Hay cosas que el deporte de élite no perdona. Toda idea colectiva, cualquier planteamiento táctico, se expone a derrumbarse como un castillo de naipes cuando no se aplica al mismo la máxima intensidad a la hora de llevarlo a cabo. Se rompió el partido del Etihad Stadium a los 14 segundos. Obligado ante la presión de Jesús Navas, Lloris erró en el pateo de balón, y fue el Kun Agüero el que estuvo más vivo, el que sabía que el partido comenzaba con el pitido del árbitro y no después, el que no entiende de treguas ni de minutos de tanteo, el que se anticipó a Dowson y se sacó un disparo desde fuera del área cuyo rechazo, tras buena parada de Lloris, lo mando a la red Navas con un golpeo precioso que cruzó a la escuadra.
Pellegrini volvió a dejar a Hart –que firmó un gran partido en la derrota ante Alemania en Wembley– en el banquillo, dando la titularidad a Pantilimon y alargando un toque de atención que todo hace indicar que tiene fecha de caducidad. El técnico chileno sabe de sobra que competir en partidos machos con el meta rumano es un lujo que no se puede permitir, y en la rueda de prensa posterior al partido se encargó de anunciar la vuelta de Hart al arco citizen para el partido del próximo miércoles ante los checos del Viktoria Plzen. Salió el Ingeniero con un 4-4-2 con extremos antagónicos, colocando a Navas en la derecha pegado a la cal buscando desborde y profundidad y a Nasri en la izquierda buscando trazar diagonales que le permitieran combinar en zonas más interiores, y apostando por Agüero y Negredo como pareja de delanteros. Las bajas diezmaban el equipo de Villas-Boas, que se vio obligado a colocar en el lateral izquierdo a Vertonghen por la lesión de Rose, sacándolo del centro de la zaga, donde tampoco estaba Chiriches, para formar con la pareja Kaboul-Dawson. En la medular, Paulinho y Sandro formaban el doble pivote, con Hotby de mediapunta, Lennon y Lamela –primer partido como titular en Premier del argentino– como extremos a pierna natural, y Roberto Soldado en punta.
Se enfrentaban el equipo más goleador de la Premier League contra el menos goleado, y teniendo en cuenta los problemas que arrastra el Tottenham para atacar en estático, el protagonismo del City con el balón podía liberarle de esta faceta que tantos quebraderos de cabeza le está dando, buscando la velocidad en los contragolpes. Pero todo esto saltó por los aires con el gol de Navas: el Tottenham se vio obligado a crear juego y el City desnudó sus carencias hasta humillar. Los de Pellegrini no le discutieron la pelota al Tottenham, conscientes de que a través de las carencias de su ataque posicional se potenciarían las virtudes de jugadores como y Navas, Nasri o el Kun, que si en ataque organizado ya son buenos, con espacios e inspirados son imparables. Los argumentos ofensivos de los Spurs eran igual de limitados que toda la temporada. Se suponía que Holtby, como mediapunta, debía asumir el protagonismo en ataque, pero el jugador alemán estuvo desaparecido, limitándose a esconderse sin arriesgar lo más mínimo y evidenciando que quizá se le queda demasiado grande una posición de tanta importancia en un proyecto de tal magnitud. Los Spurs cargaban todo el ataque en la derecha, donde Walker y Lennon alternaban internadas, mientras que la izquierda quedaba desierta porque Lamela renunciaba a buscar el uno contra uno, donde verdaderamente hace daño, para trazar diagonales que estorbaban a Holtby, superpoblando la zona de la mediapunta y facilitando la labor de Fernandinho, que estuvo colosal en la fase defensiva durante todo el partido. La falta de fluidez en el medio y la ausencia de un extremo en la izquierda que abasteciese de balones a Soldado provocaron que el delantero valenciano, desconectado todo el partido, solo aspirara a poder rematar algún centro aislado de Lennon. Con 1-0, el Tottenham rozó el empate en un remate de Lamela a puerta vacía tras un grave error de Pantilimon que había salvado bajo palos Demichelis, pero fue solo un espejismo. La ayuda de Nastasic a Clichy para equilibrar la superioridad en la banda que habían creado en los primeros minutos Walker y Lennon acabó por ahogar el ataque del Tottenham.
El City ejercía una presión zonal no demasiado agresiva, pero tras cada robo salía como balas desplegando contraataques vertiginosos de una precisión y una belleza increíbles, con capacidad de todos los jugadores de arriba para desempeñar todos los roles, buscando a Nasri o al Kun para que condujeran por el carril central y abriéndose el resto a los extremos para recibir y finalizar. El partido era de un ritmo altísimo y la inspiración de los hombres de arriba se traducía en un aluvión de llegadas al área por parte de los locales que generaban ocasiones con una facilidad pasmosa, insólito para el equipo de Villas-Boas, que solo había encajado un gol como visitante en la Premier League en toda la temporada. Agüero era dueño y señor del partido. Quizás en el mejor momento de su carrera, el Kun se sentía capaz de todo, desbordaba por el centro, caía a las bandas, alternaba posiciones con Nasri y atacaba la zona de remate. Era indefendible. El recital de combinaciones, paredes, permutas y desmarques de los hombres de arriba del City era brutal, todo se desarrollaba a la velocidad de la luz y solo las ganas de gustarse en la definición de Agüero –la pared que le tira Negredo es antológica– o la pizca de suerte de Sandro al robarle el balón a Nasri cuando encaraba mano a mano con Lloris impidieron que se precipitaran los goles.
Pasada la media hora, de nuevo un error en el despeje de Lloris provocó una jugada de Nasri; este asistió a Agüero, que falló frente a Lloris, pero su rechazo cayó a Negredo, que con la colaboración de Sandro hizo el 2-0. A partir de aquí el partido se acabó de romper, el Tottenham no sacó siquiera la vergüenza torera y el City buscó hacer sangre. La defensa en zona del Tottenham era un despropósito, con continuos fallos de ajuste, despistes en las marcas y un déficit de agresividad impropio de un equipo que aspira a estar entre los mejores. Antes de la retirada a vestuarios llegó el 3-0 tras un centro de Navas desde la derecha que remató el Kun solo en boca de gol, tras atacar el área pequeña con todo el ímpetu que le faltó a la zaga del Tottenham para marcarlo de cerca.
Villas-Boas metió a Adebayor por Holtby tras el descanso y pasó a jugar con un 4-4-2, pero poco cambió el decorado. En el minuto 50, Yaya Touré sacó el balón jugado desde su propio campo con una potencia descomunal, dejando en el camino a cuantos rivales le iban saliendo al paso, se apoyó en Negredo para seguir avanzando y el delantero madrileño soltó el balón en el momento perfecto para dejar al costamarfileño ante Lloris y ceder el pase de la muerte a Agüero, que firmó el cuarto. El baño de fútbol sonrojaba. El partido de Negredo estaba siendo una exhibición de pases al hueco, un manual de todo lo que puede aportar al juego un delantero centro, y solo le quedaba el gol, que llegaría cinco minutos después. Negredo recibió de espaldas a la portería y en una maniobra genial se zafó de Dawson y fusiló a Lloris.
A partir de aquí, el City siguió controlando el partido con una marcha menos, y Villas-Boas quitó a Soldado para meter a Sidgursson y volver al 4-2-3-1, pero el ataque siguió siendo igual de plano y previsible. En el descuento, una última carrera de Navas le sirvió para plantarse solo ante Lloris, batirlo por bajo y sellar el primer doblete de su carrera y un set en blanco, que supondrá seguro un punto de inflexión en el equipo londinense, bien como aliciente para reflotar su orgullo herido o bien para acabar de mermar la confianza de un equipo con un grave complejo de inferioridad ante los grandes –ha jugado ya ante tres de los cuatro primeros clasificados (Arsenal, Chelsea y City) y no ha ganado a ninguno ninguno– que por plantilla no debería ser tal.
Villas-Boas empieza a llevar el sufuciente tiempo en la Premier League como para evaluarlo, y la realidad dice que no está cumpliendo las expectativas. Tiene el bloque hecho, ha tenido dinero de sobra para fichar lo mejor, pero sus ideas no calan. No ofrece alternativas a las propuestas que no cuajan, no ha conseguido contagiar ni a Chelsea ni a Tottenham la personalidad que sí logro en el Porto, y solo una bestia como Bale pudo esconder lo poquito que han conseguido jugar sus equipos en los más de dos años que lleva en la liga. Mientras, el City lleva demostrando en casa toda la temporada el equipo que puede llegar a ser –seis victorias en seis partidos en el Etihad, con 26 goles a favor y 2 en contra–, pero debe refrendarlo fuera. Si Pellegrini consigue que su equipo salga igual de enchufado y con el mismo descaro lejos de casa, el Manchester City estará en disposición de pelear por todo, pero de momento sus números como visitante son un lastre demasiado pesado como para considerarlo un equipo fiable.
* Alberto Egea.
– Foto: PA
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