1.- Igual que Megalo, uno de estos grupos caribeños que hacen el mismo efecto que la espuma en la cerveza, anunció en 2000 que el verano ya llegaba, la Real le anunció a Carlo Ancelotti y todo el madridismo que el desequilibrio está a la vuelta de la esquina si el Madrid, uno, se relaja; y dos, no tiene plan de juego. El fútbol, dicen, es una idea y once hombres creyendo en ella. Sin esta premisa básica y garantía de poco en realidad, los fantasmas se desempolvan, y si el madridista medio pudiera decidir, ficharía once tipos nuevos (ay, aquella frase de Toshack) de aquí a las 23:59 del lunes.
2.- Es muy probable que el Real Madrid venga jugando este partido durante toda la semana. Las bajas han sido ruidosas, mucho más por significado que por voluntad de todas las partes, pero es el precio a pagar cuando se liberan dos perfiles que respondían al nombre de papa y mamá: siempre estaban cuando se les necesitaba. Xabi, sobre todo él, y Di María adaptaban sus recursos al discurso colectivo dominante; no actuaban como condiciones, sino como apoyos. Y, desde luego, su peso en el vestuario era lo suficientemente grande como para pensar que las ventas hayan podido influir en la semana. Aunque desde el Madrid digan que no. Solo faltaba.
3.- Para entender el partido hay que saber algunas cosas acerca de la personalidad del Madrid por un lado y del inicio de la temporada de la Real por otro. La personalidad del Madrid es grandilocuente, quizá como una catedral o un rascacielos, pero como todo lo que parece más de lo que es (un equipo de fútbol cuando pisa el césped), cuando pierde aire aparecen gases por todas partes. Incluso algunos que no existen. La Real, sin embargo, llegó al partido en estado febril tras su espantada presencial en la Europa League. Sin fuerza, idea ni orden. Incluso desde la tele decían que parecían muñecos de trapo. Hasta el minuto 25, claro.
4.- Explicado el contexto, resulta algo más sencillo explicar lo que devino, futbolística y anímicamente. El Madrid salió al campo con eso que llaman los jugones y que en realidad se trata de hinchazón mediática. Al fútbol se puede jugar de infinitas maneras, pero los jugadores siempre condicionan el plan. Incluso lo trazan a través de sus cualidades. Por eso, cuando el Madrid tuvo el balón y la Real una desconfianza propia de su drama reciente por Europa, el partido se volcó con la facilidad que un padre tumba al hijo del que conoce sus puntos débiles. La Real dejó recibir a Bale en la frontal y en el área, liberó a Kroos en la salida e incluso James dejó señales del gran trompetista que es aunque no se sepa la partitura. Resultado: 0-2. Y pudieron ser tres o treinta y tres.
5.- En la primera parte, donde al Madrid le empatan, pero las sensaciones no resultaron trágicas, se apreció la figura táctica aproximada que pretendía Ancelotti. Con la excusa probable de que Kroos no es pivote, Isco andaba a camino entre el extremo y el interior y James se abrió a la derecha. No tuvo incidencia interior, pero sí cierto rigor para recuperar la posición y que Kroos y Modric no generaran la fiesta de los espacios. Quedaban en punta Benzema y el galés, que disfrazado de Gareth Ronaldo incluso abarcó, con sus matices, el campo que coge Cristiano. Pero con todo, el Madrid se miraba al espejo y solo veía goles. Como explicaba recientemente Rafa Cabeleira citando a Camba: el partido se iba ganando solo, como decía el gallego de Vilanova que se escribía su periódico.
6.- La segunda parte significó el origen de todo. El Madrid recogió lo que sembró a partir del 30’ de la primera mitad: una colección de espacios, la efectividad incontrolable de no tener un plan de juego e, indudablemente, la consecuencia de defender, no se entiende y lamento no poder explicárselo, pegado a su portero. Se baraja, de momento, la única hipótesis que convierte a Casillas en culpable, pero habría que preguntarle a la línea de atrás, puesto que lo que Pepe y Ramos habían adelantado a la espalda de Kroos y Modric (doble pivote tradicional) en la primera parte, lo regalaron en la segunda y se abrió la pradera como las aguas a Moisés. Xabi Prieto hizo de director y Zurutuza de actor protagonista, dejando a Canales y Granero el papel de mejores actores secundarios por toda la banda sonora descompasada que había montado el Madrid.
7.- En la distancia que había entre Xabi Alonso y su defensa, pasó todo. El Madrid seguía jugando con Xabi (presumiblemente por Benzema, que no se le vio ni para enseñar los zapatos de claqué) y solo así se entiende que la Real tuviera tiempo en lo que tardaba Kroos, nada culpable, en regresar o Pepe-Ramos, ¡incluso Carvajal-Marcelo!, en viajar a la frontal para defenderla. En efecto, Xabi era un efecto óptico y el Madrid encajó dos por uno mientras en ataque el ritmo pesado de James y Isco no consiguió encender la chispa de Bale ni detonar la portería de Zubikarai, que parecía empeñado en convertir una golosina en la manzana de Blancanieves.
y 8.- Perdido el control, el balón y el resultado, al Madrid no le quedó nada. Carlo miró a su banquillo y decidió, al menos, equilibrar la batalla, si es que alguna vez el partido tuvo el nombre de algo que enfrenta a dos. Primero humillado uno y luego humillado el otro, como en un ataque de hermano a hermano. Entonces, Khedira y Arbeloa entraron para entonar aquella estrofa al viento de Jaime Sabines: “Aquí no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa nada”.
* Fran Alameda es periodista.
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