba convivir un equipo se base en una o dos jugadas o en uno o dos penales me parece, en lo mínimo, bastante superficial e injusto.
Algo similar ocurría el pasado 2012 en mi querido torneo ecuatoriano. Barcelona S. C. fue el justo campeón, pero en más de una ocasión escuchaba decir, mientras disputaba sus partidos y no hallaba un sentido colectivo idóneo, comentarios sobre lo mal que jugaba, la poca asociación de ideas en el traslado del balón, lo defensivo que era en su postura, etc. De repente, en los minutos finales ganaba por alguna aparición individual (y vaya que las tuvo) y las palabras eran otras: “Muy práctico lo de BSC, sabe cómo ganar” o “la eficacia al máximo es lo que cuenta”. Todo por un gol, todo por una acción. Todo superficial, ligero, resultadista. Es más que obvio que se juega para ganar, pero hacer exclusivamente afirmaciones en base a eso es bastante insípido, con sabor a poco. Lo peor sucede cuando se llega a creer que los equipos desean ser prácticos, como si ninguno de los dos no deseara ganar.
Tengo la fortuna, y siempre lo agradeceré, de encontrarme en estos momentos jugando fútbol profesional en mi país, el torneo de Segunda Categoría. Y he encontrado y resuelto preguntas que por más lógica que uno crea tener o saber bien vale la pena confirmarlas. En ninguna charla, ni por casualidad, nuestro DT nos señala: “Muchachos, salgan a ser prácticos para el resultado, que es lo que importa, eh, no trabajen el juego, sólo sean eficaces y oportunos”. Los partidos se los trabaja y el resultado puede o no ser un derivado de lo que se vio en el campo de juego, nunca se puede pensar en ganar sin buscar usar tu idea, tu método. Me resulta chocante el escuchar: “Ese DT sí que sabe ganar, ah” , como si el resultado se eligiese o el DT rival no buscara lo mismo. Más sensato suena decir que hay un determinado entrenador que trabaja adecuadamente a sus dirigidos y eso deriva en varias victorias, obvio, sin restarle el porcentaje siempre mayor a quien está jugando y es, en definitiva, quien puede o no llevar a cabo los determinados planes o estrategias. Se suma algo más: cuando ese DT que sabe ganar empieza a perder, se olvidan muchos en esa ocasión de llamarlo perdedor. Ni lo uno ni lo otro es justo. Las sentencias no pueden ser tan variables a un marcador de una semana, a un trabajo de seis meses o a una carrera de 15 años. Nuevamente, el oportunismo de muchos que en un éxito asoman para ensalzar y en una decepción asoman para acribillar o para callar a quien antes elevaban al cielo. No hay término medio, ni razonamiento de lo efectuado, sólo el resultado manda.
Está claro que se juega para ganar, pero lo importante radica en el camino usado, en el recurso en el cual crees para ganar. El tránsito, el recorrido, ahí está tu esencia y lo que eres, el resultado puede acompañar o no. Infinidad de veces he visto equipos que ganan jugando mal y otros que caen jugando bien, y la crítica despiadada va hacia el perdedor. Nos estamos dirigiendo peligrosamente hacia una tendencia en la que lo menos importante del partido sea justamente eso, el partido. Nos volveremos lectores del diario del día siguiente y acorde a eso alzaremos o enterraremos, elogiaremos o repudiaremos. Ojalá ese rumbo que observo tome una nueva dirección: la dirección del juego y del análisis.
* David Aguirre.
– Foto: EFE
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