¿Qué tienen en común Palop, Pepe Reina, Diego López y Asenjo? Efectivamente, todos ellos son porteros. ¿Y López Vallejo, Unanua, Viera, Barbosa, Oliva y Juan Carlos? También lo son. Todos ellos también han defendido la portería del Villarreal desde que el equipo amarillo lograra su primer ascenso a Primera División el 24 de mayo de 1998. Más allá de esta casualidad o dato hay un hecho muy remarcable: todos ellos han crecido y madurado, convirtiéndose en la mayoría de los casos en guardametas más completos.
Evidentemente, cada uno de ellos con sus matices, ya que algunos llegaron al Submarino Amarillo con el talento, las cualidades latentes y la calidad suficiente para poder defender las porterías de los mejores clubes de Europa (o regresar tras ya haberlo conseguido). Sin embargo, en estos casos, llegaron después de periodos en lo que, bien por situaciones puntuales, bien por lesiones, carecían de la confianza para sentirse lo que eran, excelentes porteros.
¿Quién no recuerda la noche en la que todo el fútbol español se preguntaba quién era ese portero que estaba desquiciando al Barça de Rivaldo, Giovanni, Kluivert, Guardiola (dirigidos por Van Gaal) en uno de sus recordados noviembres negros? Aquella noche de noviembre en la que el recién ascendido Villarreal, dirigido por José Antonio Irulegui, asaltó el Camp Nou (1-3), tantos focos se llevó el rumano Craioveanu, autor de dos goles, como el valenciano Andrés Palop. Cedido por el Valencia, fue clave en el ascenso y completó una magnífica campaña a nivel individual, pese a que el equipo descendió en una amarga promoción ante el Sevilla.
Palop volvió al Valencia C. F., el poseedor de sus derechos federativos, para convertirse en el suplente de Cañizares. Un momento: ¿suplente? Era la decisión del club y el cuerpo técnico, pero a la larga fue titular unos meses, tras una lesión del exjugador del Real Madrid en Champions ante el PSV de Van Nistelrooy. En ese periodo, el de L’Alcudia se convenció y demostró que no se conformaría con el banquillo, y durante su estancia en la entidad che se entrenó y pugnó por la titularidad, gozando de más partidos de los que muchos analistas se imaginaron.
Sin embargo, su falta de entendimiento con Cañizares y su deseo de ser cabeza de león y no cola de ratón propiciaron que fichara por el Sevilla, en el mejor periodo de la historia del club hispalense: doble campeón de la UEFA, campeón de Copa del Rey, campeón de la Supercopa de Europa y el premio de ser componente de la plantilla que logró la Euro 2008 pese a que no tiene ninguna internacionalidad.
Pepe Reina, debutante precoz en un F. C. Barcelona mal gestionado desde una directiva que no tenía ningún plan deportivo ni económico, llegó al club amarillo entre dudas sobre su rendimiento. En un mes, todas se disiparon, pues resultó clave en el triunfo del equipo en la extinta Copa Intertoto, la manera en la que el Submarino Amarillo comenzó a navegar por las competiciones europeas. En la vuelta de la final contra el Atlético de Madrid, disputada en el Vicente Calderón, su actuación en la tanda de penaltis permitió que el club amarillo se codeara con equipos históricos del Viejo Continente en la Copa de la UEFA en la campaña 2003-2004.
Tras un periodo exitoso, que concluyó con la clasificación para la disputa de la previa de la Champions League, el Liverpool le llamó. El resto ya se conoce: en Anfield, la afición lo tiene incluido entre los jugadores favoritos, pese a no poder ganar ningún título. En Nápoles descubrió cómo una liga, otrora poderosa, transita en una fase en que pretende volver a ser un referente a nivel continental. Y para cerrar un enorme círculo, este pasado verano se incorporó al Bayern de Múnich. Todo ello trufado de los éxitos de la selección española, donde, más allá de su etiqueta como showman, ejerció un papel fundamental como pegamento de un grupo que pasó periodos de fricciones internos.
El Villarreal cubrió el hueco de Reina con la llegada de Barbosa y Viera, un argentino y un uruguayo, dos guardametas jóvenes, pero con escasa experiencia y un nivel discreto. Pese a ello, aquella temporada el equipo llegó a semifinales de Champions League (sí, el año del ya eternamente recordado penalti de Riquelme) y finalizó séptimo en liga, lo que obligó a disputar de nuevo la Intertoto la siguiente campaña, en una de sus últimas ediciones.
Barbosa abandonó el club tras un incidente en que incumplñó el régimen interno, además de mostrar que su evolución era más lenta que la de Viera. Entonces, el club de nuevo se movió rápido e incorporó a Diego López, suplente de Casillas y que, junto a Reina, es el portero que más partidos ha disputado con el equipo en Primera División. Sus grandes temporadas, junto con las del equipo, le trajeron como premio debutar con la selección española y formar parte del grupo que disputó la Copa Confederaciones 2010.
Sergio Asenjo, después de superar dos roturas de ligamentos, no gozaba de la confianza del Cholo Simeone ni del Atlético. De nuevo el Submarino Amarillo apostó por un portero de calidad y condiciones para triunfar, pero falto de partidos y con escasa confianza en su potencial, en su regreso a la elite, tras el último descenso a Segunda. Sus actuaciones y rendimiento han ido in crescendo: cada vez domina más el juego aéreo, su gran talón de Aquiles; es excelente en el uno contra uno; tiene buenos reflejos, un notable juego de pies y unos desplazamientos en largo, tanto con los brazos como con los pies, sobresalientes.
Palop, Reina y Diego López se convirtieron en lo que sus notables currículos enseñan gracias al trabajo y los entrenamientos diseñados por Enrique Basauri, el técnico de porteros del Villarreal desde la temporada 1997-1998 hasta la 2011-2012. Desde un segundo plano, discreto pero efectivo, Basauri, que fue guardameta de Osasuna y Valencia, entre otros equipos, recuperó las mejores versiones de todos ellos, potenció sus carencias, mejoró todo lo latente que la desconfianza les había arrebatado y permitió que Viera y Barbosa, de ser guardametas de un nivel más bien bajo, se convirtieran en porteros válidos para la elite.
Además, cuando la cantera amarilla empezó a producir porteros desde su factoría, estos también empezaron a trabajar con Basauri, en periodos de lesiones o cuando el club decidió contar en su plantilla siempre con dos fichas profesionales y la tercera guardarla para un canterano. Buena fe de ello pueden dar Juan Carlos (actual suplente de Asenjo), Mariño (hoy en el Levante y doble campeón de Europa sub 21) u Ortolá, que milita desde el pasado verano en el F. C. Barcelona B).
Tras su sorprendente despido, uno de sus discípulos, Jesús Unanua, tomó el relevo y, como aprendiz convertido en maestro, tomó parte de su metodología, que ha permitido que hoy en día el palentino Sergio Asenjo en un Villarreal donde los focos se centran en los efervescentes, descarados y jóvenes Cheryshev, Vietto, Trigueros, Moi Gómez, también comiencen a orientarse en su figura, tan importante o más en la exitosa campaña de un Villarreal que para los porteros es, sin duda, ideal para desplegar todas sus cualidades. ¿Quién será el próximo?
* Pablo Beltran es periodista.
– Fotos: Pepe Reina – Domenech Castelló (EFE) – EFE
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