"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Cuando los Houston Rockets ganaron su segundo anillo, su entrenador Rudy Tomjanovich dijo una frase que pasó a la historia: “Nunca subestimes el corazón de un campeón”. Esta sentencia es perfectamente aplicable al Olympiacos, que en un partido perfecto ganó al gran favorito CSKA Moscú por 69-52.
La victoria estuvo construida a través de una defensa colectiva de manual. Conscientes del poderío interior del CSKA, el mejor de la competición, el Olympiacos cerró la pintura con constantes ayudas. Dos y hasta tres contra uno en la zona durante todo el encuentro para evitar canastas fáciles. No les importaba dejar posiciones libres en el perímetro. Evitando las canastas fáciles, el Olympiacos pretendía estar siempre metido en el encuentro.
En ataque, liderados por Spanoulis, la intención era castigar al rival atacando siempre la canasta, de fuera a dentro, aprovechando la mayor movilidad de sus hombres altos. La igualdad fue la tónica general de los primeros minutos, pero siempre con la sensación de que se jugaba a lo que querían los griegos.
Las diferencias en el marcador comenzaron cuando el CSKA no anotaba los tiros libres. El 3/10 con el que terminó los dos primeros cuartos era un enorme lastre para un equipo que no podía anotar debajo de la canasta ni desde el perímetro, ya que los porcentajes desde la línea de tres siempre estuvieron lejos del 40 % que ha mantenido durante toda la competición el CSKA.
Llegaría el Olympiacos con 12 puntos de ventaja al descanso, 40-28, sin que ninguno de sus jugadores estuviera sobresaliente. O mejor dicho, sin que nadie sobresaliese del resto. El trabajo colectivo que tan buen resultado estaba dando en defensa también se pudo ver en ataque.
Tanto es así que solo Spanoulis superó los 10 tiros (12). Hines lanzó 10 veces y el resto estuvo por debajo de la decena. El equipo por encima del ego, algo que contrastaba con lo que se podía observar en el CSKA, donde parecía que todos hacían la guerra por su cuenta.
Las esperanzas de remontada de los moscovitas se desvanecieron en un tercer cuarto en el que fueron incapaces de anotar una sola canasta. El Olympiacos permitió tan solo 8 puntos, todos de tiros libres. La defensa estaba siendo de manual, ningún tiro fácil cerca de canasta, manos por todas partes, pero sin dar la sensación de agresividad física. Una de las mejores actuaciones defensivas que se recuerdan.
El último cuarto ya fue un quiero y no puedo ruso. Con Krstic desaparecido, con Khryapa desquiciado y con los bases sin capacidad para leer el partido, el Olympiacos se ganó su clasificación a la final por segunda vez consecutiva, justo en los dos años en que menos dinero ha invertido en la sección.
En época de una enorme crisis económica, el CSKA ha invertido cerca de 90 millones de euros en dos años. El Olympiacos poco menos de 20, casi un tercio de lo que invertía hasta el 2011, siendo el segundo equipo más joven de la competición. Todo un ejemplo del trabajo bien hecho. Tanto en los despachos como en la pista.
* Daniel Arias.
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– Foto: Suzanne Plunkett (Reuters)
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