Nadie lo diría, sea por el calor que nos aprieta, la crisis que nos ahoga o los Juegos que han atrapado nuestros ojos en un millón de imágenes apasionantes, pero en apenas una semana habrá empezado la Liga y en quince días se atribuirá el primer título del curso. Vuelve el fútbol español con todas sus virtudes y excelencias, la desbordante pasión que lo rodea, pero también con todos los vicios estructurales: la absoluta dependencia de la televisión, ingresos a su vez repartidos de manera oprobiosa; el desprecio supremo al aficionado; las gestiones deplorables, cuando no directamente irregulares; las sinrazones anuales, que se repiten como las estaciones, sean los intempestivos partidos de selección en rincones alejados, sean las ausencias de horarios conocidos con antelación, los inauditos por inexistentes criterios de los respectivos comités a la hora de valorar hechos o la impertérrita costumbre nacional de no atajar jamás ningún problema, pretendiendo que el tiempo lo arreglará. Bueno, pues pasa el tiempo y la selección sigue viajando a ultramar, los calendarios echan humo, los horarios son misterios sin resolver y los criterios de valoración pertenecen al recóndito territorio del enigma, en tanto al aficionado se le pide que acuda a los estadios casi a medianoche pagando precios de lujo asiático.
No resulta extraño que clubes bien gestionados como los alemanes echen el anzuelo aquí, ni los ingleses, de cartera bien repleta hasta que revienten los millonarios excéntricos, mientras el fútbol español bate su récord negativo de fichajes porque tras tanto estirar el brazo ya no queda manga que alargar. Ay, amigos, y ahora dicen que miran a la cantera… Mal asunto si se mira a la cantera por penuria económica. No son los niños quienes han de sacar el estomago de penas de los mayores que despilfarran. Mal asunto si creen que los chavales son el recurso en estos tiempos de bisturí sin anestesia. Los canteranos están para formarse, crecer y, si les alcanza, aportar latidos nuevos con que apoyar a los mayores, sustituyéndoles poco a poco. No para ser los salvavidas de gestores patéticos.
Y así empezará el curso, sin el menor reciclaje, autocrítica o corrección por parte de nadie, con lo que no cabe esperar sino barullo y ruido, apelaciones a viejos demonios y conspiraciones inventadas, más madera en esta guerra que nunca se quiere limpiar. ¿Hablamos de la pasión del fútbol? No, esa es una barata argumentación que emplean quienes no desean resolver ninguno de los problemas. A falta de voluntad y soluciones recurren a que todo este circo es fruto de la pasión. Pero advertidos estamos y no lloremos dentro de unos meses cuando se repitan los tristes eventos de cada temporada. Confiemos que el fútbol se imponga a su envoltorio y que el curso nos sorprenda por la calidad del juego, la competencia acompañada de deportividad, la sensatez en las actitudes y la sobriedad en las palabras. ¿Acaso es pedir demasiado?
– Foto: EFE
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