El deportista español y el “Homo Ludens”
Desde los Juegos Olímpicos de Barcelona’92 se ha convertido en un lugar común para prensa y aficionados señalar que estamos en la Edad de Oro del deporte español. Esta sentencia es irrefutable desde un punto de vista cuantitativo (medallas olímpicas, Mundiales de fútbol, baloncesto o balonmano, torneos tenísticos…), pero esconde otra realidad que debe ser analizada; y es que el deporte español fracasa repetidamente (con honrosas excepciones) en los deportes fundamentales para el desarrollo de las habilidades básicas y de las destrezas de los deportistas. Estos deportes, que vamos a denominar básicos, son atletismo, gimnasia y natación, y por su origen y naturalidad son los reyes en los Juegos Olímpicos. ¿Cuál es la razón para que se sucedan estos fracasos en los deportes básicos en el deporte español? ¿Por qué hay tal contraste de resultados entre los resultados en deportes básicos y en deportes colectivos? Sin duda, estas preguntas tienen respuestas complejas, llenas de aristas. Podríamos argumentar diversas variables como presupuestos limitados, escasez de becas, faltas de infraestructuras o ausencia de una cultura deportiva de base.
EL HOMO LUDENS
A todos estos argumentos de peso me gustaría agregar otro complementario y menos tangible que los anteriores. Y es que los individuos de nuestro entorno, de la cultura mediterránea en general, tienen unas características y un comportamiento similar a lo que el holandés Johan Huizinga llamaba “Homo ludens”, es decir, un individuo que tiene como objetivo primigenio el juego, el divertimento y compartir su ocio de forma colectiva. Esto no significa que el deportista español o mediterráneo no se tome con seriedad su profesión, pero sí que puede estar condicionado por el elemento lúdico, relacionado con la satisfacción que le proporciona la práctica del deporte. Como dice Huizinga, el deportista que tiene estas características saca a relucir al niño que lleva dentro: “El niño juega con una seriedad perfecta y sabe a qué juega, como el deportista juega también con apasionada seriedad, entregado totalmente y con el coraje del entusiasmo”. Por tanto, el “hecho lúdico” no influye en la competitividad del deportista ya que este siempre tiene el espíritu por la victoria. Ese mismo afán es, en palabras del profesor holandés, “el que ha llevado a la invención del deporte de competencia, es decir, la representación lúdica de la lucha por la vida”. De esto se deduce que un individuo con las características del “Homo ludens” puede ser igualmente competitivo que cualquier otro, pero preferirá posiblemente practicar un deporte colectivo, en el que pueda haber balones o pelotas de por medio y que le puede reportar una mayor satisfacción y divertimento, al menos en un primer contacto. Creo que nuestra cultura mediterránea, por sus características climáticas, culturales y sociales está más cerca de este concepto “lúdico” del deporte que otras de nuestro entorno europeo o del sudeste asiático por ejemplo.
LUDENS FRENTE A FABER
Frente al “Homo ludens” estaría el “Homo faber”, un individuo que primaría la cultura del trabajo, de la practicidad y del esfuerzo individual. Para este ser, el juego pasaría a ser un elemento secundario de su vida ya que no lo considera un elemento práctico. Para el “Homo faber” el trabajo es un fin, tiene una teleología finalista, mientas que el “Homo ludens” utiliza el trabajo para competir pero también para divertirse. Traspasado al deporte, el “Atleta faber” sería el que emplea todos sus sentidos en sacar los mejores resultados, en ser citius, altius, fortius sin reparar en si encuentra una satisfacción personal. Por tanto, no le importa sacrificarse en pos de los mejores resultados o practicar deportes que quizás, en principio, no le van a reportar una gran diversión, como pueden ser los básicos. Creo que culturas como la centroeuropea, la del este de Europa o la oriental pueden acercarse un poco más a la cultura “faber” que culturas mediterráneas debido igualmente a su clima, a su cultura y a su filosofía vital.
Desde luego, no pretendo que esta reflexión sea tomada de forma categórica, lejos de mi pretensión esa idea. Solo he querido acercarme a una parte de la cuestión y no a la globalidad de la misma. Estamos hablando del rendimiento de personas y este no puede ser cuantificado de forma matemática dependiendo de su lugar de origen. Tan solo quiero que se desprenda de mis palabras que el entorno y la cultura en la que crece un deportista puede determinar y condicionar su futura carrera. Sin embargo, sí que me gustaría que la variable aquí expuesta pudiera ser considerada con el fin de enriquecer el debate sobre el deporte español y que pudiera ser añadida a los argumentos estructurales apuntados en el primer párrafo. Y, puestos a pedir, me gustaría que las Administraciones y la prensa se implicasen en mayor medida con estos deportes fundamentales sin los que no serían posibles los acontecimientos de masas que vemos semanalmente en los estadios.
– Bibliografía: HUIZINGA, Johan, Homo ludens, Editorial Alianza, Madrid, 1990. (El libro de bolsillo, 412)
* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’. En Twitter: @anituarco
– Fotos: EFE – Marca
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