El contraste de lo impredecible

por el 7 agosto, 2014 • 9:30

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Muchas veces, una serie de factores positivos, frutos de un proceso de largo plazo, se derrumba ante un hecho fortuito. O simplemente, frente a la única ocasión clara del rival. La consecuencia de la única desatención de la zaga de San Lorenzo en todo el partido fue letal. Nacional empató en la última jugada del encuentro y llevó a que la definición en el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores, a disputarse en Argentina, sea con diferentes matices.

Ambos llegaron a la instancia cumbre de la competencia mediante sus formas, diferenciándose en su camino por los estilos que impusieron, aunque siendo los dos peores clasificados desde la fase de grupos. Supieron reinventarse a partir de los duelos de eliminación directa para avanzar y llegar hasta las finales. De hecho, el trabajo del club argentino hoy lo ubica en el primer plano a nivel continental, cuando hace dos años estuvo realmente cerca de perder la categoría.

La suma de elementos que una nueva dirigencia aportó contribuyó a que el equipo se alzara con la gloria nacional en el año 2013. Posteriormente, el entrenador Juan Antonio Pizzi dimitiría para recalar en su primera experiencia europea. Pero la contratación para el cargo de Edgardo Bauza, entrenador de un total perfil sudamericano, ahondó en las intenciones reales de ir por todo en el certamen continental. Luego de comenzar intentando incluir tres volantes centrales en la medular, cambió hasta encontrar variantes y un once titular que no se alteró hasta alcanzar la instancia decisiva.

Con el correr de los partidos, el DT cambiaría a un equipo con mucho desequilibrio por las bandas. Fortalecido por muy buenas prestaciones individuales, el rendimiento creció hasta lograr la clasificación a octavos de final. Aquel momento lo encontró en plena fase de cambio, pero un magnífico Ignacio Piatti colaboró para vencer a Botafogo como local. Los tres puntos y un resultado ajeno le permitieron avanzar a los duelos de eliminación directa. Se sacaría de encima a dos conjuntos brasileños –hay que remontarse hasta 1991 para no encontrar equipos de Brasil entre los cuatro mejores del torneo–, Gremio y Cruzeiro, para llegar a semifinales antes del mundial. La goleada a Bolívar hizo que la vuelta casi que careciese de sentido: caer en la altura de La Paz no trajo secuelas y el club azulgrana alcanzó su primera final de Copa Libertadores en su historia.

Del otro lado, un más que humilde Nacional de Paraguay también hizo historia, aunque en su justa medida. Haciendo gala de un compromiso holístico de todos los componentes del plantel, el elenco fue sorteando obstáculos y alcanzó la meta más importante de su historia. Fueron uno de los equipos de menor puntuación de los que avanzaron a octavos, y el de menor diferencia de gol. Aun así, supo hacerse un lugar entre los grandes y en la tradición americana.

En el peor momento de la historia del fútbol paraguayo, cuando la crisis sacude desde hace tiempo los cimientos, el club de Asunción logró lo que no pudieron otros grandes de su país como Libertad o Cerro Porteño. Las limitaciones de las actuaciones particulares, y no contar con un jugador que marque una clara diferencia, hizo que la sincronización de los movimientos colectivos fuera la piedra basal del andamiaje y el nivel general.

San Lorenzo llegó a la final como claro favorito, bajo las lógicas diferencias en los puntos de vista que puedan apuntar a cómo respondería ante una situación nunca antes alcanzada. Quizá nunca antes, en el desarrollo de esta misma edición, había enfrentado a un rival como candidato a hacerse con el triunfo. De todas maneras, supo hacerse fuerte en el Defensores del Chaco de la capital paraguaya, pero un mínimo error en la última acción le quitó lo que parecía cerrado.

La intensa presión en el centro del campo y una defensa por acumulación, pero ordenada, del conjunto paraguayo, quitaba espacios a los desequilibrantes jugadores del equipo visitante en la primera final. Esa premisa fue de las más importantes entre las que llevaron a los dirigidos por Gustavo Morinigo a estos días. Cerrar el carril central y buscar escalonar las marcas por fuera. Así, evitaba una limpia distribución rival desde el círculo y el desnivel de Villalba o Piatti en cada uno de los costados.

Igualmente, pronto encontrarían los de Bauza la forma para romper ese entramado defensivo del adversario. Los dueños de casa rara vez podían salir rápido tras robar, otra de sus virtudes en la Copa Libertadores, en cierta forma por no poder contar con las rupturas de Orué, debido a su baja forma física, y por la ausencia de Riveros, uno de los mejores centrocampistas del plantel.

El crecimiento de Mercier fue la clave para el conjunto argentino. Vital de principio a fin de la competición, el mediocentro siempre se ofreció como descarga para dar el primer pase e iniciar cada ataque. Siempre preciso y relevando a sus costados, se transformó en una pieza irremplazable. Hasta hace doble labor al cubrir las espaldas de Ortigoza, siempre técnico al pasar la bola, pero descuidado en la marca. La pausa y los balones de Mercier a las bandas hacían tambalear a Nacional, tanto que Piatti esperó la proyección (frecuentemente criteriosa) del lateral Más para tocar al espacio y que este último estrellase su remate en el poste.

Para el comienzo de la segunda mitad, Morinigo corrigió las falencias. Estableció una presión incluso más cercana al Pichi y más alejada de Ortigoza. Y acercó a sus carrileros a los marcadores de punta para disminuir la influencia de los hombres por fuera del contrario. Pero a la escuadra paraguaya siempre le faltaron ideas para crear una oportunidad de ataque en juego estático (solo los chispazos de Cecilio Domínguez le dieron aire), y las únicas armas de peligro las encontró en algunas jugadas a balón parado. Siempre que lo intentaron, se encontraron con un gran Gentiletti en la defensa visitante.

Cuando el partido entraba en una meseta, sin un dueño claro, apareció Romagnoli. El enlace, histórico jugador del Ciclón, cayó sobre la banda derecha para triangular con Buffarini y Villalba. El centro fue conectado por Matos para inaugurar el marcador con un movimiento excelente de anticipación a su marca.

El equipo de Bauza cerraría filas, defendiendo con un 5-4-1 como hace una semana en la altura del altiplano boliviano. Volvió a emerger Mercier, siempre en el momento exacto y a la hora señalada. El equipo exhibió su solidaridad para intentar recuperar el balón. Parecía estar sentenciado cuando un centro al área derivó en el empate final de Santa Cruz en el tercer minuto del tiempo suplementario. Gentiletti perdió por única vez en su área al dejar bajar el balón, y Fontanini falló en su intención de cerrar a quien finalizaría marcando.

La semana próxima, la Copa Libertadores dará su veredicto final en el estadio Nuevo Gasómetro. Los dos intentarán alcanzar el mayor momento de gloria de su historia. San Lorenzo se llevaba un meritorio triunfo de tierras asunceñas, aunque la falta de concentración puede acabar con una serie de factores positivos.

* Nicolás Galliari.


– Foto: Télam




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