La Real Sociedad está completando una de sus mejores temporadas de los últimos 10 años, en concreto desde aquella mágica 2002/03 en la que el equipo terminó a tan solo 2 puntos del campeón (el Real Madrid). Aquel equipo subcampeón de Liga estaba liderado por un joven mediocentro de 21 años con una visión de juego y un desplazamiento de balón prodigiosos. Hoy, el gran Xabi Alonso es precisamente el cerebro del Real Madrid y en su palmarés cuenta, entre otros títulos, con una Liga de Campeones, una Supercopa de Europa, un Mundial y dos Eurocopas. Estamos hablando del mayor talento surgido de la cantera donostiarra en las últimas décadas, que ha regalado al fútbol mundial a uno de los mejores mediocentros de lo que llevamos de siglo.
Sin embargo, tras aquella aparición del tolosarra las categorías inferiores del club blanquiazul parecieron quedarse yermas de talento, y lo cierto es que en parte este hecho ha sido clave en la penuria deportiva que ha padecido el equipo desde entonces, incluyendo la caída a los infiernos de la Segunda División, donde estuvo vagando durante tres años hasta poder retornar a la elite del fútbol español hace dos temporadas.
En efecto, para un club eminentemente canterano el hecho de estar varios años sin sacar jugadores de gran calidad de sus categorías inferiores incide directamente en el rendimiento y la competitividad en el más alto nivel, y eso ha sido lo que ha ocurrido en el club donostiarra en los últimos tiempos. Hasta ahora.
Esta temporada, por fin estamos asistiendo al destape del tarro de las esencias de una espléndida generación de jóvenes jugadores del equipo txuri-urdin, representada especialmente por cuatro maravillosos futbolistas que forman un perfecto cuarteto de cuerda:
El contrabajo (Iñigo Martínez, 21 años): central de porte prodigioso, excelente por alto, rápido y muy expeditivo al corte, perfecto en el tackle y con una más que aceptable salida del balón, tanto jugando en corto como, sobre todo, en largo. Asentado ya en la titularidad tanto de su equipo como de la selección Sub-21, es, posiblemente, el central joven con más proyección del fútbol nacional. En el debe cabe decir que sufre en el giro de cintura ante adversarios pequeños y rápidos, en parte debido a su envergadura, si bien suple este defecto con la velocidad de reacción y aceleración inicial. Mucho nos tememos que a su equipo le costará retenerlo en un futuro cercano.
El violoncello (Asier Illarramendi, 22 años): mediocentro posicional cuya mayor virtud es su inteligencia táctica, ya que siempre se encuentra perfectamente situado, en posición bien de apoyo a un compañero (en ataque) ofreciendo una salida limpia del balón, bien de cobertura a los centrales (en defensa). Puede jugar solo (por delante de los centrales), aunque Montanier le utiliza prácticamente siempre en un doble pivote acompañado algunas veces de un jugador más ofensivo (Rubén Pardo), ante rivales pequeños, y otras de un jugador más defensivo (Markel Bergara), ante rivales más fuertes. Debe mejorar en los desplazamientos largos de balón y evitar abusar del pase corto para tener más registros a la hora de lanzar la transición ofensiva del equipo y poder así buscar la velocidad de sus compañeros atacantes (Griezmann, Vela, Ifrán o Chory Castro).
La viola (Antoine Griezmann, 21 años): gran calidad técnica en la zurda de este extremo o mediapunta izquierdo, cuyo centro y remate desde media distancia, así como una gran visión de juego, pasan por ser sus mejores virtudes. Aunque ha jugado la mayor parte de su carrera pegado a la banda izquierda, esta temporada su entrenador está utilizando bastante el intercambio de posiciones entre los tres hombres de la zona de tres cuartos, lo que le permite asociarse mucho más tanto con estos (Xabi Prieto/Vela/Chory) como con el hombre más adelantado (Ifrán/Aguirretxe/Vela), dando rienda suelta a su desmarque de ruptura y al último pase en forma de asistencia. Su principal defecto es la dispersión mental y falta de concentración en determinadas fases de los partidos, así como su hacer en el terreno extradeportivo, algo que ya le ha producido algún que otro bajón en el rendimiento que debe corregir si quiere aspirar a cotas más altas, ya que calidad para dar el salto tiene de sobra.
El violín (Rubén Pardo, 20 años): la perla de la cantera blanquiazul. Un solista maravilloso con una excelente visión de juego para ver la mejor opción de pase en cada jugada y una depuradísima calidad técnica para poner los balones en el sitio exacto, con la fuerza justa. Además, posee un más que aceptable disparo desde media distancia, lo que hace más versátil a este jugador, cuyo entrenador le viene alternando esta temporada entre el doble pivote, donde forma una estupenda pareja junto a Illarramendi (aunque sobre todo suele jugar en esta posición en casa y ante rivales teóricamente inferiores) y la mediapunta, para tener un mayor control del partido cuando el resultado es claramente favorable a su equipo. Aún necesita algunas temporadas para terminar de curtirse, pero está en condiciones de convertirse en breve en el líder indiscutible y jugador franquicia del club donostiarra.
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